“Nuestra harina El Vaporcito siempre apoya la cultura, el deporte y el arte”.

Actualmente el cine italiano de calidad llega poco y mal a nuestras pantallas:  Marco Bellocchio, Rohrwacher, Pietro Marcello o Nanni Moretti.

Para hacer un poco de justicia comento hoy un estreno de éxito de la directora P. Corteselli: Siempre nos quedará mañana (2023); y otra peli de interés: ¡Viva la libertad! (2013), de R. Andó.

SIEMPRE NOS QUEDARÁ MAÑANA (2023). Acompañamos a una familia italiana, un barrio pobre de Roma, un país que ha perdido la guerra, la ciudad en ruinas, omnipresente el ejército norteamericano y entrando en la primavera.

Están alborozados por el compromiso de la hija mayor, Marcella, una muchacha que ansía casarse rápidamente con un chico de clase media, Giulio, para librarse por fin de su incómoda familia en la cual el padre es un tirano y la esposa una esclava que lo sobrelleva con paciencia.

Al inicio, Ivano (Mastrandrea), el marido de Delia, la protagonista (Corteselli), propina un gran bofetón a su mujer. Esta, acostumbrada a las palizas, ni se inmuta. Cuando sale a la calle esconde los moratones para que nadie se entere. Un largo travelling sigue a la mujer que va a sus trapicheos para ganarse la vida: cose, pone inyecciones, etc.

Amigos y familiares saben lo que está pasando en esa casa, pero nadie interviene. La película subraya constantemente la tiranía de una sociedad patriarcal donde los hombres deciden todo y donde se espera que las mujeres guarden silencio.

Primera película como directora de la actriz y guionista Paola Corteselli, una obra que ha tenido enorme éxito en su país natal por la historia que cuenta, por la manera original y encantadora de contarla y por el magnífico reparto que tiene.

Está vertebrada por un excelente guion de Furio Andreotti, Giuglia Calenda y la propia Corteselli, un libreto planificado y escrito en forma sobresaliente, sin dejar librada a su suerte ningún detalle del relato. A través de su narrativa, la película aborda temas relevantes y logra capturar la esencia de la Italia de postguerra, así como la problemática de la mujer en aquellos entonces en los cuales el varón tenía un poder absoluto.

Tiene un reparto muy bueno, con la propia Paola Corteselli en el rol de la madre paciente, abnegada y sometida; Valerio Mastandrea es el esposo ludópata, bebedor y maltratador; y acompañan Vinicio Marchioni, Romana Maggiora Vergano, Giorgio Colandelli y otros. Interpretaciones sólidas y auténticas. La directora logra extraer lo mejor de cada actor, transmitiendo emociones y el peso de los conflictos, de manera convincente.

Historia sentimental de sufrimiento y autosacrificio, pero Cortellesi la ejecuta con estilo. La violencia doméstica infligida por Ivano es, en ocasiones, coreografiada en un baile grotesco y sorprendente. Los momentos románticos más exagerados se ven socavados por un humor seco, y así. 

A pesar de su tono a ratos divertido, logra reivindicar la dignidad de las mujeres que vivieron bajo el yugo de la sociedad machista de mediados del siglo pasado. La historia se enmarca en un barrio romano, donde una familia humilde sobrevive gracias al ingenio y la astucia de la mujer de la casa.

Es una cinta que se disfruta viéndola, y destaca la excelencia del reparto, la magnífica fotografía de Davide Leone (B&N) y una música de Lele Martichelli que arropa la historia armoniosamente.

Podría ser comparada, pero con reparos, con el neorrealismo italiano, destacando el uso del blanco y negro para abordar la penosa situación del momento. Y a pesar de la crudeza de las imágenes y la temática de la violencia doméstica o la pobreza, la directora introduce humor y música como contrapunto, creando una experiencia agradable.

El filme subraya temas universales y la importancia de las pequeñas luchas para avanzar hacia la libertad y la igualdad. La Cortellesi lleva al cine la denuncia de la violencia de género y reivindica los derechos de las mujeres. Nos recuerda que incluso en los momentos más oscuros, siempre hay una oportunidad para el cambio y la esperanza.

En suma, es una obra cinematográfica que combina elementos técnicos sólidos con una narrativa emotiva. Una propuesta interesante para los amantes del cine social, que logra tocar la fibra sensible y que plantea cuestionamientos relevantes. Y con sorpresa final.

 

¡VIVA LA LIBERTÁ! (2013). Esta película tiene con elemento conductor la política italiana. Enrico Oliveri (Servillo) es el Secretario General del partido principal en la oposición (supuestamente el Partido Socialista), partido que por razones diversas ha perdido votos, apoyos y ha entrado en una profunda crisis.

Tras una dura crítica en un mitin de su partido de parte de una militante descontenta que le dice que se vaya a voz en grito, Oliveri deja de lado la política, abandona todo, incluyendo hogar y esposa, y se marcha a Francia, a casa de un antiguo amor, en la actualidad casada con un famoso director de cine y con una hija.

Por más que en ese punto su ayudante hace lo imposible para salir de tan embarazosa situación, lo mejor que se le ocurre es buscar al hermano gemelo Giovanni Emani, un alocado y divertido filósofo, para que lo sustituya transitoriamente. El tal hermano, interpretado también por Servillo es un enfermo maníaco-depresivo o bipolar, que ha salido recientemente del Hospital Psiquiátrico donde se encontraba contenido por la medicación.

Contra todo pronóstico, el discurso de Giovanni, sus maneras sueltas, ocurrentes y displicentes constituyen todo un acierto político, y el electorado recobra la confianza en el doble de Enrico, sin saber que no es Enrico, obviamente.

Película magníficamente dirigida por Roberto Andò, con guion del propio Andó y Angelo Pasquini que trazan una historia aparentemente surrealista e incluso cómica, pero que no lo es tanto, como ahora explicaré.

Es más bien una satira a la actual política italiana y yo diría que europea, y desde mi modo de ver, un aviso para navegantes, sobre acontecimientos que pueden precipitarse y ocurrir en el actual panorama político europeo; pero en peor a lo que sucede en la peli, que al fin es una sátira.

La música que acompaña estupendamente algunas escenas es en gran medida “La forza del destino” de Giuseppe Verdi (1813-1901), ópera cuyo libreto, escrito por Francesco María Piave, está inspirada en la obra del dramaturgo español Ángel de Saavedra (el Duque de Rivas, 1791-1865), “Don Álvaro” o “La fuerza del sino”. La buena fotografía de Maurizio Calvesi ilumina la obra.

El peso de la película recae sobre el estupendo actor Tony Servillo, que hace de Enrico y del hermano gemelo Giovanni. Servillo actúa sin sobresaltos, con su mirada fija y su facies casi hierática, pero dotando de expresividad y credibilidad a los dos personajes que interpreta. Acompañan actores y actrices como Valerio Mastandrez, Valeria Bruna Tedechi o Michela Cescon.

Aunque la película es una crítica a la política italiana, no acaba de de dar el mordisco final a la farsa que vivimos. Habla de Enrico, uno de tantos políticos ya amortizados en el sistema convencional de farsa y corrupción, uno de los actuales dirigentes al uso que no saben ofrecer ilusión ni pasión al electorado, como luego sí consigue su hermano en un mitin.

Cuando Enrico es sustituido por Giovanni, éste, más loco que cuerdo y con mucha soltura de cuerpo y verbo, expone sus ideas alocadas pero frescas, tanto a la prensa como los electores. Intimida a sus adversarios políticos, habla públicamente de la necesaria pasión para vivir, refiere a sus seguidores la necesidad de que se pregunten a sí mismos qué desean de la política y para el país, pasea indiferente por la playa descalzo, baila, tontea con la canciller bailando un tango, es decir, ofrece un mensaje insolente, fresco y tentador para el gran público.

Giovanni, en fin, se apresura a renovar la aletargada rutina parlamentaria y electoral con sus desplantes y piruetas impredecibles Ha roto, a pesar de su bipolaridad y de su locura, la inercia aburrida de su patético hermano que ha ido a refugiarse en las faldas de una antigua novia (amante que fue por cierto de ambos).

Como que el hermano bipolar fuera la solución para una especie de regeneración moral y política, en vista de la crisis que se respira, para hacer saltar los protocolos establecidos y poner en evidencia las fórmulas gastadas.

Quizá las revoluciones hagan falta, aunque la Historia demuestra que siempre fracasan y que al final hay que tener suerte para salvar el cuello (la Revolución francesa, Lenin, Mao, Pol-Pot, la revolución del ´68); y no sólo eso, sino que tras cada revolución los interesados de siempre se vuelven a hacer con el poder y la gloria. Ya dijo Cristo que tuviéramos cuidadito con los “falsos profetas”. Es mi parecer que el carisma aliena, y cuando huelo que llega un “salvapatrias”, me echo a temblar. Pues de eso también habla la peli.

El caso es que al final de la película este hermano loco, Giovanni, le ha remontado la intención de voto a Enrico quien finalmente vuelve, supuestamente con la lección aprendida, y con las mismas mañas que su gemelo, retomando el partido, pero en un escalón superior del que lo había dejado.

En resumen, se trata de una película que reflexiona con desenfado y amenidad sobre el desencanto de la sociedad con el mundo de la política, una parodia desenvuelta, a la vez con toques de humor y drama, donde un loco es capaz de transmitir sensibilidad y atractivo como líder de un partido político, doblando al cuerdo pero aburrido hermano.