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El sometimiento étnico abarca una amplia gama de situaciones que lleva emparejados conflictos sociales, políticos y económicos ante grupos de personas que se identifican por el color de la piel, la raza, la religión, el idioma o su origen nacional.

A menudo, dichas características pueden ocultar otros rasgos distintivos como los intereses de clase y de poder político que, finalmente, suelen ser elementos más importantes de conflicto y oposición.

La problemática étnica relacionada con el sometimiento se manifiesta por el rechazo, la exclusión y la hostilidad acompañada de estereotipos, prejuicios y discriminación social. También hay confrontaciones violentas en diversos grados agresiones, matanzas, genocidios, guerras y otras formas indeseables contra las minorías.

El cine está lleno de ejemplos. Cabe resaltar por su comercialización, la marginación e incluso matanzas de los indios norteamericanos que tantas veces hemos visionado en los westerns. Pero hay muchos otros ejemplos.

Hoy traigo a colación tres realidades en estrenos importantes. El filme de M. Scorsese: Los asesinos de la luna (2023), sobre las tropelías a la nación Osage; de O. Giæver, Dejad que el río fluya (2023), la problemática identitaria del pueblo Sami; y, Los colonos (2023), de F. Gálvez: el genocidio de los selknams en Chile.

LOS ASESINOS DE LA LUNA (2023). En los principios del siglo XX la eclosión petrolera trajo una enorme riqueza a la nación Osage (Oklahoma), pueblo originario de los EE. UU. que en poco tiempo se convirtió en un colectivo inmensamente rico por el petróleo de su territorio.

La riqueza de estos nativos atrajo la codicia de personas blancas venidas de fuera que manipularon, engañaron y robaron cuanto pudieron a los Osage. Los hombres se casaban con las mujeres para adquirir sus derechos hereditarios, o recurrían al asesinato.

En aquella época de 1920, varias decenas de nativos fueron asesinados, unos por arma de fuego, otros envenenados y otros mediante bombas. La prensa de le época lo llamó el “Reinado del Terror”.

Película basada en hechos reales, narrados a través de un figurado romance entre Ernest Bukhart (Di Caprio) y Mollie Kyle (Gladstone), un western criminal en el cual se cruza el verdadero amor, la ambición y la más abyecta traición.

Alarde de cine “a la americana” de Martin Scorsese, que cual maestro, inunda de manera torrencial la gran pantalla con una obra casi perfecta, de un academicismo como hacía tiempo no veíamos.

Tiene un guion perfecto de Eric Roth y del propio Scorsese, adaptación de la novela de David Grann de 2017: Killers of the Flower Moon”. Magnífica música de Robbie Robertson y una fotografía de lujo del mejicano Roberto Prieto. Scorsese se metió de lleno en la cultura Osage interiorizándose de sus costumbres.

El reparto está sensacional con un Leonardo DiCaprio genial como Ernest Burkhart, hombre casado con una mujer Osage, papel que encarna y borda Lily Gladstone, la revelación de la película; Robert De Niro interpreta al tío, el Sr. Hale, el "Rey de las colinas de Osage", un sociópata ambicioso que busca enriquecerse. Muy bien Jesse Plemons, que interpreta a Tom White, el agente del FBI encargado de investigar los asesinatos.

Denuncia de una matanza de indios en pleno siglo XX. Ya no son las matanzas del General Custer, ni del séptimo de Caballería masacrando aldeas enteras, son actos criminales más sutiles, más sibilinos.

Aquellos Osage, a quienes la madre tierra obsequió con el “oro negro” y que se hicieron riquísimos. Vemos en este filme cómo les robaron e incluso asesinaron impunemente. Los hombres blancos se casaban con mujeres osage para quedarse con su dinero, y otras son asesinadas por cualquier borracho al que le dan el encargo (en un momento dado se oye decir que tiene más pena quien mata a un perro que quien mata a un indio).

Una película de las buenas y, además, testimonia el racismo y la ambición por el dinero del hombre blanco americano. Pensaba yo que cuando tan mal se habla del imperio español y el trato que tuvo con los indígenas, esta cinta nos muestra acciones de terror de esas que el hombre anglosajón ejerció desde el principio de su conquista con los indios. Muchos fueron exterminados y los que quedaron fueron recluidos en reservas en las cuales, actualmente, se bebe mucho y se progresa poco.

Esas acciones son difíciles de imaginar en la cultura española y en nuestro perfil antropológico, social y religioso. En Latinoamérica hay mucha población indígena y mestiza. No hubo exterminio, no sucedieron este tipo de historias truculentas.

 

DEJAD QUE EL RÍO FLUYA (2023). Estreno esperado sobre la defensa de la identidad y los valores del pueblo Sami o pueblos de lapones, un grupo étnico que habita en la región de Laponia. Hablan sus propias lenguas (hasta once) y tienen una cultura influida por las actividades de la caza, la pesca y el pastoreo de renos. Actualmente apenas un diez por ciento son nómadas.

Los lapones se resistieron durante décadas a los intentos de asimilación de la sociedad no lapona. Fue esta oposición la que alentó diversas actividades políticas y asociaciones, y en 1991, tras la caída de URSS, se proclama el Consejo Sami para la preservación de su identidad cultural.

Esta película habla de los Samis noruegos en los años 70, en torno a un conflicto sobre la construcción de una planta hidroeléctrica en el río Alta, al norte del país. Ese proyecto afectaba a la fauna del lugar. La resistencia y las protestas de los Samis fueron un punto crucial en la historia de su comunidad que los colocó en el foco mediático de sus derechos como pueblo nativo. Una de ellas es Ester, que oculta sus orígenes para no exponerse al racismo, pero que acaba siendo mujer sami convencida.

El filme narra hechos reales que sucedieron entre 1979 y 1981: el llamado “conflicto de Alta”, lugar donde se encuentra el río más rico en producción de salmón para los Samis.

El director Ole Giæver, noruego y Sami de origen, elabora una historia dramática en torno a este capítulo que él conoce bien.

En 1979, Ester (bien interpretada por Ella Marie Hætta Isaksen) llega a Alta como profesora de noruego en una escuela primaria. Allí se reencuentra con su familia y sus orígenes más recónditos. Porque ella es noruega y sami, una identidad que le viene de sus padres.

Ester no tardará en darse cuenta de que, en su entorno próximo de docentes, se desconfía de los Samis. Pero interviene su primo Mihkal (Gard Emil), personaje que no quiere ser asimilado como noruego. Mihkal lleva a su prima a conocer a sus congéneres Samis contra la presa.

Sorprende particularmente la forma en que el cineasta noruego cuenta esta historia de opresión de una manera vivaz y empática, que refleja su honestidad y compromiso con los suyos.

En un diálogo entre Ester y su madre, hablan de la auto estigmatización a la que han sido sometidas como Samis. Lo que evidencia la crítica del filme con la “noruegoización” (fornorskninglinjen) exigida a los Samis, que han tenido que imponerse para ganarse un respeto.

Gran puesta en escena, música sugerente de Ola Fløttum y una estupenda fotografía de Marius Matzow Gulbrandsen que recoge paisajes y horizontes de inusitada belleza nórdica.

Tiene un estupendo reparto que cumple sobradamente. Como Ella Marie Aætta Isaksen, contenida y con vis dramática; Gard Emil Elvenes, el solvente primo que le abre los ojos a la protagonista. Meritoria película del valiente Ole Giæver, pues llevar a la pantalla la brutalidad de este vasallaje, le ha traído complicaciones en su país, donde aún continúa la discriminación.

Más extenso en revista de cine ENCADENADOS.

 

LOS COLONOS (2023). La película de Felipe Gálvez Haberte se desarrolla entre el siglo XIX y el XX, cuando proliferaban las estancias ovejeras en el territorio de la Patagonia chilena.

En 1893 se pone en marcha una expedición compuesta por Segundo (Arancibia), un mestizo chileno; MacLennan (Stanley), terrible “teniente” escocés; y Bill (Westfall), un vaquero estadounidense, un mercenario sin escrúpulos.

Estos hombres inician una expedición a caballo para delimitar y reclamar las tierras que el Estado le ha otorgado a José Menéndez (Castro), un poderoso de la economía de Chile, un millonario déspota y sanguinario.

Hay que allanar y cartografiar las tierras para que pasten las ovejas del amo. Y allá va el trío, al interior de Tierra de Fuego a gestionar esa extensísima propiedad y a matar a los lugareños. Lo que fue pensado como viaje con administrativo, acaba en una violenta cacería de selknams, los nativos del archipiélago.

La secuencia más lastimosa y horrenda de la película muestra a Bill y a MacLennan disparando a discreción y masacrando a una tribu de inocentes indígenas. Luego violan a una sobreviviente. Segundo disimula y sus disparos van al aire, pero queda traumatizado.

Western pausado que deviene violencia y sangre, enmarcada tal crudeza en el uso inquietante y bello a la vez que Gálvez hace del imponente paisaje: condensación entre la hermosura de la naturaleza y la ferocidad de las acciones humanas.

El libreto del propio Gálvez junto con Antonia Girardi utiliza el modelo de western crítico poscolonial. Un reparto bueno, donde destacan Alfredo Castro como el terrateniente y ovejero Menéndez. Camilo Arancibia borda el rol del pobre mestizo. Mark Stanley muy bien como el despiadado militar escocés. Benjamin Westfall en el rol del brutal mercenario texano.

Impresionante fotografía pictórica de Simone D’Arcangelo y partitura épica de Harry Allouche (con ecos de Morricone), que nos regala una música llena de fuerza y matices que acompaña una narración tan extraordinaria como brutal.

La película es academicista y hace zoom y panorámicas muy lentamente a través de los paisajes grandiosos que acompañan el viaje. Hay primerísimos planos de los ojos exaltados de los caballos o de los rostros de los expedicionarios.

Por concluir: el genocidio

Como es sabido, en el país andino, se está profundizando en su pasado colonial. Chile investiga y ahonda su pasado indígena. Y esta cinta trata del genocidio selknam, pueblo amerindio de la isla Grande de Tierra del Fuego.

En su momento las gigantescas estancias ovejeras sufrieron la oposición y el enfrentamiento de la resistencia indígena armados de flechas y piedras. En forma desigual, los colonos, armados con armas de fuego hicieron una guerra de exterminio contra aquella pobre gente.

En la actualidad hay algunos descendientes de los selknams, tanto en Argentina como en Chile, aunque el exterminio fue prácticamente total.

Más extenso en revista ENCADENADOS.