Señor presidente, estuvo usted muy mal por no conceder la orejita a Ginés Marín después de dos pinchazos y descabello. ¿Acaso no es la tónica de las últimas temporadas? Señor director de la banda, no estuvo usted acertado cuando un grupo de taurinos con solera entonó el futbolístico grito de oé, oé, oé, en la vuelta al ruedo de Roca Rey, y perdió la oportunidad de arrancar con Paquito el Chololatero. ¿No es cierto que ha copiado a la banda del Maestro Tejera haciendo sonar el pasodoble a su criterio para premiar un tercio de banderillas o un quite? ¡Qué poca sensibilidad! No son ustedes consecuentes con la nueva afición, la que llena la plaza un día concreto, con un torero concreto. La que acude como borregos a lo que marca el/la influencer del momento. La que no volverá a pisar una plaza de toros hasta el año que viene porque así lo marca el plan de las vacaciones. La que nunca saldrá toreando de una plaza porque no sabrá diferenciar si acudieron a ver al cantante del momento, o a la presentación de Mbappé.

Ayer vivimos el espectáculo taurino del verano rozando el lleno en los tendidos y gradas, con un público variopinto, con partidarios de Morante y sobre todo, de Roca Rey, y pocos seguidores de Ginés Marín. Digo público -el que está vacunado con la “indisión”- porque el verdadero aficionado, aunque siga a un torero, no se ausenta en desbandada de los tendidos sin esperar la actuación del tercer espada en discordia. Aunque algo de culpa tendrá el tedioso transcurrir del espectáculo que duró casi tres horas. Algo normal pues el primer toro salió al ruedo a las ocho y cuarto. Un auténtico tostón.

Pero llegó Morante con ganas de agradar, aunque no tuvo oponentes que le ayudaran a triunfar en El Puerto. Sigue la sequía del cigarrero pero nos obsequió con un recital de verónicas y detalles toreros. Poco fondo tuvieron sus toros, pero Morante venía dispuesto y exprimió las escasas embestidas de los de Cuvillo. Toreó muy despacio con el gracejo que le caracteriza y fue premiado con la oreja del cuarto. Habrá que esperarle el próximo sábado porque parece que este Morante ha vuelto con ilusiones renovadas.

El triunfador fue Roca Rey, el torero que mueve a las masas, y sobre todo a la juventud. Antes de vestirse de torero ya tenía abierta la puerta grande, ahora puerta real, porque a poco que se arrimara, el triunfo estaba asegurado. Tampoco tuvo mucha materia en los toros de su lote, pero no hay que restar méritos a sus arrimones que enloquecen a los tendidos. Sus pases por la espalda donde es casi imposible que el toro no se lo lleve por delante, suben la temperatura del respetable, y satisfacen a los que pasan por taquilla porque vienen a ver eso. En su primero con cuatro pinceladas cortó la orejita, y el en quinto vino la locura con inicio de hinojos, y un arrimón final. ¡Qué más da la estocada baja y el descabello! Había que darle las dos orejas y punto. Y el presidente, otro hooligan más no se contuvo.

Ginés Marín parecía el convidado de piedra ante tanto Morantista y partidarios de Roca Rey. Pero este torero tiene grandes cualidades, aunque como a sus compañeros, los toros no le eran propicios para el triunfo. Dejó destellos de clase y torería sobre todo al natural, y con el sexto poco pudo hacer ante un astado que llevaba siempre la cara arriba y no permitió el lucimiento del torero extremeño. Habrá que verle en otra ocasión.

Había una mariquita en Sevilla -en su época no era un insulto llamarla así-, la Esmeralda, graciosa como ella sola, que contaba chistes y sus cassettes eran material preciado en las ventas de carretera, compitiendo con Los Chichos, Juan Pardo, o el mismísimo Manolo Escobar. Un buen día, el genial Manolo Summers rodó una trilogía de películas con cámaras ocultas. En una de ellas, la escena acontece en Sevilla, donde una calle ha sido puesta en cuarentena por unos casos de la “atípica”. La voz en off apuesta a que más de uno se baja los pantalones, porque motivado por el contagio, a todo aquel que se saltase el supuesto control de acceso había que ponerle una inyección cuya aguja daba miedo. Y fueron pasando los inocentes parroquianos, bajándose los pantalones. Tan “güena” gente eran que solo les aplicaban un algodón húmedo, para que pareciese real, y se lo tragaban. Hasta que pasó por la calle la Esmeralda, la auténtica, y formó un lío gordo. Cuestionó todo y tras una larga discusión se negó a bajarse los pantalones y siguió su camino. El remate fue cuando le enseñaron la aguja. “¿Eso es una “indisión”?, eso es una estaca. Y eso es lo que hay en la fiesta en El Puerto. Inocentes transeúntes que a la mínima se baja los pantalones, tragan por lo que les digan, y se van a su casa tan contentos porque les vacunaron. Excepto La Esmeralda, una excepción ante tanto borrego con pañuelo incluyendo a los del palco.

 

FICHA DEL FESTEJO

Toros de Núñez del Cuvillo. Correctamente presentados. Casi lleno.

MORANTE DE LA PUEBLA: Ovación y saludos; oreja

ROCA REY: Oreja; dos orejas

GINÉS MARÍN: Oreja tras aviso; ovación