Iniciamos la rutina, la cual, verdaderamente, nunca se pierde, solo que centramos la atención en otras cosas y solemos pensar, erróneamente, que la vida se detiene entre aromas de vino fino y rebujito, o manzanilla, cerveza, refrescos… o nada, para los que se molestan por todo.

Como digo, sigue la rutina, y sale a la luz el nuevo puente, algo que ya se ha comentado en varias ocasiones, y que, de momento, será para el tráfico rodado, supuestamente para servicios públicos y emergencias, salvo nuevos criterios.



La polémica, cosa sana, y que siempre debe existir, está servida. Ahora llega el momento de criticar, siempre desde el mismo lado, o sea el opuesto al otro. Voces ilustradas dirán que colapsará El Puerto, que la ciudad no necesita unirse con Valdelagrana, que hay cosas más importantes… y eso me recuerda a las viejas crónicas de aquellos lejanos días del puente de barcas, el que, para alegría de alguno, terminó derrumbándose, para luego levantarse con mayor costo y mejor servicio, pero dio de sí, y el y ya lo dije, estuvo en boca de algunos.

Ahora, más de lo mismo. Aún así, mi opinión es la de la necesidad, y por un tema más sentimental y de actitud que práctico o necesario. Desde que Valdelagrana existe, ha sido como algo lejano. Y había dos motivos, el primero era que el río dividía la Diócesis eclesiástica, produciendo que los vecinos de Valdelagrana tuviesen distinto Obispo al de sus conciudadanos y vecinos de la ciudad.

Por otro lado, llegar al puente, coger la que fuera carretera Nacional y llegar a Valdelagrana, para algunos, se nos antojaba lejano, más por sentirnos así que por la realidad.

No éramos pocos los que nos sentíamos más cómodo desplazándonos a Jerez que a Valdelagrana, algo que superé cuando viví unos años en aquella zona, pero siempre, el cruzar el río, me dio sensación de ir a una ciudad lejana. La pasarela, para mí, tiene el mismo sentir, y, aun así, un puente que una las dos orillas, desde la propia ciudad a la zona de Valdelgrana, me inspira mayor cercanía.

Sé bien que mis motivos, personales, no entendibles, y para algunos, supongo que absurdos, son los que tengo y expongo. Pero muchos olvidan que, lo mejor del acalorado debate, será que ni para unos ni para otros, pues supongo, y quizás me equivoque, moriré antes de verlo terminado.