Los resultados de Eurovisión no han sido una sorpresa. Ya hemos tenido resultados similares, al fin y al cabo, no somos un país que políticamente merezca apoyos o palmaditas en las espaldas, y, aunque no se descartan por parte de Europa azotes tipo zorra, ya nos lo damos nosotros solos.
Además, solemos ser de los que usamos la crítica constructiva, como por ejemplo en Londres, en donde usamos un ritmo de tango en plena guerra de las Malvinas, vamos, más que nada por tocar las gónadas. O como el año que nos cachondeamos y ridiculizamos tan vetusto concurso mandando un chiquilicuatre, literalmente hablando.
Tampoco podemos olvidarnos del pollo surfero que llego a gallo, y que al parecer fue una elección de solo sí es sí, así que sí, este. Pero… cómo llevarnos las manos a la cabeza por esto cuando estamos ante un concurso no exento de polémicas, y que cada año nos deleita con artistas de los que luego reniega hasta su madre, como el año de aquel Pokemon con coletas que actualmente no sabemos que regenta, si un video club o una cadena alimentaria, o cuando ganó aquella esbelta joven de bello y barbudo cutis, vamos algo de lo más normal del mundo, pero vamos, en aquel momento había que apoyar, y ahora abuchear.
El sin fin de excentricidades va desde hacerle la pelota al este, con su mezcla de patinadores con violines, a hacérsela a los hijos de AC/DC de música estridente y olvidada. Es tal el cúmulo de situaciones que lo de España se queda en pañales, la canción ni la escuché, y ha sido más el revuelo generado por la nueva moral enfrentándose con la vieja moral, que realmente la calidad artística, la cual desconozco.
Vivimos en una sociedad confundida con nuevos cancerberos de la verdadera fe, inquisidores del beatifico comportamiento, para los cuales es delito la mirada lasciva, pero arte el decir ven paca perra que te quito las bragas y te doy tacatá, ojo, pero a ritmo de reguetón, porque si el príncipe le da el beso a la princesa es delito por no ser consentido, y si me hago un rosario con tus dientes de marfil, a la cárcel por incitación a la violencia… lo demás es arte, ambrosia para nuestros oídos, y dale dale que te pongo el bebe mirando a Cuenca, morena. En fin, para los que no entendemos de arte más nos vale callar, porque, visto quien ha ganado al menos he conseguido resolver un trauma infantil.
He comprobado que las zorras en el corral no ganan, pero he descubierta a la madre de aquel pollito rosa que me compró mi abuela en la plaza, y del que nadie supo decirme de donde salió… pues jamás vi gallinas rosas o azules, pero, por fin la encontré.
Creo que España, después de todo, tiene suerte, y hay ciudadanos de otros países mas asombrados que nosotros. De todos modos, enhorabuena al hijo chico de la gallina Caponata, aunque siendo Nemo, seguirá buscando a su madre por los océanos.