El tiempo no acompaña, se anuncian fuertes lluvias en todo el territorio nacional, y así, con la pasión por los suelos, y, en otros casos, la fe intacta, todos los cofrades mirarán al cielo.
Son estos momentos, cuando la ilusión, el trabajo y la esperanza están a punto de culminar, cuando se pone a prueba el verdadero sentido de las Hermandades de penitencia.
Ya están superados aquellos viejos tópicos que nos mostraban a Hermandades centradas en una sola semana al año, superados también el centrar los esfuerzos en la Salida Procesional, y, aun siendo verdad que la Hermandad encuentra su mayor apogeo en la exposición al público de su fe, no es menos verdad en que hoy día es mucho más.
La callada labor social durante todo el año, las campañas de navidad, las ayudas, y un largo sin fin de actos encaminados más a formarse como católicos, que en aprender a mantener una cofradía en la calle, llenarán el año y los corazones.
Las cofradías del siglo XXI se asemejan más a aquellas agrupaciones de sus orígenes, y no me refiero a los fundacionales, sino al sentido gremial, solidario y protector que dio origen a las mismas, y que, poco a poco fueron perdiendo su verdadero sentido para convertirse en meros cortejos, que pasaron de ser lo de menos a lo demás.
Claro que se sentirá el no poder salir, si finalmente la lluvia se convierte en un hecho y no en una posibilidad, claro que la frustración se adueñará de quienes sueñan con un día grande, pero eso, todo eso, resultará anecdótico, un pequeño revés que reforzará aun más los esfuerzos en otras actividades, actos y labores. ¿Quién sabe qué pasará?, llegará, no llegará, escucharemos la voz que anuncia, “este año no salimos”, quedará todo en un rosario, en un vía crucis por el templo, o finalmente los cielos se abrirán en el momento oportuno.
Da igual si lloran los cielos, pues la hermandad, salga o no, seguirá, los Titulares seguirán al lado de sus fieles, y la ilusión por el nuevo curso cofrade, volverá a llenar de ilusión cientos de corazones. No da igual salir o no, dolerá, y aun así, si el cielo quiere llorar, que llore… la procesión siempre va por dentro.