Todos los días paseo por esta ciudad. Es algo que ya forma parte de mi rutina diaria, y me agrada. Y aunque paseo por el río, no he tomado nunca un largo paseo que me lleve de punta a punta y me enlace con la playa de La Puntilla.
Hoy por primera vez decidí tomar la ribera del río. Sé que en muchas ocasiones he paseado por esa zona, pero me propuse comenzar desde el principio. Me sorprendieron las vallas que aun cierran el paso a la zona de madera, pero al llegar a la hermosa fuente que hay tras finalizar el parque de Calderón, las vallas me obligaron a desviarme. Tras bordearla me encantó como está quedando todo.
Mi nueva sorpresa llegó al llegar a los Catamaranes, en donde una verja me obligaba a bordear la antigua lonja. Aun así, no comprendía, con el buen aspecto que tiene todo, tener que ver esas cuadernas rotas y podridas del que fuera ese mítico vapor, pero que actualmente presentan un aspecto vergonzoso y que deberían ser retiradas. El aspecto es dantesco. Sin embargo, el puentecillo me pareció muy agradable.
Seguí paseando, y abierta la reja de las dependencias del Club Náutico, continué mi paseo. En mi mente marqué la ruta, que, llegando al paseo de Tejada, entraría en La Puntilla, y si mis piernas lo permitían, llegaría hasta Puerto Sherry. Pero al terminar las dependencias del Club Náutico, y bordear el edificio que hay antes del Paseo de Tejada, una valla me dejó encerrado en un callejón sin salida, tenía que volver sobre mis pasos.
La frustración se apoderó de mí, la desgana me llevó de nuevo hasta la calle Luna, un poco decepcionado por la forma tan brusca en que mi paseo estaba llegando a su fin. Supongo que habrá que tener paciencia y confío en poder vivir lo suficiente para poder realizar esa ruta que me encantaría hacer.
De hecho, he decidido no tomar ese camino hasta por lo menos después del verano, pero me temo que en esas fechas aún no estará terminado todo. Prefiero no volver a tomarlo a frustrarme como hoy.