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Vi hace pocos días el último estreno de Woody Allen, su obra 50, Golpe de suerte (2023) (que comento abajo), una película que nuestro director de 89 años convierte en especie de celebración de sí mismo, con la mirada turbia y sobrecogedora de otras obras suyas como Match point (2005) (hermana mayor de esta, que comento también): el mundo del amor, el crimen, la inmoralidad y un retrato del lado peor del ser humano.

El mismo Allen reconoció que Golpe de suerte puede leerse como una continuación espiritual de Matchpoint: “Ambas van de los caprichos del amor y de la suerte, y de cómo nos impactan mucho más de lo que nos gusta reconocer”.

Ambas obras tienen desarrollos siniestros y la narración discurre con fluidez, con cadencia, se nota que están realizadas para el disfrute del espectador aficionado al cine.

Hay otras películas igualmente turbias en la filmografía de Allen, que me reservo para otra entrega.

GOLPE DE SUERTE (2023). Tras haber visto la última película de Woody Allen y a pesar de tanta crítica negativa sobre ella, afirmo es que es una gran película que aborda el tema del amor, de la familia, del crimen, la inmoralidad y en forma particular, del azar.

Nos sitúa en París, comienza con el encuentro casual entre Fanny (Laâge) y Alain (Schneider), antiguos compañeros de instituto; el reencuentro es una grata sorpresa para ambos, que se ponen al día de sus vidas. Ambos han estado casados, ella dos veces y en la segunda vez, su actual marido la ha ayudado a superar su fracaso anterior. Alain disfruta de su soltería y de su vida bohemia como escritor, y no tarda en confesarle a Fanny que siempre estuvo enamorado de ella.

Ya en casa de ella conocemos a su esposo, Jean (Poupaud), un hombre maduro con el cual Fanny forma una pareja estable y aparentemente ejemplar. Son gente rica, van a lujosas fiestas, se codean con personas de postín y parecen felices.

Fanny, que trabaja en una casa de antigüedades vuelve a ver una segunda vez a Alain, quien de nuevo le declara el amor e intenta seducirla con palmario descaro. En un punto, ella se pasa el día pensando en el chico y se plantea otra vida, lo cual la lleva a engañar a su esposo. O sea, no tarda en ceder a los encantos y la juventud Alain y parece decidida a dar un paso adelante.

Pero claro, la vida estable de Fanny se viene abajo con este romance, y se le nota bastante. Ahora iremos descubriendo a un marido cada vez más alerta a las señales y comportamientos que la esposa exhibe, como cierto nerviosismo, ausencias, mentiras infantiles, frialdad, etc.

El marido, con una tipología de sujeto quisquilloso, hombre obsesionado por el control, acaparador, intuitivo y malicioso, se da cuenta que las cosas no marchan y se dispone a investigar los movimientos de Fanny, cosa que finalmente a través de detectives, con consecuencias nada halagüeñas: triángulo amoroso, celos e infidelidad...

Allen subraya en la trama un importante detalle del pasado de Jean: la desaparición de un antiguo socio, un misterioso acontecimiento que le ayudó a prosperar y, a la vez, enterrar un posible fraude que lo habría encausado con consecuencias penales para él.

En la historia está la madre de Fanny, Aline (Lemercier), una mujer inquieta y curiosa, que logrará sembrar la intriga en el relato. Pues justamente, cuando se produce el “affaire” amoroso de su hija, ella anda por allí, Fanny se lo cuenta y la mamá se revela como una inesperada y sagaz detective, cuando Alain desaparece inopinadamente.

En esta cinta es muy importante el conflicto moral, la reflexión y la culpa. En la evolución de los personajes, pesan las consecuencias que tienen que ver con sus actos deshonestos.

También es una obra sobre el azar, sobre cómo nuestras vidas están sujetas y determinadas por "golpes de suerte", recordándonos que no controlamos nuestro destino. Como dijo en cierta ocasión Allen: “La vida está llena de miseria, soledad y sufrimiento, y todo termina demasiado pronto, pero tal vez el horizonte de la felicidad dependa de la suerte”.

Actores muy interesantes todos, donde destacan: una bonita y expresiva Lou de Laâge como Fanny; Niels Schneider muy metido y convincente en su rol como el antiguo enamorado de la joven en el instituto; Melvil Poupaud bien elegido como marido poderoso y peligroso: muy eficiente; y como madre metomentodo, estupenda Valerie Lemercier.

Como apunta Boyero, el filme: “Posee frescura, ironía, situaciones complejas y una narrativa que respeta la inteligencia del espectador”. Todo lo cual demuestra que Allen no ha perdido el gusto por las tramas enrevesadas e ingeniosas en las cuales el romanticismo se mezcla con la cara oscura del espíritu humano, la malignidad y la intriga, lo cual alumbra una mezcla de thriller y comedia negra, con cierta parodia de ambos géneros. Hay frescura, ingenio, lucidez, ironía, y un sensacional montaje tragicómico.

Entretiene, es agradable de ver, una producción de calidad y Vittorio Storaro al mando de la fotografía para que todo luzca estupendamente, interiores con tonos cálidos, en contraste con la frialdad de los escenarios opulentos y festivos.

La banda sonora permanece en consonancia con el ambiente desenfadado de la historia y el estribillo de "Cantaloupe Island", el clásico de Herbie Hancock, que sirve de fresco intermezzo entre varias de las escenas.

La película juega con un tono ligero y se balancea entre géneros, con la habilidad habitual del cineasta. Un ritmo narrativo atractivo. Y es que solo con la escena final, ya merece la pena ir a verla.

Publicado en FilmAffinity.

 

MATCH POINT (2005). En los inicios de la cinta, parece que Allen nos quiere amigar con el personaje del filme, Chris Wilton (Meyers), un tenista retirado del circuito profesional que llega a Londres con grandes aspiraciones (sabremos pronto que es un sujeto arribista y amoral). Hombre joven con una vida alegre, dinámica y deportiva. Nos resulta también atractiva la joven (soberbia presentación de Johanson), que es el núcleo de relato.

En la historia Chris (Meyers), profesor de tenis de escasos recursos pero codicioso, por su amistad con el rico Tom Hewett (Mattew Goode) se introduce en la alta sociedad británica. Muy pronto seducirá a su hermana Chloe (Mortimer). Tom sale con la bella norteamericana Nola Rice (Johansson), que aspira entrar en la alta sociedad por medio de un matrimonio interesado. Pero Chris no tarda en encapricharse también de Nola. Aquí los acontecimientos se precipitan, con el ambicioso Chris saltándose todas las líneas rojas.

La historia es una cancha de tenis. La bola tropieza con la red central y puede caer a un lado o al otro de la pista. Si va para el otro lado ganas; si cae en el tuyo, pierdes. Sencillo. La vida sujeta por el tamiz menudo de una red de tenis y de la suerte-azar, como decíamos también en la anterior película comentada.

Allen consigue un filme desasosegante con esta idea en apariencia simple, una pelota de tenis dubitante, cosa de azar, pero aplicado a una trama cruel. La suerte se enfrenta al raciocinio de los personajes y de los espectadores. Narrado todo en forma perfecta, nada sobra. Hay mucho talento.

Una de las mejores películas de Allen que dirige magistralmente este drama-tragedia romántico, con un guion de su misma autoría y un análisis descarnado de los límites a que puede llevar la ambición.

De cómo un arribista escala a lo más alto del nivel social sirviéndose de sus dotes de fingimiento y ayudado, no poco, por la suerte. Una exposición inocente del azar y su capital relevancia es lo que se va sucediendo entre los personajes.

Al principio, Allen recurre a un trivial intercambio de parejas. Pero ya en ese juego en apariencia intrascendente, se mete en un lúgubre túnel del que pronto no habrá salida.

El espectador es llevado de la mano de la trama por un mundo de pasiones, relaciones interesadas, sexo y avaricia, para introducirlo en un enredo sórdido donde el ansia de ascenso social del protagonista produce una turbación “in crescendo”. Va a suceder de todo y nada bueno.

Amores, amistades, ventajas en el trabajo, ascenso social, enfrentamientos, rupturas y desdicha. Pues lo que parece al comienzo, como que fuera un retrato social en tonos pastel y sabor dulce, en la mitad del metraje se convierte en una pintura más negra que las del maestro Goya.

Grandes interpretaciones. Jonathan Rhys Meyers muy acertado en su rol de tenista sociópata; Scarlett Johanson tan preciosa como excelente actriz, físicamente abrumadora y que será la gran víctima; estupenda Emily Mortimer. Acompaña un elenco sensacional con actores y actrices de lujo como Matthew Goode, Brian Cox o Penelope Wilton, entre otros.

En la trama ha de haber, como en el deporte, un perdedor. Sólo habrá victoria cargándose al adversario, incluso utilizando medios nada ortodoxos. Pero en el caso de esta obra, lo que se solventa es la ética perversa dominante en una sociedad que carece de escrúpulos.

Película, en fin, compleja, muy bien narrada, con intrincadas reflexiones sobre la moral y las profundidades del hombre, un relato que atrapa. Allen le da a esta película una importante carga trágica, lúcida y punzante. Además, resulta entretenida, interesante y genial: un afilado retrato de la condición humana. Obra maestra.

Más extenso en revista ENCADENADOS.