El portuense Carlos Molina, aficionado a la bicicleta de montaña y participantes en pruebas deportivas, ha completado el Camino de Santiago en bicicleta por la Vía de la Plata en una semana, y haciendo una media de 150 kilómetros por día y jornada.

El propio Molina, de 46 años de edad y copropietario junto a su hermano de la tienda Bicikultura, asegura que "desde muy joven me aficioné a la bicicleta de montaña y rápidamente empecé en el mundo de la competición de Mountain Bike", llegando a ser campeón de España y Andalucía en esta modalidad.

Su objetivo ha sido "hacer el camino desde El Puerto hasta Santiago de Compostela por la vía de la Plata, saliendo desde la puerta de mi casa, que es desde donde dicen que debe iniciar el camino cada peregrino", tras haber hecho, hace unos años, el camino "por la ruta del Norte, también en bicicleta". Así, la objetivo de Carlos Molina fue "planificarlo para hacerlo en el menor tiempo posible y decidí que una semana sería suficiente, con la idea de hacer unos 150 kilómetros diarios".



Sin duda, el reto ha sido "hacerlo en solitario, que es la única forma de saber hasta dónde puedes llegar", a pesar de confesar que "me encanta salir a montar en bici con amigos y compartir aventuras".

En resumen, "a lo largo del camino vives aventuras que te marcan y cada kilómetro queda en el recuerdo para siempre". De hecho, su recomendación a todos los que estén pensando en este viaje a "que pruebe y que lo haga, si no es completo, algún tramo, y por supuesto, si lo hace en bici, mucho mejor". Carlos Molina destaca que "las sensaciones, al llegar al fin, y ver esa última puesta de sol en el mar, son muy contradictorias, porque por un lado tienes muchas ganas de terminar, tras muchos días largos de gran esfuerzo, soledad y ganas de volver con la familia, pero por otro, ves que se acaba la gran aventura".

La equipación cargada de equipaje y agua ha supuesto un peso de 19 kilos.

El portuense arrancó su viaje el 1 de abril, a las 8.00 horas, cumpliendo la etapa El Puerto-Castilblanco de los Arroyos (Sevilla), haciendo 158 kilómetros, suponiendo 1.050 metros de desnivel. La segunda etapa, el día 2, supuso recorrer 159 kilómetros con 1.600 metros de desnivel entre las localidades de Castilblanco y Torremejía (Badajoz). El tercer día, el 3 de abril, el portuense recorrió 141 kilómetros con 1.250 metros de desnivel entre Torremejía y Grimaldo (Cáceres). La cuarta jornada, el día 4, desarrollada entre Grimaldo y Fuenterroble de Salvatierra (Salamanca), cumpliendo 131 kilómetros y un total de 1.630 metros de desnivel. La quinta jornada, el 5 de abril, supuso llegar desde Fuenterroble a Tábara (Zamora), recorriendo 165 kilómetros, con un desnivel de 1.175 metros. La sexta etapa, el 6 de abril, estuvo comprendida entre Tábara y La Gudiña (Orense), suponiendo 135 kilómetros, con 1.545 metros de desnivel. La séptima jornada, el 7 de abril, el portuense recorrió los 149 kilómetros que separan La Gudiña y Lalín-A Laxe (Pontevedra), con 2.500 metros de desnivel. La última jornada, el día 8, entre Lalín y Santiago de Compostela, llegando hasta el faro de Finisterre, suponiendo el final del camino, supuso 135 kilómetros, con 2.395 metros de desnivel. El recorrido total ha supuesto 1.140 kilómetros, con 13.300 metros con desnivel.

Por otro lado, destaca que "al ir acercándome al final e ir aproximándome a Santiago de Compostela, vi que el ritmo había sido algo mejor de lo que me esperaba, gracias a la climatología, había avanzado diariamente más de lo previsto, por lo que el penúltimo día decidí que podría alargar el recorrido hasta el cabo de Finisterre, que es donde realmente se acaba el camino y era considerado el fin de la tierra". Dicho y hecho, "con paso obligado por la Catedral de Santiago y sellar la credencial del peregrino, para obtener la Compostelana, a las 14.00 horas me dispuse a hacer los 100 kilómetros que faltaban hasta Finisterre, y allí con la puesta de sol terminar el camino".

"Pedalear, pedalear y seguir pedaleando"

Carlos Molina confirma que "el día a día ha sido básicamente pedalear, pedalear y seguir pedaleando", confesando que "realizar el camino en este tiempo ha sido todo un reto personal, que no sabía que sería capaz de conseguir, ya que nunca antes había realizado algo parecido, sin ninguna asistencia y de manera solitaria". De hecho, "había estado en competiciones de Mountain Bike por etapas, pero esto no tiene nada que ver".

Además, explica que "el recorrido realizado ha sido todo por carreteras secundarias o pistas de tierra en buen estado, siguiendo la Vía Augusta hasta Sevilla, para continuar por la Vía de la Plata hasta Santiago".

Preciosa imagen captada durante el camino.

La bicicleta con la que ha viajado Carlos Molina es "una tipo Gravel, que básicamente es una bicicleta tipo de carretera, con neumáticos adaptados para coger por caminos en buen estado". Según explica el deportista, "hay que tener en cuenta que el camino que hacen los peregrinos a pie no es apto en todo su recorrido para la bicicleta, pues sería necesario bajarse y caminar o incluso cargar con la bicicleta a cuestas por zonas muy complicadas, como escaleras, ríos, alambradas, etc., lo que hace que sea difícil salir con una ruta planifica al cien por cien y hay que ir decidiendo la mejor opción conforme avanzas".

Por ello, Molina salió de casa "con una estimación de las distancias que podría recorrer cada día, pero sin concretar hasta dónde llegaría, con lo que las paradas las fui decidiendo conforme avanzaba". Por tanto, el portuense ha ido sorteando etapas conforme a lo planificado y a la estimación diaria.

En cuanto a la preparación del viaje, confirma que "a nivel físico sinceramente no he realizado ninguna preparación específica, ya que mi dedicación a las competiciones me ha dado la base para poder hacerlo. Y a nivel mental, el hacerlo solo también es todo un reto".

Objetivo cumplido.

Según relata, la bicicleta con la equipación cargada de equipaje y agua ha supuesto un peso de 19 kilos. El equipaje ha estado compuesto de "ropa de bici, dos mudas, una de verano y otra de invierno, la cual lavaba a diario, y otra muda con ropa de calle para cuando llegaba a los albergues", además de "herramientas y algunos repuestos para solventar alguna posible avería, además de no olvidar un saco de dormir, ya que en muchos albergues te encuentras la litera pelada". De hecho, "la mecánica de la bicicleta ha ido perfecta y solo he tenido un pinchazo a las dos horas de iniciar la primera etapa, cuando solo llevaba 50 kilómetros".

El camino ha ido bastante bien, de hecho "por suerte los problemas han sido pocos, algún rodeo por perderme en un pueblo o alguna etapa que me quedé sin agua", por lo que el resultado ha sido bastante positivo.

Buen clima y buen espíritu del camino

En cuanto a la climatología de esta semana de viaje, "he tenido mucha suerte, ya que no ha llovido, que es lo peor que me podría haber pasado". Con todo, "he tenido algunos días con bastante viento de cara, que ralentizaban bastante la marcha y he tenido que pedalear con temperaturas muy diferentes, desde un grado por las mañanas en la zona de Cáceres a los 35 grados a mediodía por Sevilla".

Por las tardes-noche, el portuense ha parado en los albergues de peregrinos que hay repartidos por cada etapa. "En los albergues específicos para peregrinos es donde más se vive el espíritu del camino y es lo que recomiendo a todo el que decida hacerlo". Como anécdota, informa que "en los albergues, los peregrinos que van a pie madrugan bastante, pero para ir en bici es necesario que haya amanecido", por lo que "me levantaba sobre las 7.00 horas para estar pedaleando a las 8.00 horas aproximadamente y llegar al siguiente albergue a las 18.00 o 19.00 horas, con el tiempo justo para la ducha, lavar la ropa, cenar y planificar el día siguiente".

Finalmente, admite que a lo largo del recorrido, "he encontrado peregrinos de muchas nacionalidades, pero es curioso que los que hacen el camino completo en su mayoría son extranjeros, muchísimos alemanes y franceses, españoles los que menos".