Beltrán Gómez.- Dicen que, a medida que crecemos, la percepción del paso del tiempo cambia. Poco a poco, y conforme la vida pasa, tenemos, en demasiadas ocasiones, la sensación de vivir ahogados en la cotidianidad del día a día, luchando por robarle tiempo al tiempo y tratando de solventar cada cual sus problemas de la mejor manera posible. Todo ello, mientras intentamos, cuando se puede, hacer aquello para lo que se supone que está hecha la vida: disfrutar con los nuestros y dedicarle tiempo a aquello que nos apasiona.

En esta monotonía diaria, que muchas veces nos ahoga y nos oprime, el ser humano, de manera casi innata, ha aprendido técnicas para sobrevivir de la mejor manera posible. Personalmente, uno de estos atajos mentales que siempre me ha fascinado, y que creo que es una de las cualidades que hace que podamos sobrellevar cualquier situación y avanzar, es la capacidad que tenemos de olvidar aquellos episodios traumáticos de la vida, recordando solo lo bueno y pensando que aquellas cosas de las que hoy disfrutamos siempre nos pertenecieron en el pasado.



En el caso de las ciudades pasa un poco igual. Existe un imaginario colectivo que es el que configura la idea general que se tiene sobre la ciudad. En este imaginario, se tiende a obviar demasiado pronto y a tomar como naturales aquellas novedades que hacen que hoy se viva mejor, olvidando todo aquello que en el pasado fue un tormento para los vecinos.

En El Puerto por ejemplo, parece que es ya un tema tabú hablar de cuando la gente se iba a ver la cabalgata del día de Reyes a Jerez, de cuando en el centro nadie se atrevía a invertir, de cuando no había ni una sola actividad que dinamizase la ciudad entre septiembre y junio, de cuando no había conciertos en verano, de cuando la entrada por Pozos Dulces parecía un campo de batalla, de cuando no teníamos estación de autobuses, de cuando no había mantenimiento en nuestras calles, de cuando tuvimos una rotonda años destrozada por un accidente, de cuando las empresas cerraban y dejaban desiertos los polígonos, de cuando teníamos uno de los ayuntamientos más endeudados de la provincia. Al fin y al cabo, de cuando El Puerto no avanzaba.

El tiempo pasa, la vida sigue y las cosas cambian, sin embargo, por mucho que olvidemos lo malo y solo recordemos lo bueno, es muchas veces importante hacer este ejercicio de memoria y recordar, de vez en cuando, de dónde venimos, hacia dónde vamos y preguntarse a uno mismo cuál es el rumbo que quiere para su tierra.