[Lee aquí los capítulos anteriores] Últimamente paseo bastante con “El Bigotes”, y nos gusta acercarnos la zona del Parque Calderón, mientras mi amigo me cuenta viejas historias de cuando los barcos se perdían de la vista, tanto en una como en otra banda, así como de aquellos paseos por el parque y por luna, en donde había todo tipo de bares y quioscos, miro el río y sus obras.

Supongo que habrá un proyecto y una maqueta, pero me da igual, la verdad, el simple hecho de poder pasear algún día mirando el río, y sin coches estorbando me parece fantástico. Claro está que habrá que buscar solución al aparcamiento, pero supongo, igualmente, que ya existirán opciones.



Me pregunto por qué nadie lo había hecho antes, a lo que “El Bigotes” me contesta que ya el cacique corrupto de Hernán algo hizo, cada día me asquea más la política, y los comentarios llenos de fanático odio hacia quienes no tienen el mismo color político.

Aun así le pregunto por los demás, pero ya se le agotan las ideas de descalificativos, unos porque piensan diferente y otros no hacían porque los que piensan diferentes no les dejaron. De momento, como simple ciudadano, escaso conocedor de la historia de España, que pienso intentar comprender, sin interferencias, veo como una zona como era la entrada se adecenta, al menos se puede mirar; el río, cobra importancia; las bellas murallas del fortín que se encuentra en la playa, al parecer comenzará a restaurarse… en fin, porque ninguno de los anteriores hizo al menos una pequeña parte.

No sé, ni creo que tenga esto nada que ver con la política, pues esta solo sirve para enfrentar a los hombres, esta, por así decirlo es como una guerra silenciosa, entre los contendientes enfrentados sin dejarse trabajar… y en las que el único que realmente paga las consecuencias, es el pueblo.

Por una vez, “El Bigotes” me da la razón, el día que los políticos dejen de pelearse, y se dé lo pueril y simple de mi comentario, las ciudades crecerán y serán más agradables.