Aprovechando algún estreno sobre el tema de la familia, la entrega de hoy va sobre historias familiares. La familia, unidad social que resiste a extinguirse, aun bajo una gran diversidad de modalidades.
Ya Sigmund Freud evidenció la importancia de las primeras relaciones de sostén, cuidado y amor para el desarrollo ulterior del ser humano. Roles que luego perdurarán con plena vigencia. En las relaciones que se establecen en la intimidad familiar, se conforma la historia infantil, a la que remiten los futuros avatares, duelos y síntomas de la adultez.
La familia desempeña un papel central en la construcción de la subjetividad, mediada por las identificaciones con los padres, la relación de los padres entre sí, y el papel desempeñado por cada miembro familiar, en una red de vinculaciones inconscientes.
Para la entrega de hoy referiré tres títulos interesantes: ¿Y esto… de quién es? (2021), de E. Poulaid-Annau; La gran familia española (2013), de D. Sánchez Arévalo; y Nuestro último verano en Escocia (2014), de A. Hamilton y G. Jenkin.
¿Y ESTO… DE QUIÉN ES? (2021). Comienza esta peli con una madre fuerte y capaz, ocupándose de sus cuatro hijos; una mujer enérgica con un esposo geriatra. La precocidad sexual de los hijos adolescentes, y otros temas candentes: el amor en la tercera edad, el aborto o el desencanto.
Annie Castillon es una mujer satisfecha con su vida. Su matrimonio con el Doctor Laurent es un ejemplo, y sus dos hijos mayores, Maximiliano y César, son muchachos brillantes y sensibles. También Poupi, una púber que hace gimnasia rítmica, y el pequeñín que repite: “gilipollas” para rubor de su madre.
Pero un fin de semana, Annie descubre una prueba de embarazo positiva en casa, lo cual echará abajo la calma habida hasta entonces. A partir de aquí, una retahíla de acontecimientos pondrá a prueba al grupo familiar.
Buena dirección de Emmanuel Poulain-Arnaud, ágil, entretenida la cinta. Con un guion de Noé Debré y el propio Poulain-Arnaud, basado en una idea de Thibault Vanhulle, quien se preguntó: “¿Cómo reaccionar ante el descubrimiento de una prueba de embarazo positiva en casa, cuyo origen se desconoce?”. Y saltarán por alto las certezas familiares.
En el reparto, destaca sobre los demás la interesante interpretación de Alexandra Lamy que encarna con credibilidad, intensidad y carisma una madre de familia numerosa, un trabajo lleno de matices. Phllippe Katerine está muy bien como Laurent, el padre que saca los pies del plato pero que sigue ejerciendo como tal. Y un reparto muy bueno con Matteo Perez o Joaquin Fossi, los hijos mayores.
Ofrece un eficaz entretenimiento con un macguffin gracioso, el hallazgo del test positivo de embarazo, que sirve como pretexto para hacer una radiografía amable sobre la familia.
Su principal valor está en la complicidad fraterna, que es curiosamente incombustible y firme, sobre otros vínculos que se rompen y algunos nuevos que van apareciendo.
De igual modo, la madre orquesta que lo lleva todo adelante, en un punto, no está dispuesta a acarrear alegremente con los cuernos que le pone su marido con una atolondrada psicóloga.
Tampoco hay que olvidar la manera de abordar como algo asumible temas complejos, discutidos y elementos para el drama como el sexo o el aborto. Pero Poulain-Arnaud hace que todo parezca fácil y digerible.
La peli resulta interesante, alegre, con una gran cantidad de parlamentos liosos y algunos graciosos realmente. Y la Lamy encabezando la historia, en el rol de una madre tan insufrible como entrañable, con la que te identificas desde el principio.
Todo ello contribuye a conocer ciertos aspectos de la familia de los que no se suelen hablar, y también a sacar los trapos sucios con un buen equilibrio entre la comedia y la añoranza.
Publicado en revista ENCADENADOS.
LA GRAN FAMILIA ESPAÑOLA (2013). Comedia fresca, sin prejuicios, natural y con notas de humor ocurrentes. Se trata de una atípica familia de cinco hermanos, con un padre moribundo y una frustrada boda, justo el día que la selección española de fútbol ganaba la copa del mundo de fútbol en Suráfrica.
La dirección y el guion de Daniel Sánchez Arévalo, tomando como punto de partida la celebérrima película de 1954 “Siete novias para siete hermanos”, es ocurrente y original. La película demuestra que el cuidado y estilo de Sánchez Arévalo, unido a una coloración de personajes encantadores y complejos, han servido para concluir una meritoria comedia española.
Un tipo de cine libre de complejos, atrevido y moderno y sin caer en la horterada. Y resulta tanto mejor cuanto más intimista. Filme que acaba contagiando su espíritu popular y ese acontecimiento que es ya parte de nuestra memoria colectiva: el gol de Hiniesta que nos dejó con cara de no saber si reír o llorar, en la final del mundial de fútbol de 2010.
Desde luego tiene momentos más acertados y otros mediocres, escenas divertidas y otras de bochorno, y clichés que a veces toman asiento en el guion junto a chistes manidos y un “buenrollismo” que sobra.
Pero a pesar de estas irregularidades, lo más notorio de esta película es su naturalidad y su juventud. Con una España actual, libre, un país que aparte de sus dificultades, tiene una nueva visión del mundo.
NUESTRO ÚLTIMO VERANO EN ESCOCIA (2014). Doug y Abi forman un matrimonio al borde del divorcio, con tres hijos muy particulares que se nutren de las desavenencias parentales, y saben más de la cuenta, a pesar de su corta edad; aparte, son encantadores.
Estos padres, a pesar del peligro que corre su matrimonio y sus constantes discusiones, viajan a Escocia junto a sus hijos, para celebrar el cumpleaños del abuelo de la familia. Una vez allí, comparten una gran reunión familiar y se reencuentran con Gordie, el extravagante padre de Doug, enfermo terminal.
Lo que se había planeado como un festejo incluso con visos de reconciliación, se convierte en un tiempo explosivo y plagado de situaciones dramáticas e hilarantes. En esas situaciones juegan un papel principal los resentimientos familiares, los malentendidos y los maltrechos egos de algunos de los personajes.
En un momento de la historia, los niños, en una excursión con el abuelo Gordie, tienen que afrontar una experiencia inesperada y dramática, cuyos resultados darán un giro a los acontecimientos, y la familia dejará de lado sus diferencias para avenirse.
Andy Hamilton y Guy Jenkin, dos veteranos directores y guionistas de TV, tuvieron aquí su puesta de largo en la gran pantalla, retratando las andanzas de una familia cuyos niños lenguaraces son más cuerdos que los adultos. Niños con unos padres en continua bronca.
Hay diálogos extravagantes, mordaces, realistas y jocosos. Hamilton y Jenkin nos ofrecen un producto entretenido y dan una lección de humanidad y de vida que enternece y emociona. La música de Alex Heffes está muy bien, así como la fotografía de Martin Hawkins, con excelentes panorámicas de Escocia.
El reparto es bueno, tanto los adultos como los niños y jóvenes; chapeau a los directores por su trabajo con unos niños fabulosos; y para un Bill Connolly (el patriarca) convincente; excelente Ben Miller; y sobre todo estupendos Rosamund Pike (encantadoramente histriónica) y David Tennant (natural como padre desbordado): un matrimonio en crisis muy bien interpretado.
Es una comedia divertida con sus dosis de drama. Película de aspecto menor y gigantesco interior, optimista y con buena onda. El argumento no es demasiado sofisticado, pero contiene un ingrediente casi infalible: hacer al espectador testigo y cómplice involuntario de un intento de engaño monumental.
El quid transmitido por el abuelo es que todos tenemos nuestros defectos, pero que eso es lo menos importante; lo sustancial es que la familia se mantenga unida y se quiera. De manera que el consejo milagroso es aparentemente modesto y con una filosofía sencilla que cualquiera puede entender, otra cosa es llevarlo a cabo. En este sentido, al filme no le sobra carga pedagógica, como un libro de autoayuda.
Abuelos niños
Son interesantes las relaciones entre el abuelo y los niños, crucial en el filme. Una reflexión mía es que entre los niños y los mayores hay ciertos paralelismos. Los niños no tienen apenas responsabilidades, como los abuelos, mucho por descubrir y gran capacidad de sorpresa hacia aspectos que a los adultos no les llaman la atención, pues los dan por sentados.
Igualmente, los niños y los mayores son más libres de prejuicios, lo cual que en ocasiones hacen cosas que a los adultos les parecen locuras.
Los mayores están también, como los niños, liberados de las cargas de la mediana edad y gozan de una gran experiencia; con la edad hay más posibilidad de ser libres y menos preocupados del qué dirán, más independientes de la sociedad.
Los mayores son conscientes de que su tiempo es limitado, y lo valoran más; y en vez de preocuparse de asuntos accesorios, van a lo importante. Son más avanzados en el desarrollo de su ego y con más sentido de trascendencia, pues están ligados, no a sus deseos egoístas, sino a valores vinculados la vida, a lo universal, a las personas y a veces, a Dios.
Los adultos son otra cosa, lo cual se ve en el filme: el trabajo, la economía, los problemas conyugales, responsabilidades diversas, incluidos los hijos, e inmersos en sobrevivir a su lucha cotidiana. Tienen poco tiempo para reparar en lo fundamental.
Entonces, esta película es también una especie de homenaje a los extremos de la vida: la niñez y la vejez. O sea, una sugerencia a aprovechar los momentos al lado de los que verdaderamente amamos, a disfrutar de la naturaleza, no olvidar reír, sacar más tiempo para disfrutar de las cosas hermosas que la vida nos ofrece, pues el tempus fugit es una realidad, pasa la vida y luego ya no hay tiempo. Como dice en el soneto XXIII de Garcilaso: “… coged de vuestra alegre primavera/ el dulce fruto, antes que el tiempo airado”.
Aprovechar la vida, no desperdiciarla, ni dejarla escapar, pues no hay vuelta atrás. Estas son reflexiones que se filtran en la relación de los niños y el abuelo.
Con un protagonismo muy importante de los niños, la cinta es una saludable mezcla de cine popular y reflexión social, con situaciones insólitas que dan en ocasiones a punzadas fuertes.
Una historia entrañable, con diálogos raudos y emotivos, que nos dibuja a una familia con sus temores, angustias y errores que al final parecen los nuestros, como si fueran el paradigma de nuestra propia familia.