Una de mis escenas favoritas de la película ‘Casablanca’ es cuando el policía francés cierra el Café de Rick presionado por los nazis argumentando “qué escándalo, aquí se juega”, mientras recibe un sobre con la comisión que el propio Bogart le paga por hacer la vista gorda al casino ilegal que hay en la trastienda.
Pues ahora he visto lo mismo: “¡Qué escándalo, un político que ha cobrado sin ir a trabajar!” claman algunos concejales y asesores desde la barra del bar donde se toman su segundo cafecito de la mañana.
Este país, y ya no digo este El Puerto de Santa María, lleva un tiempo en el que todo vale para acercar el ascua a la sardina de cada uno. Llevamos tanto tiempo radicalizados en nuestras ideas y enfrentados a las del resto que da igual lo que pase, se diga o se sentencie, al final solo hay una verdad absoluta: la mía.
Todo esto viene a cuento de la sentencia sobre David de la Encina del Tribunal de Cuentas. En su día ya me posicioné sobre el tema y no voy a ahondar más en un tema que, cabe recordar, surgió justo antes de las pasadas elecciones municipales y, siempre con la sospecha, de que tenía un origen más de fuego amigo que enemigo.
Pero cuando se ven algunas explicaciones sobre esta sentencia, a uno le queda la sensación de que algo no cuadra. Cada opinión es libre y cada cual dice lo que le parece o interpreta lo que le conviene. Yo, el primero. Pero me cabrea ver cómo se valoran algunas cosas sin reconocer la totalidad.
Estos días he leído cómo se pone en tela de juicio no una sentencia sino a todo un tribunal porque sus miembros son designados por los políticos… como pasa en el CGPJ o en el propio Tribunal Constitucional. Es decir, si la sentencia me agrada “es la justicia quien habla”, como se oye en el caso de los Ere andaluces. Si no me agrada, es que el tribunal está politizado.
Otros prefieren ver lo que les interesa, que De la Encina cobró sin ir a trabajar. Y es cierto, pero la sentencia también dice que el trabajo que se debía hacer se hizo, que en el fondo es para lo que se le paga, para hacer un trabajo. Como mucho al ex alcalde se le puede acusar de haber sido un ‘adelantado’ del teletrabajo, pero no de no hacer su trabajo. [Los 40 días y 40 noches de David de la Encina]
David de la Encina cometió un error, y así lo dije en su momento, pero no hizo nada ilegal. Su mayor delito fue confiar en quienes le rodeaban y le acabaron traicionando. Pero eso no es sancionable penalmente y si en su momento otro tribunal (imagino que elegido de la misma forma que el de Cuentas) decide que sí lo es, pues deberá asumir sus consecuencias. Lo dije entonces y lo mantengo ahora.
Hay elecciones municipales a la vista y muchos nervios dentro del Ayuntamiento, quizás porque algunos pasan más tiempo mirando de soslayo a sus propios compañeros de partido que trabajando. Y solo hay que salir a la calle y ver cómo está El Puerto, y sobre todo cómo están los portuenses de enfadados con esta ciudad, para darse cuenta de que algo no funciona.
¡Qué escándalo. Un político que cobra sin ir a trabajar! Pues sí, puede, o más bien debería, ser un escándalo. Pero cuando lo oyes de quienes tienes la sospecha de que van a seguir sin trabajar ni hacer su trabajo, el escándalo suena muy falso.