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La comedia popular española de los años 60 y primeros 70 tuvo enorme éxito, con índices de audiencia envidiables, que cada vez que se programan más por TV. Algunas de ellas son equivalentes al estreno del que hablaré hoy (“Llenos de gracia”): sobre una rebelde, bienintencionada y todo corazón hermana Marina (una excelente Carmen Machi). Peli digna sucesora, digo, de El padre Manolo (1966), de R. Torrado, con Manolo Escobar; o la muy popular, Sor Citroën (1967); o, ¡Se armó el belén! (1970), de J.L. Sáez de Heredia.

Es de agradecer que, en este verano, Roberto Bueso recupere para la pantalla la esencia de estas cintas con su nuevo filme, y actualice ese humor sencillo, directo, tímidamente provocador, para todos los públicos, y muy en conexión con nuestro sentir más profundo.

Escribo ahora sobre Llenos de gracia (2022), de R. Bueso; y una comedia divertida y entrañable también de monjas de aquellos años 60: Sor Citroën (1967), de C. Lazaga.

LLENOS DE GRACIA (2022). Bonita película, una comedia agradable de ver, bien dirigida por Roberto Bueso (en su segundo largo), con un guion bien engrasado y escrito por el propio Bueso y Óscar Díaz, y un reparto estupendo, como ahora iré desgranando.

Estamos en los años noventa, al principio de la década, cuando la hermana Marina (Carmen Machi) es enviada a El Parral, un colegio-orfanato regentado por monjas, amenazado de cierre. Es el tiempo en que los alumnos del internado han vuelto a casa. Todos menos los huérfanos y olvidados, un puñado de niños, muchos en la pubertad, que se sienten solos y desesperanzados en su futuro.

La hermana Marina (una Carmen Machi inconmensurable, soberbia actriz) se presenta en el internado a principios de verano para cuidar a sus huérfanos que no tienen adónde ir. “Leones en un zoológico”, es como la hermana Marina llama a sus jóvenes protegidos: roban en las tiendas del vecindario, pelean con los niños locales y hacen enojar a los padres cercanos.

O sea, que la madre Marina observa que los niños están fuera de toda norma y control. En los inicios los muchachos se niegan a hacer nada, pero con su carisma y desparpajo, Marina logra captar la atención de los chicos, que comienzan a mirar con curiosidad a esta nueva sor inmune a sus excesos y travesuras. Sobre todo, Valdo, con el que Marina conecta de una manera especial.

En un punto, Marina descubre las escapadas nocturnas de los chavales, algo prohibido, y da con la idea que cambiara? para siempre El Parral: formar un equipo de fútbol. La Marina, con la oposición de la Madre Superiora (sensacional N. González), lo consigue. Y todo va bastante bien hasta que aparece el párroco local (genial Manolo Solo) que amenaza con convertir El Parral en un colegio privado.

Este argumento está pleno de gracia, como dice el título, la misma gracia que tienen esos niños huérfanos, abandonados, hábiles y muy listos. Además, el libreto acierta a individualizar a los chicos, cada cual con su forma de ser y sus cosas. Un grupo atractivo que cubre una variedad de tipos, destacando Sebas (Adrian López), regordete y loco por el sexo; o Valdo Lopes interpretado aquí por Dairon Tallon, que sería con el tiempo un futbolista real que jugó en primera división.

Están también Manolo Soto, el párroco que brinda algunos momentos muy graciosos; Paula Usero como la madre Angelines, hermana cándida que sirve de contraste cómico para Marina. El conserje de la escuela, Rafa (un sembrado Pablo Chiapella), que vive en el pasado y trata de mantenerse feliz después de su divorcio. Y la monja cocinera muy bien interpretada por Anis Doroftei.

Hay además un detalle enternecedor, que es la mirada afectiva y constructiva sobre las monjas; incluso podría decirse hacia el clero, sin ese tinte de aversión del que el cine “correcto” y parcial suele hacer gala.

Relato costumbrista que asume naturalmente el protagonismo de unas monjas que enraízan en la comedia española de los años 60 –tenemos el guiño de la monja conduciendo temerariamente– al que se le añaden elementos provocativos como la presencia del tabaco o la bebida; y la rebeldía de la hermana Marina enfrentada a su responsable religioso.

Podemos ver, igualmente, un propósito de superación, tanto en los personajitos, niños encrespados, como para unas monjas también muy llenas de “gracia”, como el caso de Paula Usero y su mirada celestial en el papel de la inocente y bonita madre bibliotecaria, Angelines. En el lado opuesto la severa superiora al final reconvertida, muy bien Nuria González.

Hay fútbol, conflictos, hay planes aviesos, travesuras y una trama que acaba por ser un homenaje a todos los personajes, niños y monjas.

Bueso da un salto al mainstream (había iniciado ya su labor con La banda) avanzando hacia una comedia popular exitosa, y sigue demostrando gran personalidad, limitando los tics del subgénero y dejando notas de su calidad como cineasta perspicaz y a la vez comedido.

Basada en la historia del futbolista de primera división Valdo, para quien la hermana Marina, la monja del internado donde vivía, fue clave en su formación al crear el primer equipo en el que jugó. Todo ello en un filme entrañable, pero sin caer en el sentimentalismo, con personajes y diálogos creíbles, en el que se apuesta por la esperanza sin olvidar una mirada nostálgica.

Los jóvenes protagonistas (portentosos chavales que debutan ante la cámara) son una pieza esencial en la historia, haciendo gala de una gran frescura, lo cual se aleja de otras feel good movies hechas más para televisión. Para armonizar y modular cualquier riesgo de desmadre, tenemos el liderazgo amable de la Machi, que contiene la energía del equipo de futboleros. Lo cual ofrece un contrapunto para que la función no se desborde. La madre Marina ofrece una salida a unos chavales desorientados, a la vez que sirve de pilar para que el resto del reparto encuentre su eficacia en un filme afable y gracioso.

Publicado en FilmAffinity.

 

SOR CITROËN (1967). Película de aquellos años de censura que, no obstante, no veía mal las travesuras de una monja alocada, conductora con su Citroën 2CV, modelo con el que disfrutó tanto la gente en aquellos tiempos de escasez de modelos, ¡aquel rudimentario, divertido y descapotable auto!

La cosa es que una comunidad de monjas a cargo de la cual está un asilo de niñas huérfanas toma la decisión de motorizarse. El coche es vital para el centro que se empeña letra tras letra, en la compra del vehículo. A la hermana Tomasa le toca conducirlo por las calles madrileñas. No tardará en recibir el apodo de Sor Citroën, un título otorgado tras mil y una peripecias al volante cuando era principiante.

Con una meritoria dirección de Pedro Lazaga y un guion muy dinámico de Pedro Masó y Rafael J. Salvia, esta cinta tuvo cerca de dos millones de espectadores y casi 200.000 euros de recaudación en aquellos entonces, lo que significó un éxito rotundo.

Atractiva y entretenida música de Antón García Abril y gran fotografía de Juan Mariné. Pero lo más atractivo fue el reparto, artistas todos de primerísimo nivel. La que fue lanzada definitivamente al estrellato es la simpática y chillona Gracita Morales. A quien acompañó el gran José Luís López Vázquez, Juanjo Menéndez genial, Rafaela Aparicio (inolvidable), Mari Carmente Prendes, magnífica, Rafael Alonso en sazón, el muy ilustre y joven José Luis Sacristán, el mismísimo Luís Sánchez Pollack, Andrés Menjuto y Alfonso del Real, un grande de nuestra escena.

La cosa es que la hermana Tomasa, impulsiva y extrovertida, a menudo rompe con las normas de la comunidad para solucionar los problemas de los internos, lo que sirve para las reprimendas de la madre superiora.

Hay un huérfano especial para la monja, una pareja de hermanitos, Luisi y Nando, que han de permanecer separados porque la institución solo admite niñas. Los fines de semana la hermana Tomasa lleva a Luisi en el coche al asilo de los niños para que visite a su hermanito. Pero Nando quiere más y se escapa.

Sor Tomasa y Luisi salen esa misma noche en coche a buscarlo y cuando lo encuentran, en vez de devolverlo al asilo los lleva con el padre de la religiosa para que estén juntos. Decisión que hará que la hermana Tomasa sea sancionada con el traslado a otro convento, quedándose a cargo del coche la hermana Rafaela.

Gracita Morales, con su naturalidad hace una enorme actuación que servirá para su definitivo despegue. Emocionar con su papel de monja cortita de inmenso corazón.

Se trata de una película inocente, humor blanco para todo tipo de públicos. Un enorme éxito en su época, incomprensiblemente olvidado e incluso infravalorado

Gran banda sonora, cancioncilla típica de muchas producciones de la época, que mezclan estilo do-wa y en este caso, un toque tropical de bossa nova, del gran Antón García Abril.

En fin, estamos ante una obra representativa de los valores de la dictadura, aunque con ciertas licencias. Un documento histórico, de lo que ocurría en España en aquella época. Sólo por eso ya es recomendable.

Publicado en FilmAffinity.