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Hoy la cosa va de patrones y obreros. Veamos, para ser jefe o patrón hay que tener voz en mando. Mandar no es algo placentero ni fácil; incluso puede hacer caer al mandatario en ciertas contradicciones y errores fatales.

La cuestión es que la relación de dependencia entre el que manda y el que obedece es inestable y en absoluto se tiene garantizado el éxito. Porque los seres humanos, los que disponen o los mandados, miran por intereses aparentemente contrapuestos y eso puede acarrear malestar. Y no es difícil que dicho malestar y fastidio rompa la deseable cordialidad que debe presidir cualquier relación sana y positiva.

Las películas que traigo hoy a colación del tema “patronos y obreros” son particulares y extremas. Siendo diferentes y distantes en el tiempo, tienen en común el afán de algunos patronos de enriquecerse o conseguir el éxito por encima de todo. Son películas que hablan de cómo el jefe puede caer en la inmoralidad y el egoísmo desmedido.

Pero no hay que olvidar que hay empresas cuyos jefes son gente educada que respeta la legalidad y sobre todo a las personas que trabajan en su sociedad. No tengo que decir que la empresa que patrocina estas entregas de cine es una de ellas.

Atendiendo a un último estreno en nuestras carteleras, he querido hoy hablar en primer lugar de: El buen patrón (2021), de Fernando León de Aranoa; y otra película sobre los inicios de la revolución industrial en Polonia: La tierra de la gran promesa (1975), de Andrzej Wajda. Ambos filmes son muy buenos, amén de duros y en absoluto un ejemplo de buena relación entre los empresarios y el personal.

EL BUEN PATRÓN (2021). Blanco es el carismático propietario de una empresa que fabrica balanzas industriales, individuo que, en consonancia con el producto que fabrica, pretende siempre que todo esté equilibrado. Es una empresa familiar en una ciudad de provincias española. El Sr. Blanco espera la visita de la comisión que va a otorgar el premio local de excelencia empresarial. Todo ha de estar perfecto para la tal visita. Eso sí, el Sr. Blanco es todo un psicopatón, o sea, respira y aspira por sus intereses por encima de cualquier otra eventualidad.

Blanco, cuyo olfato le lleva siempre a su interés, observa que las cosas empiezan a perder orden y ponderación, pareciéndole que el asunto conspira contra el empresario; o sea, contra él. El jefe de producción enloquecido por los celos, un contable despedido con megáfono en mano delante de la fábrica, una becaria insinuante y peligrosa y él, el patrón, intentando aplacar la situación y sobre todo pasar por bueno.

Pero esa intención conciliadora y buenista del Sr. Blanco, empresario duro a la vez que comprensivo, le hace traspasar todas las líneas rojas imaginables, llevándole a conductas poco recomendables y sin duda inmorales. La maldad y la perfidia conducen su día a día.

El asunto concluye en una sucesión de acontecimientos de impensadas consecuencias. Todos enredados en un juego en el cual el amo acaba por ser esclavo de sus deseos y el siervo dueño de su vacío. Al cabo, el que se salta esas “líneas rojas”, como le ocurre al Sr. Blanco -y a otros-, paga el peaje.

Bajo la dirección de un director entre lo social y lo político, Fernando León de Aranoa (Los lunes al sol, 2002, Concha de Oro de San Sebastián), la película divierte, hace reír, a la vez que suscita desesperación y mucha reflexión.

Con un guion del propio Aranoa, la historia encadena un rosario de desastres que, en el fondo, son nuestro más íntimo y personal desastre. Se abordan aspectos diversos de la vida laboral, la política provinciana, las relaciones familiares, el trabajo, la amistad, la infidelidad, la responsabilidad y “esa zona áspera donde roza la ética de lo que conviene con lo que hay que hacer” (Oti).

Mandar es muy difícil y como apuntó Hegel cuando habló de la relación dialéctica amo–esclavo, la relación de dependencia entre el que manda y el que obedece es tan inestable que está abocada a fracasar en una dialéctica perversa; es una relación que no suele acabar bien. Se puede decir que esta película es hegeliana antes que marxista, por su claridad a la hora analizar el vínculo amos- esclavos, patronos y obreros, en un callejón de difícil salida que no es sino pura contradicción y conclusión perversa.

Música sencilla muy bien traída, de Zeltia Montes. Gran fotografía de Pau Esteve Birba. Genial Vanessa Marimbert en el montaje. Buena puesta en escena.

Pero el grueso está en el reparto. Más concretamente en el muy meritorio trabajo de un Javier Bardem que se transforma en el personaje y se hace con la película; Bardem llena de carisma al Sr. Blanco, de cinismo, de malicia, de indecencia, también de cierta extraña humanidad, de intuición y pragmatismo, con un ojo te atrae y con el otro te repele. Como el propio Barden ha declarado sobre el sujeto que encarna: “Se sirve de su carisma y presunta cercanía, y de su gracejo de barra de bar, para engatusar a la gente y salir indemne de sus actos”.

Eficiente Manolo Soto como como antiguo empleado y mano derecha del jefe. Almudena Amor está perfecta por físico y capacidad como becaria ascendente en un rol de muchacha lista en el peor sentido, que sabe gestionar muy bien sus ansias de poder; otra psicopatiilla con la milonga de la dignidad y el acoso (rentable). Estupenda Sonia Almarcha como esposa. Y acompañando muy bien Óscar de la Fuente (el reivindicativo impenitente), Fernando Albizu (guarda jurado), TarikRmili, Rafa Castejón o Celso Bugallo (muy bien como pobre empleado manipulado), y otros.

Una comedia, en fin, con los materiales propios del drama, en un filme cuasi de terror, con un empresario que codicia notoriedad y riqueza, pero también con trabajadores que anhelan y son igualmente egoístas. “Todos esclavos de nuestro deseo de ser amos” (Martínez).

Creo que nadie sale indemne en esta historia: ni el patrón, ni algunos trabajadores, ni los políticos de un sigo u otro, ni los periodistas, ni los guardas jurados, todos de cuidado.

Película estupenda que incluso sabe hacer disfrutar y reír, de tan disparatado y real como resulta lo que cuenta. Como dice Boyero: “consigue divertirme y que en algún momento estalle la carcajada. Solo por la actuación de su protagonista compensa ver la película”.

 

LA TIERRA DE LA GRAN PROMESA (1975). Tengo esta película entre las diez mejores películas de mi preferencia. En ella se narran los inicios del período industrial en la ciudad de Lodz (Polonia) a final del siglo XIX, con una crudeza inaudita. Lodz fue el epicentro de la industria textil, lo cual que requería mano de obra inmigrante.

Tres jóvenes estudiantes de Riga: uno polaco y católico, hijo de terratenientes provenientes de la nobleza; un judío avaro y codicioso; y un alemán de religión luterana, se unen para abrir una fábrica en la ciudad y hacer fortuna. Estos personajes genialmente retratados, sin consideraciones ni cautelas, se disponen a acumular dinero y poder.

Es una cinta para entender lo que fueron los principios de la revolución industrial, cuando eclosionó la codicia y el interés desmedido, y esa parte de la naturaleza humana descarnada e impiadosa, capaz de cualquier cosa con tal de ganar unas monedas.

Dirigida con la batuta maestra de Andrzej Wajda, quien también escribió un gran guion, adaptación de la novela de W.S. Reymont (el alias literario del también polaco W?adys?aw Rejment y Premio Nobel de Literatura en 1924) Ziemia Obiecana (La tierra de la gran promesa). Sugerente música de Wojciech Kilar y una soberbia fotografía de W. Sobocinski.

El reparto es auténticamente de calidad, donde hasta los muy secundarios están de lujo. Destacan Daniel Olbrychski (una interpretación brillante y magistral; parece mentira que actores como este hayan tenido tan poca proyección); Wojciech Pszoniak (perfecto); Andrzej Seweryn (muy bien); y Anna Nehrebecka (maravillosa).

En este filme se puede casi palpar el sólido cine de un Wajda, que desborda, por supuesto, el canon cuadriculado del realismo socialista. En Wadja confluye su doble formación de pintor y cineasta, y esto le permite dotar a sus películas de una estética envolvente, a lo cual contribuye la calidad del encuadre y el refinado tratamiento de la imagen y el color.

Puesta en escena impresionante que incluye interiores elaborados, minucioso vestuario de época, paisajes maravillosos, así como una ambientación que son propiamente un fresco de las injusticias de la revolución industrial en sus inicios.

Wajda solía adaptar novelas históricas polacas, buscando profundizar en sus raíces nacionales. El relato del ambicioso emprendimiento de los tres jóvenes empresarios le permite analizar y describir con gran intensidad, la lógica feroz y darwinista de la burguesía industrial polaca del siglo XIX, cuyo objetivo era ganar y acumular dinero y riquezas como fuera.

Esa lógica incluye el trato inhumano hacia los obreros fabriles. Hay una escena escalofriante en la que un patrón se encoleriza al descubrir los metros de tela estropeados por la sangre de un operario, al que una máquina acaba de triturar un brazo.

Igualmente se pone de manifiesto en el filme la ostentación, la utilización del amor como modo de ascenso social donde la mujer se valora por su fortuna prefiriéndose una rica heredera, aunque sea tonta, a la noble y leal prometida cuya fortuna ha menguado; y se subraya igual el sometimiento de una nobleza decadente, en aras al modelo burgués emergente.

Una película con un mensaje poderoso, que roza el expresionismo; a veces es delirante y con tintes de parodia, a veces es seca y dura, y las más pretende reflejar la deshumanización de las relaciones sociales y la pérdida de valores morales en la sociedad de las máquinas y de la producción masiva.

Igualmente nos pone delante de los ojos la triste y ofensiva oposición entre el lujo y la miseria. Hay escenas que son una cruel manifestación de la ignorancia de los grandes industriales de la época y un concluyente testimonio del cinismo, la mezquindad, la intriga, la explotación y las injusticias que subyacen bajo el oropel y la apariencia.

Es una de las películas que más me han impactado e influido en mi forma de ver la vida, la economía y esa canalla que ahora se encarna en forma de corruptos y especuladores sin fin, que tuvieron sus antecedentes en los comienzos de la industrialización europea.

Como quiera que sea una película lamentablemente olvidada, si quieres verla lo puedes hacer aquí, si te gusta el cine y la Historia no te arrepentirás:

Más extenso en la revista Encadenados.