El listado de comedias españolas en pantalla grande sería interminable. Las hay muy buenas como las de García Berlanga, Bardem, Cuerda, la Coixet, Almodóvar, Garci o Trueba; las hay malas, como las del destape de los 70; y las hay regulares.
Hoy la comedia es el género de moda en nuestro cine. Podríamos decir que hace unos años era el thriller, pero como el cine nunca descansa, la cosa dio un vuelco, dotando de protagonismo a la comedia, pues a todos nos gusta reír y pasarlo bien de cuando en vez. Nada mejor que pasar un rato divertido y con buen humor.
En los últimos años hemos podido ver comedias españolas para todos los gustos: románticas, de acción, con intriga o familiares: Padre no hay más que uno (2019), de Santiago Segura; Campeones (2018), de Javier Fesser; Kiki el amor se hace (2016), de Paco León; Mi gran noche (2015), de Álex de la Iglesia; 3 bodas de más (2013), de Javier Ruiz Caldera, y bastantes más. Esta es la tendencia.
Este verano, he tenido la oportunidad de poder ver en nuestras salas dos comedias españolas de estreno que me han dejado un grato sabor, que me han parecido dan la talla y sobre las que hoy escribiré. Se trata de: Con quién viajas (2021), de Martín Cuervo; y Sevillanas de Brooklyn (2021), de Vicente Villanueva.
DIME CON QUIÉN VIAJAS (2021). Sobre esta delirante y excelente ópera prima de Martín Cuervo puedo decir que desde que empezó la peli hasta que acabó, en ningún momento me aburrí o me distraje; ni un solo instante perdí el interés, cinta más que correcta, una interesante “road movie” cuya trama se sustenta sobre sucesivos, inquietantes y sorpresivos equívocos.
Un guion sembrado del propio Cuervo con diálogos muy ocurrentes y sin media de pedantería y menos de mal gusto. Se suceden los intercambios entre los personajes en una sencilla pero psicológica trama que atrapa al espectador, todo ello adobado con un fino humor retorcido.
El filme, prácticamente rodado dentro de un automóvil, cuenta sobre cuatro desconocidos, un joven y dos mujeres igualmente jóvenes, que han quedado junto a la plaza de toros de Ventas en Madrid, para compartir coche hasta Cieza, en la provincia de Murcia, gracias a una aplicación de viajes compartidos, donde un sujeto muy singular es el conductor.
Como ha declarado la actriz Duro: «Estás todo el rato en la secuencia y quizá también en plano, así que has de estar alerta en todo momento. Además, no hay nada peor que imaginarte una peli con cuatro personas en un Blablacar y que a los actores se les caiga el ritmo». Y a lo largo del trayecto unos y otros y sobre todo el particular conductor, van hablando sobre cosas de la vida para entrar en un tono de amigabilidad o familiaridad, al que sucederá una especie de tormenta paranoica.
Al principio todo transcurre normalmente, pero ciertos detalles en el habitáculo desencadenan en los pasajeros la idea de que el conductor oculta algo, que tiene un comportamiento un tanto anómalo y de ahí, hasta imaginar lo peor: es asesino, psicópata o violador. El viaje deviene onírico, alocado, entre divertido y ansiógeno.
Música de Iván Valdés en una cinta que tiene el enorme “detalle” de recuperar la música del grupo español Los Brincos (apodados los Beatles españoles en su momento, años 60: ¡bravo por recuperar a este significado grupo!).
Hay ingredientes muy interesantes en esta cinta. El primero es que acierta a mantener con pulso firme los dos basamentos principales de su argumento: la intriga y el humor, y le saca el mayor jugo escénico posible a su único decorado, el habitáculo del coche.
A la falta de acción Cuervo imprime vivacidad, soltura y la composición y cálculo del plano corto, amén de ahondar en el juego psicológico que se cuece, para lo cual es imprescindible la estupenda interpretación de los cuatro actores que participan.
El filme aborda el tema habitual y actual en los más jóvenes de compartir los viajes en automóvil. Páginas como BlaBlaCar que proporcionan coche, conductor y compañeros de recorrido, en la que no se sabe a quién llevarás al lado. Sobre esta base, Cuervo organiza un guion que versa sobre las tensiones que se generan durante un corto y embarazoso viaje.
No hay que olvidar el protagonismo principal de las conversaciones cruzadas por WhatsApp dentro del auto, con revelaciones inesperadas entre los pasajeros y una vis cómica en los mensajitos para afrontar situaciones cotidianas enrarecidas o comentar las opiniones y preocupaciones sobre el conductor.
Los actores y actrices están geniales, pero sobresale Salva Reina, el conductor, en el manejo del lado oscuro de su personaje, al mismo tiempo que acierta a llevar con gran solvencia comicidad, opacidad y misterio el personaje que encarna, una especie de friki con patillas setenteras.
Ana Polvorosa sabe inyectar estrés, a la vez que machaca y le pone mucha pasión a su personaje. En el asiento de atrás la atacada y nerviosa Andrea Duro y Pol Monen con sus increíbles caras, siembran dudas, a veces se relajan, otras sirven de vehículo para conmociones, miedos, fabulación y naderías que sustentan el entramado.
O sea, es una película donde la mezcla de los ocurrentes diálogos, el guion y los actores y actrices, te hacen pasar un rato, no sólo de inquietud o turbación, sino de risa.
Nuestro director y guionista hibrida “thriller” y comedia, acompañada de una desconcertante tensión y risotada absurda, en lo que Cuervo ha llamado: “thrilledia”, palabra mezcla de ambos géneros: «En esta mezclita hay algo divertido», afirma Cuervo.
Es, por supuesto, una obra de escaso presupuesto y enorme voluntad y acierto por parte de todo el equipo. Lo cual viene a demostrar una vez más que no hace falta mucho dinero para hacer buen cine, basta con inventiva, entrega, talento y una historia que contar.
El final es tan sorpresivo como “redondo”. Con él nos damos cuenta de que todo lo acontecido a lo largo del filme, está escrito sin fisuras, con un perfecto encaje de las piezas. Hasta los delirios cuentan con sus coartadas, que sólo se desvelan a última hora.
Más extenso en la revista Encadenados.
SEVILLANAS DE BROOKLYN (2021). Comedia alegre, con buen mensaje que tiene sus innegables valores pues sabe aunar simpatía cara al espectador, humor, mensaje y amor.
En la historia una joven sevillana parece un poco cansada de su extravagante familia donde la única que trabaja es la madre, frente a un padre de tintorro permanente, una abuela cariñosa y afectuosa pero desorientada, un hermano pequeño que no da bola y, en fin, amistades varias que viven al día y poco más. La chica quiere dejar sus estudios y ponerse a trabajar para pagar el alquiler.
Pero su madre se opone a esta decisión y para evitar el desahucio, ha decido engañar a una agencia que se dedica a acoger en casas a estudiantes universitarios norteamericanos ricachones. La cosa es que la buena señora, falseando aquí y allí, consigue traer a su modesto piso sin ascensor a un estudiante negro de familia adinerada de nombre Ariel Brooklyn por 700 euros al mes.
Sucede, que a pesar de las diferencias y de las situaciones esperpénticas que el fraude provoca, y tras las muchas diferencias del joven de color y la familia, Ana y Ariel han de convivir en la misma casa y con el tiempo, él y ella acabarán enamorándose.
Hay que felicitar la dirección de Vicente Villanueva (Lo contrario del amor, 2011 o la psiquiátrica Toc Toc, 2019), porque es su mejor producto hasta hoy.
Es el reparto quienes soportan en gran medida la obra son tres nombres. Manolo Solo, que imparte una lección de versatilidad con los diálogos justos, al lado Estefanía de los Santos, que está en su salsa como motor de la acción y sostén de la familia; y la extremeña Carolina Yuste, estupenda actriz. Hay más nombres reseñables como Sergio Momo, Canco Rodríguez o María Alfonsa Rosso, entre otros. Todos magníficos y muy inspirados.
Se trata, como apunta Vázquez, de una “punzante síntesis de comedia popular y sátira social”. Juego de enredos que hace confluir situaciones divertidas, en gran parte mérito del libreto de Juan Apolo y Nacho De la Casa, reparto genial como he dicho y un buen rollo casi sanador.
La película perfila y analiza muy bien la vida de una familia de clase humilde tirando a pobre que tiene sus ilusiones, también sus inquietudes; igualmente carga con problemas e igual, con dificultad en sus recursos para sobrevivir.
Pero que sobre todo cuenta con enormes valores como el afecto entre sus miembros; la sintonía con las tradiciones; la simpatía; el sacrificio de una madre valiente que lucha por sus hijos; esa realidad que se puede constatar de cómo este tipo de personas humildes son dadas a compartir lo poco que tienen; y, ojo, la atención a los mayores, lo cual representa a la perfección una abuela impedida y demente a la que todos cuidan y dicen al oído: “¡guapa!” (respeto y cariño).
A la vez son juerguistas, al niño le gusta el Rap y todo bien, al padre le va el vino tinto, pues vale. Se lo pasan genial.
Se agradece la buena onda de esta peli costumbrista, que aporta contento y gracia sana desde la primera clase de sevillanas bilingüe del comienzo, hasta los créditos finales.
Peli que desde el primer momento te engancha, desde la primera secuencia donde Carolina Yuste enseña a los niños a bailar flamenquito en inglés: curioso. Atrapa por su desenfado, sus personajes canallas y entrañables, merced a la historia que funde lo idiosincrático andaluz-sevillano, el mestizaje, el humor cañí y, sobre todo, las diferencias de clase y sociales. Este es un apartado muy importante, las bondades de la gente pobre (generosa, cariñosa, alegre) versus la pedantería, ostentación y engreimiento de los ricos (aburridos, tópicos, ritualistas).
Verdaderamente hay algo más que género o raza en este filme y como escribe Vázquez: “la película supone una bofetada a esa neoizquierda identitaria empeñada en situar el género o la raza por encima de la clase social”. Lo cual que además es un espejo de nuestras encantadoras mi serias.
Al final la cosa concluye romance: cierre guapo. Perfecto. Buena manera de pasar una tarde en este final de verano; también en el otoño…
Más extenso en la revista Encadenados.