Grabada en mi memoria quedó para siempre aquella tarde del 1 de mayo de 1992 en Sevilla, cuando sentado frente al televisor el toro “Cubatisto” de la ganadería de los herederos de Atanasio Fernández prendió con un derrote certero al banderillero José Manuel Calvo Bonichón, Manolo Montoliú. El morlaco le partió el corazón en dos pedazos y al torero se le fue la vida camino de la enfermería. La retransmisión en directo por televisión española motivó que el suceso tuviese repercusión mundial.
Entre tanto revuelo, los picadores y subalternos al conocer el trágico desenlace, irrumpieron en el ruedo en señal de protesta por la entrada en vigor del reglamento taurino del 92, conocido como el reglamento Corcuera. Y es que, según los picadores el toro no estaba debidamente picado, ya que la recién estrenada normativa redujo el peso de los caballos, y los toros derribaban con mucha facilidad.
Se vivieron en directo momentos muy duros para la tauromaquia, pero especial relevancia tuvieron las palabras del cirujano jefe de la Real Maestranza de Caballería don Ramón Vila, quien leyó ante la prensa el parte facultativo: “…rompe la base del pulmón derecho y cara superior externa del hemitórax derecho…”. “…Se procede a toraxcotomía, intubación y maniobra de resucitación, sin que se pueda lograr en ningún momento la misma. Exitus letalis”.
Servidor que no es galeno tomó rápidamente el Espasa Calpe de la librería de casa, y descubrió que “exitus letalis” era y es una expresión utilizada en el argot médico que significa “proceso hacia la muerte”, y que es de uso habitual para cerrar las historias clínicas de los pacientes que fallecen. Y aquel desdichado acontecimiento fue inmortalizado por el fotoperiodista jerezano Emilio Morenatti, quien fue enviado especialmente para cubrir la Expo 92, y su impactante foto recibió el premio Andalucía de Periodismo. La imagen dio la vuelta al mundo lo que significó un éxito en la carrera del fotógrafo jerezano.
Éxito y éxitus son dos términos antagonistas que podríamos emplear en los acontecimientos taurinos de El Puerto. Independientemente de la pandemia que campa a sus anchas por todo el mundo, la gestión administrativa de la plaza de toros se está cubriendo de gloria, dicho de manera irónica. Y como muestra, lo sucedido con el recién aprobado pliego de condiciones para la explotación de la Plaza de Toros.
Resulta que a la Real Plaza de Toros de El Puerto la han convertido en un cabaret. Nuevamente ha prevalecido el negocio de los musicales a lo que realmente debe acontecer en este edificio. En una Plaza de Toros se celebran festejos taurinos, y de manera accesoria se organizan conciertos, mítines, mercadillos o peleas de gallos. Pero no me negarán los lectores, me refiero a los taurinos, que aprobar un pliego de condiciones en pleno mes de julio para que se celebren festejos en agosto, sin poder fijar carteles entre los días 10 y 19 porque el coso está okupado por la farándula, no es ir contra la fiesta. ¿Y dejar sin toros la fecha más taurina del año como es el 15 de agosto?
Sin duda estamos llegando poco a poco al éxitus letalis de la historia clínica de la Plaza Real. Poco a poco se está arrinconando a la fiesta, dejándole las migajas, porque priman otros intereses distintos a los de la tauromaquia. Por muchos éxitos que quieran atribuirse los políticos estamos ante un fracaso estrepitoso con un pliego que se ha eternizado, que solo vale para una par de meses, y que arrincona a los festejos taurinos enlatándolos en un fin de semana, para que en septiembre, se vuelva a empezar. Y lo peor es que la paciente va camino de la enfermería, sin reflejos, sin respiración. Cuando queramos darnos cuenta, no habrá maniobras de resucitación que la revivan. Ni siquiera habrá capilla ardiente. Directa al crematorio. Éxito del antitaurinismo y éxitus letalis de la fiesta.