Según pensadores como Ludwig Feuerbach, la filosofía ha tomado un nuevo camino, que es como decir que adopta una nueva manera de pensar el mundo. Este cambio implica la incorporación del principio del corazón al lado de la razón. Ya no vale el viejo argumento que dice: “lo que no es pensado no es”. La nueva filosofía afirma: “lo que no es amado ni puede ser amado, no es”. Es un enfoque según el cual no cabe ser “amante del saber” (de hecho, Filosofía viene del griego philêin (amar) y sophía (sabiduría): “amor a la sabiduría”), sino un “sapiente del amor”, como señala Panikkar.
Lo que cada vez se demuestra más cierto es que un estilo de vida que tienda a pervivir debe buscar una armonía entre el conocimiento, la vida y el amor. El amor es un impulso tan poderoso que es, sin duda, la última y definitiva razón de vida en tiempos de máxima dificultad (ideas también presentes en el Psicoanálisis). En situaciones de pandemia, crisis o guerra y posguerra, como son las películas de las que hablaré más abajo, el amor florece entre lo árido y el mismísimo desamparo de sus protagonistas. Sin esa pulsión, los mundos a los me voy a referir sucumbirían a su propia desolación.
Las dos películas de hoy están estrechamente conectadas entre sí. La más moderna (estreno) es un filme palestino de nombre Gaza mon amour (2021), un estreno de los hermanos Nasser que homenajea la conocida película de Alain Resnais, Hiroshima, mon amour (1959). Este último título es más psicológico, de vanguardia y se desarrolla en la tremenda posguerra japonesa tras la II Guerra Mundial. Refleja esta obra cómo en la muy penosa y desfavorable época que sucedió al lanzamiento de la bomba atómica en la ciudad japonesa de Hiroshima, a pesar de todo, surge el amor y el deseo; y cómo advenir de la pasión sirve de catalizador para cerrar heridas del pasado o para hacer más llevadero el horror de la devastación. La película palestina Gaza mon amour, de manera más sencilla pero equivalente, lleva a la pantalla el delicado romance de una pareja de personas mayores, en la penosa situación que se vive en la franja de Gaza. Hablaré primero de la más antigua, para pasar luego a la más reciente (un estreno que lamentablemente pasará de puntillas por nuestras salas de cine).
HIROSHIMA, MON AMOUR (1959). Estamos en Hiroshima. Una bella actriz que acaba de rodar una película sobre la paz en esa torturada ciudad pasa su última noche en un hotel en compañía de un amante japonés anónimo. Aunque ambos son desconocidos, el uno para el otro, lo que habría de ser una efímera aventura pasajera se convierte en un intenso idilio.
La protagonista había vivido un amor que la dejó definitivamente marcada, con un soldado alemán durante la ocupación germana en Nevers (Francia), cuando ella contaba 18 años. Fue tan doloroso que, transcurridos catorce años, ella siente que sigue amando al tal soldado.
En el encuentro con el japonés ella recuerda y le cuenta aquel romance trágico. De este modo, el encuentro amoroso deriva en un ejercicio de introspección y de proceso interno que sirve a la mujer para revisar y reconstruir su pasado.
El director Alain Resnais aborda el horror de Hiroshima, guiado por un texto libre de la escritora Marguerite Duras que sirvió de guion. En ese texto Duras sugiere que: «La historia personal de los protagonistas se impondrá siempre a la historia de Hiroshima». Y eso ocurre en el filme, que la historia amorosa sobresale sobre el horror de una ciudad arrasada por la bomba.
El resultado es un filme poético rodado por un inspirado Resnais, que cuenta una historia con muchos ángulos y una fuerte carga dramática. Resnais, al modo de un orfebre articula las imágenes con el texto. El texto de Duras es dialogado por los actores y declamado en off por la mujer: auténtica prosa poética.
El reparto es excelente, con una Emmanuelle Riva que transmite en cada escena su dolor y su destino fatal, sacando fuera su drama personal a lo largo de una noche de ardor amoroso con su amante japonés interpretado con enorme solvencia por Eiji Okada.
La película hay que contextualizarla históricamente en los años que siguen a la II Gran Guerra, tras la rendición de Japón. En la primera parte de la película se pueden ver impresionantes imágenes reales del cataclismo causado por la bomba atómica en Hiroshima. La segunda parte se centra más en el romance entre los protagonistas.
Película de un lirismo cautivador, donde los planos certeros de Resnais detallan y describen la historia triste y desgarradora que se va desgranando a lo largo del metraje, con un estilo libre, con eficaces fórmulas propias del movimiento de la Nouvelle Vague.
La narración es espléndida, la explosión del amor alterna con la melancolía del relato de la mujer, una mujer en cuyo ser anida el desconsuelo. Las conversaciones entre ambos actores hacen saltar chispas en la historia. Una historia sorprendente, sensible, mágica e incluso algo surrealista y, sin duda, cautivadora. Diálogos sublimes como los que siguen a modo de versos:
«Y te encuentro a ti.
Te recuerdo.
¿Quién eres?
Me estás matando.
Me sanas.
Eres mi vida.
¿Cómo iba a sospechar que esta ciudad estaba tallada
a la medida del amor?
¿Cómo iba a sospechar que tú estabas tallado
a la medida de mi propio cuerpo? (…)
Devórame.
Defórmame hasta la fealdad.
¿Por qué no tú?
¿Por qué no tú, en esta ciudad,
y en esta noche, tan semejante a las demás
que se confunde con ellas?
Te lo ruego».
O cuando el protagonista le dice a ella: «Ahora solo nos queda matar el tiempo que nos separa de tu marcha. Dieciséis horas aún para tu avión». Eso traslada al espectador que en Hiroshima todo es muerte, que la muerte continúa haciendo acto de presencia.
Ambos son desconocidos, igual que todos los habitantes de Hiroshima que perecieron con la bomba y de los que ya nadie sabe sus nombres; personas exterminadas por la desmemoria de la historia.
Hay igualmente en el filme una reivindicación pacifista y la alerta del peligro de la guerra nuclear, temas centrales de esta obra, más aún por cuanto se rueda en 1959, momento álgido de la guerra fría en que el que el peligro de conflicto atómico llegó a ser muy real (tema de los misiles en Cuba).
Más extenso en la revista Encadenados.
GAZA MON AMOUR (2021). Este es el segundo largometraje de los hermanos Tarzan y Arab Nasser. Está situado en la actual franja de Gaza. Un pescador de sesenta años, soltero, llamado Issa, está íntimamente enamorado de Siham, una silenciosa y elegante modista de mentalidad moderna que trabaja en el mercado de la zona con su hija divorciada Leila (Abd Elhadi).
Hay un momento en que Issa encuentra una antigua estatua priápica de Apolo desnudo en sus redes de pescar, la coge y la oculta sin saber qué hacer con el enigmático, poderoso y sensual tesoro. Pero en lo profundo siente que este hallazgo habrá de cambiar su vida. A la vez, su confianza en sí mismo empieza a aumentar, por lo que acabará acercándose a Siham. La estatua sexual de prominente pene se convierte en amuleto amoroso... entre otras.
Los hermanos gemelos Mohammed Abou Nasser y Ahmad Abou Nasser (Tarzan y Arab), dirigen desde una visión social y costumbrista, un relato en el cual predomina la sencillez argumental, narrativa y de personajes. Cómo en la maltratada franja de Gaza, hay un espacio para el deseo y el cariño.
Los amantes palestinos Issa y Siham, acabarán por imponer su amor e incluso su sentido del humor, sobre la oscura, fatal, siniestra y horrorosa vida en Gaza, con enemigos dentro (los fundamentalistas de Hamás) y fuera (las fuerzas militares hebreas).
El filme sabe alumbrar el encuentro y el romance otoñal de sus protagonistas como bálsamo triunfal frente a la desgracia o la desesperanza, y apuestan por lo prístino del amor, subrayando la importancia de darse oportunidades para vivir, incluso cuando se vive un asedio y ante un telón de fondo de desaliento y nostalgia.
Con un excelente guion, una música meritoria de Andre Matthias y una excelente fotografía de Christophe Graillot, este filme de tempo pausado, que finaliza de manera inopinada, es sobre todo una radiografía intensa del sin par mundo palestino, cargado de ternura dentro de su dolor.
Excelente reparto con actores muy buenos, eficaces y creíbles, como el magnífico Salim Dau, que interpreta de forma sublime al pescador sesentón y soltero que en plena edad provecta descubre la ternura y la pasión. Hiam Abbass, la dama de la interpretación de Oriente próximo está sensacional, la química con la que configura el romance es delicada y realizada con mimo, y acompañada de verismo y excelencia interpretativa.
Hibridación de comedia romántica y reflexión política (más cercana a la primera), no pierden comba dosis alta de realismo y absurdo en esta película de los gemelos palestinos, en su temible y conflictivo territorio, para dibujar el afecto en un encuadre que brinda poco margen al amor romántico, pero que aun así acaba progresando.
Aunque los Nasser son archiconocedores del enfrentamiento entre los pueblos palestino y judío, no se adentran en exceso en la comunidad palestina y sus mandatarios islamistas, como tampoco subrayan los bombardeos israelíes como acontecimiento cotidiano, para centrarse en el romance.
De modo que sin ponerse en el lugar sombrío ni caer en el melodrama, la película se dirige y culmina en una emotividad centrada en la horribilis realidad social y política a la que los protagonistas parecen condenados, pero siempre con el mensaje resignado y esperanzador de que «la vida sigue» y el amor acaba por salir vencedor.
Más extenso en la revista Encadenados.