María del Carmen Lara (Tribuna libre).- La celebración el 2 de abril del Día Mundial de Concienciación sobre el Autismo, en virtud de una decisión adoptada por la Asamblea General de las Naciones Unidas en 2007, nos recuerda la necesidad de emprender actuaciones que mejoren la calidad de vida de las personas que componen un colectivo que en España, según las estimaciones, supera las 450.000.
Como concejal de Servicios Sociales, Igualdad y Familia del Ayuntamiento de El Puerto de Santa María quiero señalar que el área municipal se encuentra a disposición de las asociaciones y particulares que trabajan en torno al autismo y unirme al “Manifiesto del movimiento asociativo del autismo en España”, agradeciendo la labor que las familias de los afectados, cuyo papel es crucial, y diversas entidades realizan con ellos, a quienes traslado todo mi afecto. Soy consciente de que las restricciones derivadas de la crisis epidemiológica que padecemos desde hace ya más de un año se ceban especialmente en estas personas, mucho más vulnerables a la limitación del contacto social y a la aparición o agravamiento de dificultades económicas en sus entornos, del que son tan dependientes, ya que su propia incorporación al mercado laboral, en la gran mayoría de los casos, o no existe o no se produce en las condiciones deseables.
El lema elegido este año por Autismo Europa (“Puedo aprender. Puedo trabajar”) pretende crear las condiciones adecuadas para que dos ámbitos tan importantes como la educación y el empleo resulten más accesibles a quienes tienen Trastorno del Espectro Autista (TEA),un trastorno de origen neurobiológico que afecta a la configuración del sistema nervioso y al funcionamiento cerebral, dando lugar a dificultades en dos áreas principalmente: la comunicación e interacción social y la flexibilidad del pensamiento y de la conducta.
Quiero subrayar la oportunidad del mensaje que se lanza en la presente edición, pues incide en la trascendencia que adquiere la educación, entre otros factores como paso previo a la incorporación laboral. Esa enseñanza ha de adaptarse a las capacidades de cada persona, de manera que comprenda sus necesidades e incluya los ajustes que necesitan, teniendo en cuenta que resulta prioritario evitar el acoso escolar que sufren muchas de ellas, evitando así la triste estadística que nos muestra cómo el alumnado con autismo presenta tasas más altas de abandono escolar y exclusión en comparación con sus iguales que no tienen TEA.
La necesidad de conseguir avances claros se revela mayor cuando se constata que uno de cada cuatro alumnos con necesidades específicas de apoyo educativo presenta TEA, así como la insuficiencia de desarrollo que padecen la orientación vocacional y las experiencias de prácticas y la inexistencia de conexión entre las últimas etapas educativas con los servicios de empleo. En dicha coyuntura, es lógico que se llame la atención sobre la necesidad de garantizar una red especializada, con centros educativos en todos los territorios, flexibilizando e innovando en las modalidades de escolarización, garantizando la libre elección de la modalidad de escolarización por parte de los padres y/o representantes legales e incrementando los recursos.
La tasa de empleo de las personas con TEA es muy baja, estimándose que en toda la Unión Europea menos del 10% de los afectados tiene un puesto de trabajo, lo que les sitúa como uno de los colectivos con discapacidad con menor acceso al mercado laboral, dándose la circunstancia de que las personas con TEA que trabajan suelen tener empleos mal pagados o de empleo protegido (centros especiales de empleo). Urge terminar con esas situaciones que lesdificultan el acceso al mercado laboral, logrando, en cambio, una normativa laboral adecuada, con presencia de oportunidades, desterrando los prejuicios existentes en el tejido empresarial y su desconocimiento sobre el potencial de las personas con autismo e implantando modelos de formación que incluyan prácticas en entornos laborales reales.
Al igual que el autismo acompaña a la persona a lo largo de toda su vida, aunque sus manifestaciones y necesidades cambian en función de las distintas etapas del desarrollo y de las experiencias adquiridas, la sociedad tiene que hacer del color azul, símbolo de los trastornos del espectro autista, una tonalidad permanente, de forma que impregne no solo el 2 de abril sino el resto de los días del calendario: por justicia para con los afectados y por la propia dignidad a la que toda sociedad debe aspirar.