“Nuestra harina El Vaporcito siempre apoya la cultura, el deporte y el arte”.

Isabel Coixet, a quien le reconozco su hacer cinematográfico (Mapa de los sonidos de Tokio, 2009; Ayer no termina nunca, 2013, entre otras que ahora menciono), hace un cine con propia marca, que no pasa desapercibido.

La Coixet hace tiempo que supo comprometerse con el encargo y la responsabilidad de hablar sobre el amor. Con su estilo, con elegancia poética y dejando el rastro de su fragancia de mujer creativa y original. Eso implica hacer equilibrismos y aunar arte, oficio y buen gusto. Y es como para que nos congratulemos, pues sus desenlaces no son obvios, requieren de un acrisolado trabajo de elegancia y refinamiento emocional, de saber captar perspicazmente con la cámara, miradas, la luz justa, la calma de un tempo pausado y palabras, las necesarias. En esta entrega voy a hablar de cuatro de sus películas que más me han llamado la atención sobre el tema “amor”, de la más actual a la más distante son: Nieva en Benidorm (2020); La vida secreta de las palabras (2006); Bastille (C) (2005); La vida sin mí (2003).

NIEVA EN BENIDORM (2020). En la historia, Peter Riordan (Spall) es un hombre solitario, maniático y metódico, que trabaja en Manchester en una oficina bancaria. El único hobby que se le conoce son los fenómenos meteorológicos.

Cuando le jubilan sorpresivamente decide visitar a su hermano Daniel que vive en Benidorm y al cual le une una sólida pero poco frecuente relación. Al llegar descubre que su hermano ha desaparecido y que era propietario de un club de burlesque con espectáculos y bailongo para mayores extranjeros.

En el tal Club trabaja Alex (Choudhury), una mujer aparente y reservada de la que queda cautivado. Peter y Alex intentan averiguar qué ha sido de Daniel. Cuentan con la ayuda de la policía del lugar (Machi), mujer y lectora que tiene muy presente a la poeta y novelista Sylvia Plath que vivió en Benidorm en los años cincuenta.

Coixet ofrece un reflejo de su complejo universo particular, con temas que recorren la narración, a veces de manera descabellada, otras con signos de intriga y las más, cargadas de argumentos existenciales. La soledad y una aproximación al amor del protagonista, presentes. Todo en un género híbrido thriller-romance, que no necesariamente concluye en una solución coherente.

El reparto es bueno con un Timothy Spall que da el tono de hombre mediocre, poco expresivo y nada atractivo que busca a su hermano desesperadamente. Una sensacional y sensual actriz indo-bengalí-británica, Sarita Choudhury. Ana Torrent, que sigue guardando el misterio de su mirada. Y Carmen Machi siempre eficiente y resultona.

Benidorm no es talmente el lugar para averiguar la desaparición del hermano de Peter, sino más bien el clima y el sitio donde el protagonista se busca a sí mismo, el espacio que traza el camino de una identidad prácticamente vacía. Una atmósfera de playa mediterránea y edificios donde hasta la imposible nieve podría venir, aunque más no sea en una bola de cristal que Alex regala a Peter, en que planean ingrávidos blancos copos sobre diminutas edificaciones, cuando es movida con la mano.

Incluye la cinta elementos deslavazados, que no inconexos, e incluye como decía poesía y una historia de amor; y Sylvia Plath, que es una autora de referencia para Coixet. Para Plath, Benidorm era “una extraña mezcolanza de pobreza, limpia y llena de colorido, y hoteles color pastel, todo aparentemente como si lo acabasen de construir... Novísimo, con los más modernos estilos amalgamados a la sencilla arquitectura del lugar”. Lejos de la idea carnavalesca de ciudad caótica y desnivelada, la poeta estadounidense encontró certidumbres e inspiración. Una sensación parecida a la experimentada por Isabel Coixet durante el proceso de creación de esta película. “Cuando leí los diarios de Sylvia Plath descubrí lo de su estancia en Benidorm, al principio pensaba que era un error de imprenta”.

Película enigmática, “ejercicio libre de cine”, obra de plenitud, personajes solitarios y azoteas desde los altos rasca-cielos alicantinos, un lienzo onírico, pausado y sonámbulo, borrachera y olvido a lo cual sigue la descripción de una distopía propiamente de J. G. Ballard, en cuyos cuentos y relatos se nos muestran los desoladores paisajes creados por el ser humano y los efectos psicológicos del desarrollo técnico y ambiental con piscinas vacías, construcciones deshabitadas o clubes donde suena música pero no hay nadie escuchando.

Arrebato, límite y belleza profunda. El amor es básicamente querer ser amado, y eso es el final del film: tener a alguien que nos pueda cerrar los ojos en el postrer momento.

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BASTILLE (2006). Corto de Isabel Coixet incluido en el film Paris, je t’aime, episodio de una obra caleidoscópica de imágenes sobre la vida, extraños e inesperados encuentros y, especialmente, sobre el amor en el marco de París, una ciudad romántica por todos sus lugares: en sus bares y cafés, junto a la Torre Eiffel e incluso bajo tierra, en el metro.

En esta obra, dieciocho de los directores de cine más prestigiosos del mundo fueron invitados a contar una historia ambientada en uno de los barrios de la ciudad. Entre otros: Olivier Assayas, Frédéric Auburtin & Gérard Depardieu, Gurinder Chadha, Sylvain Chomet, Joel & Ethan Coen o Isabel Coixet. Directores de primera magnitud convocados a rodar unos minutos sobre el amor.

Este corto, Bastille, me recordó un texto de la catedrática de Ética de la Universidad de Valencia Adela Cortina, una mujer en cuya visión de lo ético es crucial el concepto de «pensar» (reflexionar), pero también «actuar» en pos del propio bienestar y el bienestar de los demás y del «otro». Según Cortina, no es sólo conocer sino actuar, «la fe con obras». Son escasos 5,30 minutos donde la Coixet rueda de manera sencilla y con enorme fortuna, una joya a tener en cuenta.

El protagonista de la historia aparece en una cafetería; él ya no ama a su esposa y cuando se dispone a decirle esta terrible verdad, su esposa irrumpe en la sala compungida y, entre lágrimas, le comunica una terrible mala nueva que le aqueja: está fatalmente enferma.

Entonces él, tomada conciencia de la magnitud del hecho, decide comportarse éticamente con su mujer y resuelve dedicarse de pleno a ella para acompañarla en el trance y en su penar. Para ello rompe con su amante.

El maravilloso mensaje de este mini film es la radical transformación emocional que sufre el esposo a lo largo del tiempo que permanece junto a su esposa. «De de tanto comportarse como un hombre enamorado, volvió a enamorarse» —dice una voz en off—. ¡Lujo de mensaje!

Este vídeo dicen que ha salvado matrimonios. En él se mezcla el sincero afecto marital con toques tragicómicos. La clave está en el hecho de que amar da sentido a nuestra vida y da sentido a los sacrificios más costosos.

Aquí puedes ver el corto íntegro:

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LA VIDA SECRETA DE LAS PALABRAS (2005). En esta intensa y minimalista película la Coixet dirige con oficio y belleza enigmática esta historia en la cual saltan los versos por el aire del celuloide, en la lejana superficie de una plataforma petrolífera alejada y solitaria en medio del océano, con apenas sus discretos habitantes. Todo ello es contado de forma minimalista, despojado el film de casi todo y a la espera de que el silencio hable o el espectador lo haga hablar dentro de su mente y de su corazón.

Una misteriosa mujer se desplaza a la tal plataforma, huyendo de su pasado, para hacerse cargo del cuidado de un hombre accidentado que ha perdido la visión transitoriamente. Entre ellos se crea una sintonía y complicidad íntima llena de puntos oscuros, secretos, humor y dolor.

El cuadro actoral se viste de gala con unos excepcionales Sarah Polley y Tim Robbins que trasladan un mundo de intensidad y sentimientos. Les acompañan figuras de la talla de Javier Cámara, Sverre Ouslad o Julie Christie.

Es una película triste en cuyo libreto, también de su Coixet, recrea una particular atmósfera y delinea un texto con palabras que sus personajes declaman para remover las entrañas del espectador. Obra áspera a la vez que ligera como el aire de la mar; hermosa, deliciosa y bella hasta el dolor, sabia como pocas: película silente como pocas.

Una cinta muy recomendable sobre la necesidad de amor, sobre la muerte en vida, la resurrección y el peso del pasado.

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MI VIDA SIN MÍ (2003). Ann es una joven de 23 años, con dos hijas y un marido que está casi siempre parado. Tiene Ann una madre malhumorada, una misántropa; un padre que hace ya diez años que está en la cárcel. Y ella tiene un duro y esclavo trabajo como limpiadora nocturna en una Universidad, institución a la que nunca podrá asistir durante el día.

Viven pobremente en una caravana en mismo jardín de la casa de su madre, en el extrarradio de Vancouver. Toda esta vida gris da un radical cambio después de un reconocimiento médico en el que le diagnostican a Ann un cáncer terminal; apenas le quedan tres meses de vida.

Tras la noticia Ann se transforma; se convierte en una poeta inspirada por cuanto ve, por la lluvia bajo la cual queda absorta o las puestas de sol. Observa las cosas asombrada, como si fuera la primera vez que las ve o como si todo fuera a desaparecer en un segundo.

Resulta estremecedor ver la mirada macilenta de Ann, sus párpados ahogados por el trance, acompañado por las melodías intimistas de Alberto de la Iglesia y una sorprendente música.

Ann está en ese límite donde todo parece sublime y a la vez espantoso. Todo puede ocurrir, sobre todo y de forma segura, la muerte.

En ese estado surge el amor. Ann y Lee, un joven al que conoce en la lavandería, se enamoran hipnóticamente, un amor mostrado con numerosos silencios y vivas miradas. Hay fatalidad, como en la canción "Senza fine".

Por lo demás, la cotidianeidad de Ann y su familia están en buena sintonía. Ann tratará de ver lo mejor que hay en sus ásperos padres y les habla con palabras de esperanza, incluidas cartas póstumas muy interesantes.

Isabel Coixet, construye un film conmovedor, un bello melodrama que nos introduce en un hermoso canto a la vida y nos solidariza con  una despedida tan realista como poética, tan lúcida como emotiva. Un acto de afirmación en vida.

Excelente guion de la propia Coixet, adaptación de un cuento de la novelista Nanci Kincaid, Pretending the Bed Is a Raft” de 1997, guion muy bien construido, música de Alfonso de Vilallonga excelente, junto a una sugerente fotografía de Jean Claude Larrieu.

Reparto excelente, con más de una decena de magníficos actores y actrices donde destacan los trabajos de una espléndida, dramática y bonita Sarah Polley capaz de resultar cotidiana y a la vez excepcional; muy bien Scott Speededman; Mark Ruffalo estupendo; Amanda Plummer excelente; y Leonor Watting de diez.

Obra de una enorme intensidad y un realismo conmovedor y profundamente melancólico. Es de esas películas que no se olvidan.

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