Hablo en estas líneas sobre películas que narran la realización de películas desde dentro, “cine dentro del cine”, un género que algunos tratan con cierta displicencia pero que a mí me gusta y considero de gran interés. Prueba de este interés es que hay obras del género que son ya historia de la cinematografía universal. Hay renombrados directores como François Truffaut, Stanley Donen, Vincente Minnelli, Federico Fellini, Jean-Luc Godard, Woody Allen, los hermanos Coen o Quentin Tarantino, que se han complacido en realizar grandes películas de este corte.

En estas líneas escribiré sobre cuatro grandes films del tema, de la más actual a la más antigua: La última gran estafa (2020) de Gedorge Gallo; ¡Ave, César! (2016) de los hermanos Coen; La noche americana (1973) de François Truffaut; o, Cantando bajo la lluvia (1953) de Stanley Donen y Gene Kelly.

LA ÚLTIMA GRAN ESTAFA (2020). El productor de cine de serie B Max Barber (R. de Niro), tras un fracaso comercial, se ve en una situación desesperada pues le debe dinero al mafioso local Reggie Fontana (Freeman).

Para saldar su deuda se le ocurre empezar otra nueva película que incluye escenas de acción de alto riesgo. Busca para ello a un viejo actor en una residencia de ancianos, Duke Montana (Lee Jones), para durante el rodaje precipitar la muerte del artista, cobrar el dinero del seguro y gran negocio sin rodar un fotograma: ¡la última gran estafa!

Para ello cuenta con la ayuda de su atolondrado sobrino Walter Creason (Braff) que hace de ayudante y con la señorita Megan Albert (Katzman) quien con su optimismo, melena rubia y un ánimo incombustible hará las veces de directora de su ídolo de infancia, Duke. Pero la sorpresa es que el rodaje transcurre sin víctimas; y contrariamente a lo pensado, el film resulta todo un éxito.

Curiosa obra correctamente dirigida por George Gallo, una narración entretenida con más miga de la que aparenta. Del género en que se habla del cine desde sus artífices: productores, dirección, artistas, figurantes, etc.

Quedan reflejadas en la obra las condiciones tantas veces lamentables de quienes participan en películas como actores de segunda, extras, indios excedidos de peso, el dueño de un caballo inteligente o la pobre Megan, entregada directora trabajando en condiciones de escasez.

De igual modo, el film reflexiona sobre las oportunidades perdidas y el paso del tiempo en el seno de una industria con gran potencial para la crueldad.

Esta película es un remake de un film homónimo de Harry Hurwitz (1982), cinta que nunca llegó a estrenarse. Gallo fue una de las pocas personas que pudo verla y tras años trabando en la industria como guionista, Gallo, logró hacerse con los derechos de la misma, para hacer efectivo este remake que tardó años de ilusión y tesón en concretar.

El reparto es un valor importante de la obra. Robert de Niro hace uno de los trabajos más divertidos de su carrera con golpes que provocan auténticas carcajadas en su rol Max Barber, equipado con largos rizos grises, gafas de aviador y un Cadillac antiguo y ruidoso; un productor de dudosa reputación que debe mucho dinero al gánster Fontaine, interpretado por un estupendo Morgan Freeman, un mafioso que se imagina cinéfilo. Tommy Lee Jones es el actor elegido para interpretar a Duke Montana, antigua estrella y alcohólico. Está bien Zach Braff como sobrino y ayudante, y resultona la bonita y eficiente Kate Katzman, a quien deciden contratar como realizadora.

Cumple con el propósito de divertir y entretener. Es cómica y uno puede reír a gusto. Recomendable sobre todo para los amantes del cine clásico de los 60 y 70, y los seguidores de los grandes actores protagonistas.

Más extenso revista de cine Encadenados.

¡AVE, CÉSAR! (2016). Visión satírica de sobre la industria del cine de Hollywood en los años 50, durante la era McCarthy, la “caza de brujas” contra guionistas y otros profesionales del cine supuestamente comunistas. Todo ello en clave de humor.

Narra el film la historia ficticia de Eddie Mannix (Brolin), un Director de producción que trabaja en la nueva película, “Hail, Caesar!”, protagonizada por el famoso actor Baird Whitlock (Clooney). Cuando Whitlock es secuestrado por una agrupación llamada "El futuro", Mannix es el encargado de reunir dinero para el rescate. Lo que centra el film es descubrir qué le ha sucedido a la gran estrella secuestrada por un grupo de guionistas de corte comunista. Pero hay otras historias de la productora, trufadas de comicidad, buena onda y crítica social.

Los directores Joel y Ethan Coen están como casi siempre sencillamente geniales, manejando los hilos de esta compleja película conducida por un guion de su propia autoría, que se convierte en un bien trenzado dislate sobre el arte y la industria del cine: “cine dentro del cine”.

Los Coen saben poner al mando del relato a un protagonista, el director de producción Eddie Mannix, especie de súper figura salvadora, que carga sobre sus espaldas todas las fallas de sus films, los pecados de sus actores y actrices y los desvaríos de los guionistas. Él arregla cualquier desaguisado: divas embarazadas (Johansson); estrellas secuestradas (Clooney); comunistas conspiradores (Tatum); cronistas de sociedad y periodistas insaciables (Swinton). Lo cual logra sobradamente.

Magnífica música Carter Burwell y una nítida y genial fotografía de Roger Deakins. Gran coreografía, y muy bien el vestuario y la puesta en escena.

En el reparto destaca un admirable Josh Brolin convincente y con gran vis cómica. George Clooney está muy bien, pudiendo hacer un trabajo cínico sobre su propia profesión. Scarlett Johansson bella y eficiente. Ralph Fiennes borda su rol de director desesperado. Tilda Swinton genial. Alden Ehrenreich sobresaliente como vaquero experto en el lazo y limitado para la interpretación. Channing Tatum enorme como marinero bailarín y comunista de pro. Frances McDormand estupenda. Jonah Hill genial como siempre.

Es una gustosa historia entrañable, en la cual el espectador se siente cómplice. Tiene toques sardónicos sobre el viejo Hollywood, que es a la vez un gran homenaje al mismo, cuando los estudios fabricaban sueños que hacían que el público se olvidara unos minutos de sus problemas.

Incluye elementos románticos graciosos; penalidades con gran vis cómica; no está nada mal el cónclave asesor de la película sobre Cristo con un sacerdote católico, un pope ortodoxo o un judío con sus ocurrentes diálogos; y nada que decir cuando aparece en escena un ¡submarino soviético! en toda su grandeza, lo cual me recuerda al mismísimo Fellini y su último film de 1983: “Y la nave va”, o el film de Norman Jewison de 1967, “¡Qué vienen los rusos!”.

LA NOCHE AMERICANA (1973). Cuando se visiona esta obra antológica uno se da cuenta lo difícil que es hacer una película, la enorme cantidad de problemas que concurren en un rodaje.

La película se desarrolla en Niza, en los Studios de la Victorine, a lo largo de siete semanas, entre 1972 y 1973. Se rueda un film titulado “Je vous présent Pamela” dirigido por Ferrand (Truffaut) con el patrocinio de una empresa norteamericana.

Este aclamadísimo film de François Truffaut cuenta la historia del rodaje de esta película, los problemas entre los miembros del equipo y muchos detalles más. Truffaut era un amante del cine, un auténtico enamorado del Séptimo Arte y además, un director puntilloso pero a la vez paciente y conciliador. Y además ha trabajado en esta y en otras películas como actor también. Estamos ante un auténtico homenaje al cine y a la seducción por crear historias y filmarlas. Película inolvidable, cautivadora y bella, una especie de declaración de principios, a la par que sirve de clase magistral de imaginación, y un ejemplo de excelencia narrativa.

El reparto es excepcional con una Jacqueline Bisset en esplendor actoral y de belleza; Valentina Cortese que borda un papel por el cual fue premiada y multinominada; Dani, Alexandra Ateward, Jean-Pierre Aumont (magnífico), Nathalie Baye (estupenda), Jean Champion, Jean-Pierre Léaud (un ¡bravo! por él), François Truffaut (que está en todo), Nike Arrighi y un largo etcétera de actores y actrices que dan total verosimilitud a una historia de cine sobre el cine.

Un cántico al cine < en su vertiente incluso más cruda, con sus entresijos, sus amoríos en torno al plató, las dificultades, los conflictos, las filias y las fobias de unos y otros, y todo ello contado de una forma ágil, viva, vertiginosa, imaginativa y policromada. No hay lugar para la retórica, tampoco para la presunción o el sentimentalismo. De tono ligero, es también mordaz a la par que amable.

Nos enseña cómo el rodaje de una película es un trabajo colectivo donde todos deben cooperar, donde todos son piezas importantes y nada debe fallar en aras a un buen resultado, un equipo plural que al igual que una nube, se evapora al finalizar el rodaje, dejando atrás una estela de historias diversas. Hay momentos para el drama y otros para la intimidad o la bronca, los más variopintos escenarios convergen en el rodaje de la película. Hay también humor, a veces absurdo, con elementos de exageración o salidas de tono, desatino, y como ocurre entre artistas, también hay excentricidad.

En resumen, una película en la que el cine es la vida, e incluso podemos decir que viceversa. Esta comparación cine-vida le da un aire fresco a la trama y nos atrapa en el juego de personajes, historia, sub-historias, y el final, el desenlace de la película por fin acabada.

También creo que este film da a entender que si bien la vida es efímera, contradictoria o imperfecta, el cine a cambio entra en el limbo de lo bello y lo atemporal, algo que permanecerá y sobrevivirá a sus protagonistas, como efectivamente ocurre.

CANTANDO BAJO LA LLUVIA (1952). Aunque hablar en otra entrega sobre musicales de esta cinta, no quiero dejar de mencioarla en este apartado de “cine dentro del cine” por que en esta obra Stanley Donen y Gene Kelly, abordaron y tradujeron en imágenes inolvidables y de manera inigualable, el rodaje de una historia (gran guion de Betty Comden y Adolph Green), al compás de una inigualable música de Nacio Herb Brown y Arthur Freed.

Este musical es comedia romántica que habla del cine desde dentro, y del tránsito del cine mudo al sonoro. Narra con ironía este proceso, a la vez que es considerado un gran musical.

Don Lockwood (Gene Kelly) es un ídolo del cine mudo que cree tener el mundo a sus pies, dinero, fama y éxito. Pero cuando conoce a una aspirante a actriz, Kathy Selden (Debbie Reynolds), cae en la cuenta de que es justamente ella lo que verdaderamente falta en su vida: el amor. Así, con el nacimiento del cine sonoro, Don quiere como sea filmar musicales con Kathy. Pero la reina del cine mudo, Lina Lamont (Jean Hagen) se va a interponer entre ellos, lo que desencadena una historia emotiva y alegre.

En el reparto resalta la figura del gran bailarían Gene Kelly, que además de bailar y cantar como nunca, hace un importante trabajo actoral. Le acompañan Donald O´Connor, su perfecto compañero; Debbie Reynolds maravillosa, o Jean Hagen, magnífica como actriz de reparto, junto con un elenco de lujo.

Esta obra resiste con total solvencia el paso de los años, por su perfección, por su consistencia interna como obra genial, por su fluidez y alegría, lo cual me recuerda los versos de un poema de nuestro gran poeta José Hierro (1922-2002): Aquel que ha sentido una vez en sus manos temblar/ la alegría/ no podrá morir nunca.(…) Aunque muera mi cuerpo, y no quede memoria de mi”.