Mientras escribía este artículo comencé a preocuparme seriamente, llevaba ya varios días dándole vueltas a una idea. Mi retorno a la Italia era casi impensable, algo muy lejano, mi estancia en mi ciudad, esta mi ciudad, me reconfortaba, tenía buenos amigos, casi ya hermanos para mí, y la mayoría de ellos en una situación como la mía.
Lo complicado de las relaciones familiares, me habían unido a gente con familia tan cercana que no quería ni acercarse, pero dentro de lo absurdo, mi mente ya había buscado el sitio en la mesa para el bigotes; el calvo del perro chocolate tenía su asiento a mi derecha; y los dos parroquianos y sus adjuntos ya se pelearían por los sitios restantes en aquella que sería la de los comensales de la mesa redonda.
Sin embargo viendo las noticias, todo lo planeado, el menú, los vinos que ya había encargado por SEUR, y que vendrían desde Italia, las botellas de Grappa… todo, todo se me derrumbaba como un castillo de naipes.
Según el dirigente de la región, solo podíamos reunirnos dos núcleos familiares, y éramos al menos cuatro núcleos porque cada uno era hijo de su papá y su mamá; no podíamos superar el numero de 10, pero ya había dicho que los dos parroquianos podían venir con algún amigo, y el calvo vendría con su perro, al final podríamos ser cerca de 12 o 15, incluido el perro, porque los parroquianos arrastraban, como yo, de dos o tres adjuntos inseparables.
Ante esta situación, que compartí con el bigotes, encontramos una solución, y era que de aquí al 24 de diciembre, el y yo nos casáramos por lo civil -al fin y al cabo estaba autorizado, aunque podrían ponernos pegas por falta de amor- una vez casados debíamos adoptar al calvo y a los dos parroquianos, expulsar al perro y a los adjuntos inseparables, y así comenzar una nueva vida.
Finalmente, todo se solucionó, y mi cena se celebraría, pero me entristeció ver como un grupo de amigos, que al fin y al cabo son allegados, y que no teníamos a nadie con quien pasar esa noche, no podíamos -en un principio- quedar para una cena de Navidad respetando la legalidad… Finalmente, todo se solucionó se permitirán los allegados, sí, pero la incertidumbre de los días pasados, los vaivenes de las decisiones de última hora, y lo ocurrido ponían de manifiesto como poco a poco ya no éramos ni dueños de nuestras propias vidas.