Orlando le contó a Sasha todo lo que alguien puede contarle a su amante, “pero Sasha guardaba silencio”. Silencio también, -acaso con la respetuosa prudencia que causa el asombro en la obra de un genio-, al acabar la representación de Orlando, de Virginia Wolf, en un Muñoz Seca cuyo reducido aforo, rompió luego en un colosal aplauso, como si estuviera completo… Y es que, ni en el amor ni en la literatura (que muchas veces no es más que un amor de repuesto), conviene contarlo todo, sino saber dejar algo por contar…



Lo que no conviene dejar de contar, sin embargo, en esta excelente representación de Orlando, es la laboriosa actuación de los actores de la Compañía Teatro Defondo, por su aplicada y múltiple (cada uno encarna a varios personajes en la obra) escenificación de la secuencialidad histórica de una vida, la de Orlando, que dura tres siglos. Tres siglos, cada uno con el espíritu de su época, a través de los cuales, siempre en busca del amor, atraviesa Orlando, luchando siempre por alcanzarlo, obteniendo a cambio amargas decepciones, la gloria literaria y la muerte inmediata necesaria, acaso no sólo por el impacto soberbio de un final trágico, sino por familiarizarse con su propia muerte su autora.

No, a veces es mejor no contarlo todo, sino saber dejar algo por contar. Vivir es un secreto de años que no conviene desvelar, sobre todo uno a sí mismo, no sea que se cumpla…, mientras los amantes “que guardan silencio” huyen al derretirse el hielo sobre el Támesis…