Atrás se quedó toda una vivencia, intensa e interesante, una experiencia como jamás pensé vivir. Tomé camino de La Puntilla, paseando sin prisas, solo, el río me acompañaba durante el trayecto, y antes de lo que pensaba, mis ojos ya se encontraron con la imagen de la bahía recortada en la orilla dorada de la playa.

El sol, aún bajo, teñía de un oro viejo las imágenes, como apagadas, mis ojos recorrieron cuanto veía, y mientras me acercaba, ya pisando sobre la arena, mis ojos se posaron en los objetos que el invierno de galernas había traído hasta el fin de las olas. [Lee aquí los capítulos anteriores]

Me dejé llevar por el espectáculo, por lo que se me ofrecía, sin darme casi ni cuenta el sol comenzó a elevarse hasta que ya todo brillaba. A pesar de que el clima aún acompañaba, las prendas de abrigo ya eran parte del atuendo. Poco a poco me iría poniendo capas que ahuyentaran el frío, y ello me hizo estremecerme.



Quedaba por delante una época maravillosa, una época de fiestas, reencuentros, falsos cariños y el inundarnos de un espíritu navideño que nos removía las conciencias, pero, este año, como ningún otro, y sin que dependiera de nosotros, sería distinto. Habría que vivir de la manera más ajustada a los tiempos posibles, pero sin desvirtuar el sentido de las fiestas.

En la medida de lo posible, la normalidad debería ser lo más normal posible. Luces, eventos, compras, reuniones… sentimientos que no desaparecería, y que al fin y al cabo, necesitaban de ese entorno festivo y acogedor de las Navidades… de las lagrimas y los malos momentos ya se encargaría la pandemia, que poco a poco era una parte más de nuestra forma de vivir.

Sobre el autor: Paolo Vertemati representa a un personaje ficticio, un extranjero que ha venido a El Puerto de Santa María, y a través de sus capítulos narra a modo novelesco sus sensaciones y experiencias con las tradiciones y la propia idiosincrasia del lugar, con historias entre reales e imaginarias.