Disfrutaba de todo, absolutamente de todo, pero sobre todo, de las noches. Algo me impedía permanecer despierto en soledad cuando se hacía de noche. Era la peor parte de mi día, esa sensación de oscuridad y silencio no me dejaba vivir en paz. [Lee aquí los capítulos anteriores]
Por eso, habiendo pasado pocos días, la angustia me llegaba sobre las diez y media de la noche, cuando con los bares cerrados paseaba por las calles desiertas hasta las once de la noche.
No es cuestión de cuestionar las medidas tomadas, ni de sopesar la necesidad o no de las mismas. Tampoco era cuestión de verlo como necesario, ya que al parecer era la única manera de poder controlar la salida nocturna. No entendía bien el porqué, me limitaba a auto cabrearme y esperar a que pasara el tiempo.
A mi mente vino la Navidad, tan lejana que apenas podía olerla, o al menos eso era lo que quería, quería sentirla lejana, para que diera tiempo a que este virus pasara y me dejara vivirla en paz. No quería pensar en ello, pero entonces me acorde de Cádiz, la necesidad me llevó a la Capital, y me sorprendió ver que allí, en la zona la avenida, en una amplia plaza en donde había un mercado, las luces de Navidad ya estaban funcionando.
Después de ver como habían puesto al Ayuntamiento de aquí por querer poner luces, ni me quise imaginar lo que habrían dicho del de Cádiz. Por curiosidad sondee el tema. El Ayuntamiento de Cádiz había incrementado el gasto de adornos mucho más. Mantenía desde hacía semanas algunas zonas con alumbrados navideños gastando luz… no entendía que nadie protestara.
Como siempre, mi amigo me sacó de dudas, o al menos lo intentó, porque cuando me dijo que en Cádiz estaba un tal Kichi de Podemos, solo pude pensar que sería algún personaje famoso al que todos querían muchísimo.
Olvidándome del tema decidí seguir pensando que en tiempos de pandemia una semana es mucho y es poco, y un mes una eternidad. Mi Navidad estaba aún lejana, y solo quedaba confiar en que la salud remontara, la Navidad siempre estaría y los sentimientos, como siempre, dependería de nuestra aceptación de la realidad y la capacidad de adaptarnos a las circunstancias.