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El cine español ha dado obras importantes sobre la familia como tema, en los años cincuenta y sesenta, producciones a caballo entre la comedia costumbrista y el sainete. Se hicieron exitosos filmes como La vida alrededor (1959), sobre un matrimonio en apuros, película dirigida y protagonizada por Fernando Fernán Gómez en 1959; fue esta secuela de La vida por delante (1958), que retrata a un matrimonio joven y las distintas adversidades a las que se enfrentan para comprar un piso. La gran familia, dirigida por Fernando Palacios (1962), nos presentó una familia unida frente a toda adversidad, con un pater familia pluriempleado, para mantener a su extensa prole. La ciudad no es para mí, dirigida por Pedro Lazaga en 1966 y protagonizada por Paco Martínez Soria, nos cuenta la historia de Agustín Valverde, natural de un pueblo llamado Calacierva, quien un día decide visitar a su hijo con el propósito de quedarse en la ciudad para siempre, pero su sorpresa fue que su propio hijo y nuera lo tratan como si fuera una molestia y un paleto. Fue una de las películas más taquilleras de nuestro cine.

De hecho y dado que hablaré luego de él, nuestro gran personaje que es Santiago Segura ha demostrado su profunda admiración, y mucho amor, por el cine español de los 50 y los 60. De hecho su último film se puede leer en clave de homenaje al clásico La gran familia de Palacios, entre otros.

Pero hay más, pues las historias familiares siempre han tenido su lugar en nuestro cine. Muchas venían importadas de los sueños Disney, guiones azucarados y familias inalcanzables. Pero el cine español supo crear familias reales de carne y hueso. Hubo films como La gran familia española (2013) del director Sánchez Arévalo, muy interesante. Padre no hay más que uno (2019) de Segura, la segunda película más taquillera del cine español ese año, Dolor y gloria (2019), en la que Almodóvar nos cuenta la importancia de la madre en el corazón de su hijo.  La primera película de Santiago Requejo –Abuelos (2019)-, que dedica su Ópera Prima a las familias reales de España. Diecisiete (2019), la nueva de Daniel Sánchez Arévalo, que une a dos hermanos en las antípodas en torno a una abuela en las últimas, en Netflix. Y muy reciente, de nuevo Segura con su Padre no hay más que uno 2 (2020).

Para esta entrega he decidido comentar cuatro películas sobre el tema. La gran familia (1962), La gran familia española (2013), y dos del boom reciente con Segura al frente: Padre no hay más que uno (2019) y Padre no hay más que uno 2: la llegada de la suegra (2020).

LA GRAN FAMILIA (1962). Estamos en plena dictadura, cuando los premios de natalidad eran noticia y se procuraba, aunque no se contara con muchos medios, aumentar la progenie. Era el tiempo de hacer cine de súper familias. Y no sólo por la cosa de la natalidad, también eran películas sencillas, afables, de las que se ven como quien se toma un vaso de limonada fresquita. Películas sin asperezas ni retranca de ningún tipo, en las que los censores podían incluso dormitar.

En esta cinta, el padre del clan es el aparejador Carlos Alonso (Alberto Closas), que además simultanea otros trabajos pues debe mantener una esposa (Amparo Soler), al abuelo (José Isbert) y una prole de quince hijos. No había más remedio que trabajar y trabajar, pero con muy buena onda, eso sí, para ir costeando los numerosos gastos, con algún apoyo del padrino pastelero (López Vázquez).

La película es un relato en episodios diversos o sketches de la cotidianeidad de la familia. La película es agradable, y sirvió a modo de distracción en aquellos años de plomo y aburrimiento.

Los directores Fernando Palacios y Rafael J. Salvia consiguieron con esta película una obra decente, con las características de un film simpático que gozó de gran éxito de público.

Tiene esta obra un guion bien trabajado del gran Pedro Masó, junto a Rafael J. Salvia y Antonio Vich, con una trama propiamente familiar, llana y que deja buen sabor de boca. Está muy bien la música del argentino Adolfo Waitzman con aciertos descriptivos del ambiente y los estados de ánimo; buena sintonía inicial que acompaña los títulos de crédito la utilización de villancicos y balada de despedida en la playa, punto final de las vacaciones, con un tinte melancólico. Fotografía bien conseguida en blanco y negro de Juan Mariné.

El reparto es de gran altura con un Alberto Closas, reconocido actor del momento, un actor natural que parece interpretarse a sí mismo, o sea que en entrevistas que yo le he visto, siempre era así de jovial y simpático; en fin, Closas es un padre muy creíble en este film, pero poco increíble para la época: con autoridad pero sin ser autoritario; orgulloso pero no vanidoso; trabajador, honrado, cristiano y positivo. Amparo Soler Leal está estupenda de madre y esposa de las de aquellos entonces, cariñosa, abnegada, fecunda, práctica, hacendosa, sensata y cabal: el paradigma de la mujer española de los sesenta. Tenemos a un abuelo inigualable interpretado por el siempre brillante y grande José Isbert, en una de sus últimas películas. José Luis López Vázquez también da muestras de su amplio repertorio como actor de primera fila e indispensable en las comedias hispanas de la época.

Película familiar agradable, cine español que fue considerado para enojo de directores y guionistas como “cine infantil”. Cero de morbo, pero que refleja el realismo de la España franquista.

 

LA GRAN FAMILIA ESPAÑOLA (2013). Comedia fresca, sin prejuicios, natural y con notas de humor ocurrentes. Se trata de una atípica familia de cinco hermanos, con un padre moribundo y una frustrada boda, justo el día que la selección española de fútbol ganaba la copa del mundo de fútbol en Suráfrica.

La dirección y el guion de Daniel Sánchez Arévalo, tomando como punto de partida la celebérrima película de 1954 “Siete novias para siete hermanos”; es ocurrente y original. La película demuestra que el cuidado y estilo de Sánchez Arévalo, unido a unos personajes encantadoramente complejos, han servido para que esta la comedia española sea muy entretenida.

La cinta carece de prejuicios y se convierte en un claro ejemplo de cine libre de complejos, un cine atrevido y moderno pero sin caer en la horterada. Y resulta tanto mejor cuanto más intimista. Un film que caba contagiando su espíritu popular y ese acontecimiento que es ya parte de nuestra memoria colectiva: el momento de ese gol de Hiniesta que nos dejó pasmados y con cara de no saber si reír o llorar en la final del mundial de fútbol surafricano en 2010.

Divertida, inteligente, con personalidad. Daniel Sánchez Arévalo tiene un oído privilegiado para reproducir el lenguaje de la gente joven.

No obsta para que la película tenga momentos más acertados y otros mediocres, escenas divertidas y otras de bochorno, y clichés que a veces toman asiento con facilidad en el guion junto a los chistes manidos y un “buenrollismo” que sobra.

Pero lo más notorio de esta película es su naturalidad, su juventud y que pertenece ya a otra España muy diferente. Un país que ya no es casposo, ni de postguerra, ni cateta. Es una nueva visión del mundo.

 

PADRE NO HAY MÁS QUE UNO (2019). Esta película es muy graciosa y entiendo perfectamente que más de dos millones de espectadores se riesen de las desgracias de ese padre que nunca había ejercido como tal, cuando su mujer, harta de todo se va al Caribe dejándole empantanado con sus cinco críos.

El guión de Segura y Marta González Vega, la dirección de Segura (tan paciente e intuitiva con los actores infantiles) el excelente timing en la ejecución de los gags, una aguda pátina satírica que no obstaculiza la mecánica de la carcajada, y la dupla formada por Santiago Segura y Marta González de Vega, consiguen una modélica comedia familiar que explora creativamente un territorio fértil para el humor físico y el diálogo corrosivo.

Los momentos desastre que encadena papi Javier por su falta de experiencia en el cuidado de los menores, funcionan para dejar claro que los había desatendido hasta el momento. Y permiten mantener al padre como centro del universo y revertir en su beneficio las simpatías que genera verlo esforzándose a tope para ayudar en casa, mientras aprende el oficio de progenitor responsable.

Dentro de su ligereza, su encantadora trivialidad y su comicidad a tope, la película también tiene su aliño de malicias, detalles y piezas sueltas, que al unirlas chispean y alegran al espectador.

 

PADRE NO HAY MÁS QUE UNO 2: LA LLEGADA DE LA SUEGRA (2020). Vuelve Santiago Segura, con una segunda entrega que desde mi modo de ver, mantiene el humor y las bondades de la primera, pero con algunos elementos nuevos y muy ocurrentes.

Además, nuestro director, guionista y director se empeñó en distribuir su película en las salas comerciales, a pesar de la que está cayendo con el COV-19, pero con el convencimiento que le honra, sobre la necesidad de que los cines cuenten con películas de estreno.

En esta segunda entrega tenemos una nueva historia con el triunfo de la asistente virtual 'Conchi', Javier (Santiago Segura), que lidera el chat de madres del colegio de los niños; todo parece ir sobre ruedas. Pero hete aquí que llega la noticia bomba: un nuevo bebé viene en camino, lo cual pondrá todo manga por hombro. Y para colmo llega la suegra… con sorpresita en el guión que no se desvela hasta el final de la historia.

Tiene la película una dirección muy digna de Santiago Segura, realizada por cierto de manera clásica, junto a un guión muy bien trazado y trenzado del propio Segura junto a Marta González de Vega. Un argumento sencillo y natural, con un rosario de gags, problemas domésticos, escenas infantiles, todo ello con los toques agudos del humor de Segura que sabe dar en el blanco con sus puntadas que adquieren el aspecto de un tejido eficaz y nutritivo para el consumo familiar.

El reparto es ponderado y eficiente, destacando un Santiago Segura sembrado y expresivo, junto al eficaz trabajo de Toni Acosta, la excelencia humorística de Loles León y su química con Segura, y acompañando, actores y actrices, niños y adultos, todos muy conjuntados.

Hago votos para que este simpático film de buena factura que se ha estrenado en un momento difícil con la pandemia aún amenazante, sirva para reactivar la saludable costumbre de ir al cine. La película conforta y motiva a ello; y a ir en familia, para salir con una sonrisa en los labios.

Publicada más extensa en la revista de cine ENCADENADOS