Hoy es el último día, o el primero, dependiendo de los ojos con los que lo miremos, hoy después de 99 días, la normalidad regresará a nuestras vidas. Aun así, normalidad es algo lejano, y no por lo que atrás queda, sino por el futuro que se presenta por delante.

Lo vivido es solo el principio de una nueva enfermedad, la cual, superado el desconcierto, la incertidumbre y el dolor, se queda ya como parte de nuestras vidas.

La historia de la humanidad se encuentra plagada de hechos como el vivido, pandemias, muerte, destrucción, enfermedades que desaparecen por completo, otras que se adaptan a nosotros para controlarnos. Y, sin embargo, viendo lo ocurrido, la capacidad de reacción nos ha llevado dominar la situación en poco menos de 100 días.

Para algunos les perecerá una torpeza, una inutilidad, para mí el principio de una nueva era en la que el hombre es capaz de controlar, capaz de adaptarse casi tan rápido como la propia naturaleza, más rápido aún, ya que la generación de un virus no es espontanea, es fruto de mucho tiempo incubando, adaptándose y mostrando su cara. No hemos vencido totalmente, ya que no se ha erradicado la misma por completo, pero hemos sido capaces de adaptarnos a ella.

Olvidamos nuestra historia, olvidamos lo vivido, pero detrás de nuestra libertad está el trabajo de miles de personas que doblegan el virus y seguirán trabajando para ello.

Hoy, cuando saldremos del día 99, cuando el estado dejará de imponernos prudencia, llega el momento de imponernos a nosotros mismos esa prudencia, es hora de aprender a vivir con algo que sigue flotando en el ambiente, y que aún tardará es ser una simple gripe.

Se acaba la prudencia impuesta, pero empieza el tiempo de la prudencia personal, del obedecer a patrones de conductas que nos lleven a un buen Puerto, llega el momento de ampararnos en la prudencia y aceptar lo que tenga que venir de la mejor forma posible. Feliz Fin de confinamiento.