David Calleja (Tribuna libre).- Todo en la vida se haya expuesto a las opiniones de las personas, tanto para bien como para mal. Muchas veces se analiza desde el desconocimiento, realizando un juicio que se cree objetivo, aunque eso no quiera decir que ese criterio sea cierto. ¡Cuántas veces tenemos una idea preconcebida de alguien sin ni siquiera haber hablado con él!

Al Rocío le sucede igual: suscita opiniones de todo tipo, basándose muchas de ellas, por desgracia, solo en oídas o en lo visto en un reportaje de televisión.

Esa frase tan típica y hecha de que “nuestra romería no se puede explicar” cobra más sentido que nunca estos días. La romería hay que vivirla. El rociero, al igual que el  cofrade, lo es todo el año, pues existe una connotación religiosa en la que la devoción está por encima de todo.

Todas las fiestas son importantes en la ciudad y mi labor consiste, entre otros aspectos, en potenciar y engrandecer el día en que la Hermandad del Rocío parte de la ciudad y el día en el que concluye en ella su peregrinar. Hay que conocer y vivir todas y cada una de las festividades; si no es así, resulta complicado gestionarlas.

Para quienes viven la fiesta del Rocío sobran las palabras, pero quiero mostrar el apoyo y la comprensión para estos días tan duros que, sin duda, viviremos a base de recuerdos, que de esos días la ciudad de El Puerto de Santa Maria, al igual que esa familia rociera, tiene muchos.

Porque es cierto que, aunque el sentimiento se vive todo el año, los días de Rocío mantienen una significación especial, un halo que hace que esa reja, esa ermita, sea una playa interminable que acoge las oraciones de miles y miles de peregrinos, con las circunstancias de cada uno, pero presentes solo por Ella.

Supongo que en la vida nos vamos sintiendo orgullosos de nuestros logros, del avance de  nuestras familias, retroalimentándonos, así, de recuerdos. Somos muchas las familias rocieras portuenses que atesoramos un legado de oraciones, de pisadas, de momentos experimentados que se unen a las personas que, por desgracia,ya no están y que nos inculcaron esa devoción rociera.

A quienes no conocen la romería del Rocío me gustaría decirles que, siendo libres para opinar y decir lo que piensen, es más sensato hablar con conocimiento de causa, pues los tópicos nunca fueron buenos consejeros.

Y es que en la romería tienen lugar instantes maravillosos en compañía de amigos y familiares, en los que el arte acaricia cada casa, en los que la fe existe y es palpable, como también se atraviesan momentos complicados, situaciones adversas ligadas a un camino que hay que hacer cada año, que, como sucede en cualquier camino de la vida, cada cual emprende de la manera que cree oportuna, sin que nadie sea igual a otro o sienta igual que otro, pero acometiendo la peregrinación bajo un mismo fin... el de llegar hasta Ella.

Un abrazo enorme, en este día en el que iniciaría el camino a la aldea almonteña, a la Hermandad del Rocío de El Puerto, a los rocieros portuenses y a los del mundo entero. Algo tendrá una aldea tan pequeña cuando acoge la mayor romería del planeta, trascendiendo el simple concepto de pasarlo bien, que es algo que cualquiera puede hacer en su ciudad, en otras celebraciones como ferias o romerías más cercanas.

Tengo un amigo rociero que dice que siempre existe una sevillana para cada momento. Sin duda que mi sevillana de este año es aquella que termina diciendo: “Y hago el camino soñando /toitas las veces que quiero…”.