Sin cantar victoria aún, sería una imprudencia absoluta, parece ser que el bicho está en ‘retirada’. Estando a las puertas de la segunda fase en la que la ciudad recuperará algo de ‘normalidad’, es pronto todavía para hacer un balance definitivo. La batalla contra la Covid-19 se está ganando con el alto coste de casi treinta mil fallecidos y se desea como agua de mayo una vacuna que logre frenar la enfermedad de cara al otoño.

En El Puerto de Santa María, podemos decir que ya no tenemos pacientes ingresados, estamos libres de coronavirus porque se han hecho las cosas bien entre todos. Y es que si se ha llegado a este punto ha sido porque se han tomado las precauciones que nos han indicado las autoridades sanitarias, es decir, hemos dejado de abrazarnos, besarnos, manosearlo todo sin protección y, lo más importante, muchos/as han empezado a lavarse a menudo las manos porque, mascarillas aparte, la higiene es la base fundamental para la no transmisión de unos a otros. [Ni contagios, ni ingresos ni muertes en las últimas 24 horas en la provincia de Cádiz]


Todavía hay y habrá quienes quiten hierro a todo, les cuesta asimilar la tragedia, otros a golpe de tecla pregonan su talibanismo contra el Gobierno al que acusan de “criminales” (sic); de ser los culpables de las defunciones en geriátricos, asesinos como lo son entonces también los presidentes de, por ejemplo, Francia, Reino Unido y otros países europeos. Esos calificativos no se han oído en los parlamentos de estas naciones citadas, eso dice mucho de la oposición política que tenemos y que no merecemos. Así mismo, por esa regla de tres utilizada por la susodicha, otro culpable es el máximo gobernante del país más poderoso del mundo, es decir, los Estados Unidos donde también han tenido que doblegarse ante lo desconocido y para lo que no se estaba  preparado en el momento de dar soluciones para combatirlo con los medios disponibles.

Aunque la tensión social se va suavizando, era más mediática y en redes sociales que real, el espectáculo que nos han dado políticos, medios y opinadores ha sido verdaderamente lamentable. Algunos han visto la ocasión para desgastar pero lo que han conseguido ha sido revelarse ante la ciudadanía, la que no es tonta ni se deja embromar con cacerolas, logrando con miserables maneras destapar su verdadero rostro. Gente interesada en arañar votos a costa de usar utensilios de cocina, como el triste episodio en una urbanización de “postín” habitualmente segunda residencia de gentes de las afueras de la ciudad, donde algunos, a los cuarenta y cincuenta años, por fin han descubierto lo que es una cacerola… Éxito total proclamaban, sí, el de la estupidez humana.

Estando en el fulgor de la contienda como estamos, una lucha que gracias a los avances de la ciencia se terminará ganando como se derrotó otros males que han azotado a este mundo, se debe comprender que normalmente los malos siempre terminan por replegarse, retroceder ante el avance de quienes con tenacidad combaten para exterminar la naturaleza desconocida y aguerrida de un código genético que está presente en la Tierra mucho antes de que algo parecido a los humanos existieran.