Vanesa Comino Fernández es una joven portuense que lleva dos años en Madrid, trabajando prácticamente desde que se marchara de su ciudad natal en una residencia de ancianos, Urbanización de Mayores, en Sevilla la Nueva (Madrid).
Esta enfermera, que se marchó de El Puerto por motivos laborales y personales, pues su pareja trabajaba en Madrid, afirma que desde el comienzo de la pandemia del coronavirus, “la dirección de la residencia no ha escatimado en atenciones a los residentes y trabajadores”.
De hecho, asegura que en su residencia, en la que viven unos 300 abuelos “cuando vimos venir el asunto, en febrero, comenzamos a tomar medidas. La dirección se ha reunido con nosotros y los médicos en todo momento, y nos ha ido consultando y contando qué se hacía. Además, en febrero restringimos las visitas de los familiares”, una medida que ahora valora como un acierto.
“No tengo quejas, no han escatimado en hacer todo lo posible por residentes y trabajadores. Y eso es importante. E incluso se montó un hospital de campaña en una zona de la residencia”, explica. De hecho, agradece la cercanía y labor de la dirección, porque “han hecho posible que fuera más fácil de lo que se pensaba”, a pesar de que han sido meses duros de trabajo. “No podemos tener una palabra mala para ellos”.
Es más, el ambiente de trabajo, el valor que da la dirección al equipo de trabajadores, el compañerismo y la cercanía con los abuelos, con los que se forma una familia, han hecho que Vanesa cambie su concepto de las residencias. “Antes no quería trabajar en ellas, y a día de hoy mucho tendría que cambiar la situación para querer irme. No pensé que estuviera tan bien en un sitio así. Y sentirte cómoda, valorada y que te cuiden es importante, más que si ganas más o menos. Soy muy feliz”, asevera.
Pero Vanesa no solo pone en valor el trabajo de la dirección de la residencia, sino el amor que le dan los propios residentes. “Son nuestros abuelos, ríes con ellos, peleas, lloras, porque el día a día hace que sean parte de tu familia. Te cuentan su vida, tú a ellos la tuya, y es muy duro verlos malos e incluso fallecer”, comenta. Esta joven demuestra tener una sensibilidad especial, una empatía enorme y una capacidad de ponerse en el lugar de los demás insuperable, lo que hace que se haya entregado tanto a los residentes.
Sin visitas familiares
Además, apunta que “ellos lo pasan mal” con la situación sanitaria que han vivido, porque “son conscientes de que hay gente que está muy mala o incluso muere. Y los ves sufrir, porque piensan que también les puede pasar”. Y encima “les restringimos lo único que tienen, las visitas de sus familiares. Si para ellos ha sido duro, para nosotros también”.
Una decisión la de eliminar las visitas que “unos familiares acogieron con mejor agrado que otros”, pero que finalmente valoraron, puesto que “han visto que ha servido, y que era necesario. Después todos nos han dado las gracias, porque han visto los resultados”.
Además, entendiendo la necesidad de residentes y familiares de saber unos de otros, por necesidad, por seguridad, por amor y cariño, por salud mental, la dirección puso a disposición de las familias “el teléfono, al que podían llamar a cualquier hora”, que siempre habría algún trabajador que le atendiera y le diera una reseña de la situación de su abuelo. “Y la dirección se ha implicado mucho, e incluso cuando ha fallecido algún abuelo y nos dimos cuenta de que no se habían podido despedir, empezamos a hacer videos” de los residentes, haciendo actividades, saludando o comentando cómo estaban, “e incluso videollamadas. Hemos intentado adaptarnos a las circunstancias”.
Vanesa ha vuelto a su residencia, a trabajar, este martes, tras estar un mes de baja, puesto que se contagió de coronavirus, supone que en la residencia, trabajando. “Ayer di negativo en la PCR y hoy, al incorporarme, ha sido maravilloso, porque los abuelos te ven como a su propia nieta, y se alegran de verte”. Además, confiesa que “ha estado un mes de baja, pero no ha habido un día que no haya preguntado por ellos a mis compañeras. Se te cae el alma a los pies cuando los ves malos o alguien fallece”. De hecho, de las primeras cosas que ha hecho esta portuense al llegar a su centro de trabajo ha sido mirar la lista de fallecidos, algo que necesitaba, antes de enfrentarse a la realidad al hacer alguna visita a alguno de los residentes “y llevarme una mala sorpresa”.
Con todo, y tras casi tres meses de duras medidas sanitarias, pero a la vez eficaces, “se vuelve a una cierta normalidad. Aunque todavía queda para que todo vuelva a estar bien”.
Vanesa explica su propia experiencia al enfrentarse al virus. Así, comenta que “dejé la residencia trabajando catorce horas, sin descanso prácticamente, codo con codo con la UME incluso, y lo dejé en el punto máximo del coronavirus. Y hoy es todo algo más normal. Los residentes no pueden usar las zonas comunes, apenas salen de sus habitaciones, por seguridad, pero está todo más controlado, y es una alegría”.
Y lo más importante de estos duros meses de batalla contra la Covid-19 es que “ahora sabemos cómo actuar. Los primeros días era un caos. De repente te encontrabas a un residente que estaba bien, al que habías dejado merendando, y de repente le entraba una fiebre altísima, o no reaccionaba. Es una situación que descoloca, es muy chocante ver a gente que se pone enferma de repente”.
Por otro lado, Vanesa quiere romper una lanza por el trabajo que se ha realizado en gran parte de las residencias, especialmente en la que trabaja, puesto que ha habido noticias que han denigrado la labor que se ha realizado en este complicado tiempo. “Hay residencias donde se habrán cometido negligencias, pero en las menos. Y esa negligencia aquí no ha le visto. Además, las noticias de los informativos dejaban peor de ánimo a los familiares”.
Contagiada de coronavirus
En cuanto a su contagio por el coronavirus asegura que “al principio sentí un poco de miedo. Pero no me di cuenta en un primer momento, lo asocié al cansancio de trabajar tanto, pero al descansar un fin de semana y sentirme igual, vi que no era normal. Me hicieron la prueba en mi residencia, la dirección fue la que insistió”, y una compañera y Vanesa incluso propusieron pagar la prueba, siendo conscientes de que “en esos momentos, cuando todo comenzaba, en que eran muy caras, como las mascarillas, los monos, las pantallas, y todo”. Pero la dirección se negó, entendiendo que era su responsabilidad cuidar de sus trabajadoras.
Los primeros síntomas que tuvo, Vanesa los asoció a “una especie de alergia, pero después tuve neumonía”, teniendo que acudir en alguna ocasión al hospital, porque “me asfixiaba y me ahogaba, incluso cuando lo único que hacía era tirarme en el sofá y levantarme para lo necesario. Sientes que no te pasa el aire a los pulmones, y te asustas, porque no veía mejoría”. Además, “tenía sueño en todo momento”. Por eso confiesa que “me hubiera ido a El Puerto, hubiera cogido el coche y hubiera llegado en cinco horas, sin parar”, explica entre risas.
“No me han faltado ganas”, asegura, porque “sé que mis padres han estado muy preocupados por mí, porque es una profesión de alto riesgo. Todos los días, al salir de trabajar, fuera la hora que fuera, les daba el parte. Estando juntos, en casa, me han llegado a llamar, por separado, hasta en cuatro ocasiones cada uno”. Y por otro lado, “cuando he estado enferma, sé que han estado más preocupados si cabe”. Sin duda, Vanesa asegura que “ha sido una suerte vivir con mi pareja, y no sola, porque ha sido un gran apoyo”. Pero sin duda “he echado en falta a mis padres y a mi hermana, a estar en casa y no tener preocupaciones”.
Pero ya ha pasado, y ahora Vanesa está recuperada, que es lo importante, “y tengo la tranquilidad de que tengo la PCR hecha”, pero con todo, si pudiera viajar a El Puerto “me lo pensaría dos veces, porque sigo sintiendo respeto”. Pero las ganas le pueden, y confirma que “desde Navidad no veo a mi familia, y aunque tengo ganas de verlos, he dudado muchas veces al pensarlo fríamente si vendría o no”. Pero ahora esta enfermera tiene la tranquilidad de haber dado negativo en la prueba.
De hecho, pasar por los duros turnos en la residencia e incluso por el contagio, han hecho que los valores de Vanesa hayan cambiado. Ahora su prioridad es “estar con mis familiares”. De hecho, si Madrid estuviera en la primera fase de desescalada, como sí lo está su ciudad natal, “en vez de ir a una terraza, preferiría ir a ver a mi tía o a mis amigos”, que es la gente que tiene en Madrid. “Tener el calor de los que quieres es más importante. Lo demás no es prioritario”.
Es más, explica que “en enero tenía unos planes, y ahora otros, lo importante es reunirme con los míos”. De hecho “me casaba en julio, en El Puerto, y se ha tenido que posponer todo, pero tengo claro que no pasa nada, nos casaremos el año que viene”, comenta sonriendo.