El ser humano aprende a adaptarse ante cualquier circunstancia, tiende a morir de amor, de pena, de felicidad o de hastío en cada momento de su vida. Luego, la realidad, es distinta, se adapta, no muere, y ese dicho de que nadie se muere por nada es cierto.
Al margen de los problemas colaterales que esta situación nos trae, en un determinado momento, la mayoría de las personas adoptarán una rutina que les hará vivir la situación sin histrionismos. Algunos seguirán buscando culpables, hablando de maquinaciones y conjuras mundiales. Otros, la mayoría, viviremos la circunstancia, nos adaptaremos al momento que estamos viviendo y esperaremos a que todo pase y retornemos a la normalidad, a la cual, nos adaptaremos una vez que llegue. Ello no quiere decir que todos lleguen a la vez a ese momento, ni que lleguen todos, algunos terminarán el confinamiento como un cataclismo inconmensurable.
Lo curioso de todo es la novedad de una situación que ninguno hemos vivido. Una situación que pone a prueba la capacidad del ser humano para enfrentarse a un problema. Y esa novedosa situación hará de nosotros, de los que la vivimos, personas con un conocimiento de la realidad que nos marcará positivamente. Las renuncias que hacemos, los pequeños sacrificios, el aguante de algunos, nos harán comprender mucho mejor cualquier situación que se nos avecine.
Para muchos se exageran las medidas, pero no es así, el ser humano no está aislado, y todos dependemos de todos en alguna manera. Se podría decir mucho más, y cada día que pasa es más difícil no decir nada de quienes tendrían que dar la talla.
También se hace difícil no reconocer a los que sí lo hacen, y a los que por sacar un rédito político ponen zancadillas, cada uno tendrá sus conclusiones, pero de momento, es mucho mejor pensar que la vida sigue, de momento un poco diferente, así que rían, lloren y sean felices, en cada día hay un momento para las tres cosas.