Vamos llegando al momento en el que cada día que pasa, cada momento que vivimos, cada experiencia, nos acerca más a esos sentimientos que nos conmueven.

Las noticias nos van calando, empatizamos y sentimos, y poco a poco, sin darnos cuenta vamos cayendo en una melancolía que no será beneficiosa para nosotros o nuestro entorno.

Llega el momento de practicar la sonrisa mas forzada, de detener durante dos segundos la respuesta, la de pararnos a pensar en lo que decimos, porque, la vida sigue, y nuestra vida, la que tenemos, seguirá.

Sentimos el pasado, los recuerdos, cada vez con mayor fuerza como una losa insuperable, como algo que se nos antoja lejano, y sin embargo, ni es lejano, ni se ha perdido, nuestra mente, nuestra melancolía, empaña la realidad más palpable.

Son momentos presentes, con su pasado que nos aferre a la vida, y ello debe llevarnos a meditar sobre el momento. Como ocurre con todo, cada cual es distinto, hay personas más positivas, personas más fuertes, personas que viven el presente de forma plena, no piensan en los días que llevan confinados, no se preguntan cuántos quedan para que termine todo, no se lamentan de lo que no han podido hacer o perdieron, no viven pensando en vivir algo mágico en un futuro que no conocen. Y siendo así, en estos días, son fundamentales para servir de apoyos a quienes no consiguen ser así.

Nada es blanco o negro, el gris, el punto medio es la virtud, y en un mismo día, el rol del positivismo puede tenerlo una persona u otra. Por ello, tengamos todos paciencia, con los que convivimos y con los que nos comunicamos, seamos positivos para que quien no lo sea pueda salir de su melancolía, y antes de responder o recriminar, pensemos que todos podemos tener un buen día.

Nos vemos en los bares.