Desde la reciente inauguración del nuevo alumbrado navideño puede decirse que El Puerto está estrellado. Una constelación de estrellas de diversa variedad inunda el callejero portuense dándole otro colorido distinto a lo ya visto en la pasada legislatura, con un catálogo de enanas rojas y blancas dignas de deslumbrar al mismísimo Carl Sagan y otros renombrados astrónomos. Y es que nunca se había visto nada igual por estos lares siendo obvio que mejora el alumbrado anterior, no obstante tampoco era complicado hacerlo, únicamente se necesitaba trabajar y hacer las cosas bien. Tener dos dedos de frente también es importante para entender que un árbol pega más en otro lugar que no sea la plaza del Consistorio donde al anochecer no hay ni un alma que lo disfrute. Ni que decir queda que siempre habrá algún papa frita que diga “qué pena de mi Puerto y de alumbrado” pero ya es sabido que nunca llueve a gusto de todos y hay a quienes la ciencia ficción les sobrepasa. Una Vía Láctea por momentos pomposa, a ratos ingenua.

La verdad es que a uno tanto astro le recuerda a los ‘congelaos’ pero, oiga, aunque esto no sea el paseo de la fama de Hollywood, la idea no es mala y se pusieron a tiempo aunque no todas porque algunas venían de Oriente y llegaron tres días más tarde. Las que solo disponen de tres puntas iluminadas no es porque estén fundidas sino porque las estrellas de tres puntas son las que las brigadas internacionales lucían como símbolo y reflejan lo que siempre hemos llamado y conocido como internacionalismo proletario, es decir, la solidaridad y el apoyo mutuo. Únicamente, por buscarle un pero a la galaxia luminaria, opino que para Carnaval no van a poder ser reutilizadas como viene siendo norma. O quizás sí.

En definitiva, que si ponen más luces, ya es un despilfarro, que si colocan pocas mal, si las ponen en noviembre mal, y si las ponen en diciembre mal también. Al final somos todos carajot@s y no estamos estrellados pero vivimos en las nubes. En un agujero de gusano de universos paralelos.