Daniel Bastida (Desde La Pasarela).- Con el pregón ofrecido ayer por un conocido cuartetero gaditano, arranca el Carnaval en El Puerto con sus coplas, con el compás del 3×4, con sus aciertos y sus fallos, con su alumbrado -alguno navideño-, con su esperado resurgimiento, y, por supuesto, con el pasodoble al Adriano III al que ya algun@s quieren darlo por muerto y enterrado a pesar de que la gente del cuarteto que actuó anoche en la Plaza Colón pretendan restaurarlo. Y es que es llegar estas fechas carnavalescas y parece que es obligatorio recordar a la motonave abandonada en un varadero cuando el resto del año también lo está. Hay quienes incluso han hecho suyo el popular pasodoble de Paco Alba de una manera muy ligera, alegre, sin hacer nunca nada por su vuelta. Hasta un partido político lo entona cuando llega el día “señalaíto” del 28-F como fin de fiesta (…)
A uno le causa perplejidad la prosa y poesía que se le está dedicando últimamente a un símbolo portuense que subsistía de mala manera antes de irse a pique, en el olvido: la irremediable nostalgia por todo aquello que se nos fue. Y es que inevitablemente florecen los sentimientos y el lamento por la pérdida de los emblemas de la ciudad -arboledas perdidas, playas urbanizadas, palmeras devoradas, etcétera-, cuando quizás, en su momento, se pudo hacer algo más entre todos para perpetuar su existencia. Aquí somos así; dejados, se suele decir.
Era de todos conocido, antes de su fatal hundimiento, que la salud del bajel estaba herida de muerte cuando la Junta de Andalucía -la misma que lo declaró Bien de Interés Cultural- subvencionó y financió la línea de catamaranes, en vez de ayudar a una empresa privada que llevaba casi un siglo funcionando. Ahí fue cuando surgió la primera vía de agua en su viejo casco, los tiempos estaban cambiando y había que modernizar las comunicaciones por mar, con permiso, claro está, del fenómeno conocido como ‘mar de leva’.
A pesar del intento infructuoso -más por parte de algunos que por otros- por elaborar un proyecto de rehabilitación entre el anterior gobierno municipal, el actual e incluso el del Ayuntamiento de Cádiz, la embarcación continúa tocada y hundida después de permanecer sumergida casi un mes a la espera de su reflotamiento, y tras ocho años languidece triste y descuidada a la vera del río del olvido. Entre todos lo mataron y él solito se murió.
Sin pretender hacer de estas líneas una elegía dedicada a aquel barquito tan pinturero, tampoco se entiende como hay quienes escriben con cruel rotundidad que hay que pasar página y que su tiempo terminó (sic). Mire, perdone, tampoco es eso, no nos parta el corazón con esas palabras porque mientras haya un suspiro de vida hay esperanza. La última noticia que se tiene de hace unos meses es que la empresa propietaria del barco, Motonaves Adriano, había recibido el interés de dos inversores de Francia y República Dominicana que quieren invertir en la recuperación del Vaporcito del Puerto, ya sea con la rehabilitación del Adriano III, que costaría entre 350.000 y 400.000 euros, o con la construcción de un Adriano IV, adaptado a la nueva normativa marítima y que permitiría que la línea marítima, que funciona desde principios del siglo XX, recuperara el espíritu del Vaporcito.
Sea como fuere la nave se muere ante la desidia general mientras los portuenses claman porque lo que queda del barco se retire de la vista de todo el que pasa por la avenida de la Bajamar. A estas alturas, es ahora cuando los muchos a quienes ilusionaron cuando se anunció el posible reflote de la embarcación se planteen las siguientes interrogantes: ¿Por qué no lo arreglaron las instituciones municipales y autonómicas, ya que está declarado Bien de Interés Cultural? ¿Es éste un incumplimiento del programa electoral del equipo de gobierno donde iba el compromiso del rescate de los emblemas portuenses? ¿En qué momento viró la decisión del Ayuntamiento de El Puerto y por qué cuando la intención era presentar la creación de un espacio museístico vinculado al Adriano III que reuniera, en torno a la figura del buque, varios recuerdos que tuvieran como escenario el mar de la Bahía de Cádiz que optase a los fondos de la ITI Cultural aunque finalmente los técnicos prefirieron impulsar el proyecto del museo de cargadores de Indias? La respuesta, mi amigo, está flotando en el viento.
Nunca hubo intención real de repararlo, sino uno y nítido ánimo de especular… Si es que ni reflotar un velero varado en la playa tras un año se puede…
Miren, déjenlo ahí, no lo toquen, aparten sus manos del buque fantasma que descansa en paz escondido entre andrajos mientras unos jóvenes portuenses le cantan en “Los hombres de la mar” lo que sienten: “Ay Vaporcito de El Puerto mira que te han hecho en el varadero, han destrozado los sueños de los gaditanos y los marineros”.