Daniel Bastida (Desde La Pasarela).- Después del reencuentro con los estimados lectores de este medio digital, vamos a ofrecer una nueva entrega del “pa’ cuándo” se terminará esto y lo otro; la segunda que no la última. Todo es porque la gente de la calle quiere tener conocimiento del cuándo y del porqué de los asuntos que conciernen a la ciudad sin más. Se hacen preguntas en las tertulias entre amigos, en los bares y en las redes sociales pues quieren saber qué sucede con este bendito lugar que es lo mismo que se pregunta el que suscribe. Cuando esta modesta opinión es compartida por much@s y es expuesta en un inmejorable balcón como lo es un diario informativo local, gracias a la libertad de prensa y expresión del pensamiento, se convierte en voz pública para que alguien recoja el guante de lo que se propone en estas líneas. Si se consigue tal finalidad, será entonces cuando llegue la satisfacción personal por el trabajo realizado aun a sabiendas que para esto existen colectivos y asociaciones que reivindican y exigen esos mismos derechos ciudadanos. Y es ésa también una de las funciones de un periódico, esto es, la de reflejar una situación social de actualidad.
Entremos en materia. Como ya va quedando menos para mayo, toca reflexionar y hacer balance sobre todo lo que falta por cumplir y lo que no; cuando la zozobra y las prisas están a flor de piel ante la incertidumbre del futuro que le deparará a El Puerto tras este cuatrienio, para algunos próspero y para otros desastroso. En 1460 días se pueden hacer grandes cosas y también dejarlas a mitad de hacer. Todo tiene que estar a medio terminar en esta ciudad por lo que se ve, y mientras unos destrozan, otros no arreglan. ¿Es éste el sino de esta tierra situada a la vera del río del olvido? Me resisto a creer que así sea.
Hay lugares de la ciudad que son muy concurridos y emblemáticos como lo es el Paseo de José Luis Tejada donde los domingos de cada semana casi trescientos héroes montan sus puestos con productos de segunda mano que pueden resultar prácticos e interesantes y a precios muy económicos. Es habitual, cuando hablas con alguno de ellos, oírles la misma queja con la que llevan desde que se instalaron en marzo de 2016: “¿cuándo piensan arreglar la destrozada solería y esta balaustrada tan dejada?” “El Ayuntamiento nos tiene abandonados, no existimos para ellos”, aseguran. Por lo que se ve algunos responsables están teniendo un comportamiento bastante insolidario con la zona donde se instala el mercadillo solidario dominical y con quienes lo visitan. Lo peor es que tras el traslado desde el infame aparcamiento de la playa de La Puntilla se afirmó que “se informaría al área de Infraestructuras de cara a solventar las deficiencias detectadas en esta materia”. Desde entonces la cosa sigue igual y con más desperfectos si cabe, siendo los miembros de la Asociación Recreativa de Pescadores La Rampa quienes en vista de la inacción adecentaron un tramo por la parte del Paseo que les toca. El resto es bastante indigno de ver a los ojos del portuense y del turista.
Ya en otro orden, hay que recordar a los habituales y clientes del baratillo que hay que rascarse el bolsillo; que los solidarios no deben ser los vendedores sino los compradores y hay quienes hasta son capaces de regatear un artículo que está a un euro. No, oiga, esto no es una ONG, se trata de ayudar a personas necesitadas no que ellas les ayuden a usted. La verdad es que hay de todo, como en cualquier lugar de estas características, es decir, los típicos paseadores que ni prestan interés a lo que se ofrece ni compran nada y únicamente se acercan a este rincón tan popular cuando hace ‘solecito’ pues se hace muy agradable de recorrer, y esos otros que verdaderamente están concienciados con la encomiable labor social que supone la venta ambulante.
Sin duda estamos ante otro de esos casos donde una zona con tanto encanto como ésta es discriminada y desatendida cuando debería estar al mismo nivel que otros espacios pues se trata también de un emplazamiento comercial más en la ciudad. Debe ser una prioridad su mejora y conservación por todo lo que significa y representa.
En el recuerdo, unos versos del bello poema “El Puerto de qué futuro” obra del excelente autor dotado para el metro y la retórica que dio nombre a este singular bulevar:
Tú, pueblo mío, seguirás creciendo
sobre mi tumba, hasta rascar los cielos,
encaramándote en mis huesos.
Entre tus lindes seguirán naciendo
niñas con alas. Seguirá latiendo
tremendo, el turbio amor. Seguirán yéndo-
se agotando y muriendo,
añadiendo sus muertes a las mías,
los hijos de mis hijos. Hijos tuyos
darán quizás también sus cuerpos
para tu elástico esqueleto
y el roce de sus pies te habrá ido haciendo
-y su peso pequeño-
cada vez más y más humano, pueblo.