Daniel Bastida (Desde La Pasarela).- Me suele decir un buen amigo periodista que El Puerto no tiene remedio cuando hablamos de lo que una vez fuimos y de lo que somos ahora. Para ello hay que tener una edad puesto que a un ‘chavea’ de diecinueve años de cualquier barriada de la ciudad hablarle de la discoteca palacio Joy Sherry o de aquellos finales de los 80 donde se era el centro de la Bahía le puede sonar a las historietas del abuelo cebolleta y sus episodios de nostalgia. No lo entiende porque no lo vivió.
Aún con esto, uno se niega a creer que no se saldrá del bache, tarde o temprano llegará ese momento, no obstante tras pasar un año, otro, y otro más, surgen las dudas y la siguiente interrogante: ¿lo veré en vida o ya lo dejamos para las generaciones de los portuenses del siglo XXII? Y es que hay proyectos de ciudad que se alargan demasiado en nuestra localidad sin una explicación convincente y sincera. Amén de parkings y otras obras faraónicas o inconclusas, existe el flagrante ejemplo de la finalización de la rehabilitación del edificio de la Casa de la Cultura sito en la Avenida de Menesteo cuyas obras comenzaron allá por el 2009 a cargo del Plan Proteja. Un decenio, que se dice pronto. A pesar de los diferentes e innumerables Planes de todo pelaje y gobiernos de distinto color, la Zona Sur de la ciudad continúa huérfana de una tan necesitada sala de estudios y biblioteca.
El problema añadido, a parte de lo tardío del asunto, es que cuanto más se demora mayor serán también los gastos por rotura o deterioro de algo que ya está listo para su uso, encareciendo más si cabe la puesta en valor del edificio. La verdad es que nadie sabe a ciencia cierta ni por qué sigue sin abrirse ni por qué tampoco se utiliza la plaza-jardín del exterior con sus bancos y sus solemnes cipreses incluidos para uso y disfrute de la ciudadanía. Por cierto, curiosa elección para la entrada de una construcción de estas características la de este vistoso, alto y frondoso árbol plantado también en el ‘camposanto’, quizás se deba a la longevidad del mismo, su hoja perenne y a no necesitar cuidado especial alguno. Una molestia menos para el jardinero y el barrendero, se supone.
Para quienes crecieron con Julio Verne y con Mortadelo y Filemón llegar a la sala de lectura de la Casa de la Cultura, tras salir de clase en aquellas tardes de la EGB, el abrir un libro suponía toda una experiencia fascinante cuando el mayor pasatiempo era leer o jugar a la pelota, y todo ello bajo la atenta mirada de Mary Fernández quien cual guardiana del absoluto silencio te advertía con el sisear que al tercer “shhh” ibas a la calle sin contemplaciones por ‘alborotador’. De los nervios si los móviles hubiesen llegado antes.
Según se ha publicado por ahí, “cuando termine de llegar su deseada apertura el mayor atractivo será sin duda el jardín que le otorgará un ambiente especial, más aristotélico” (sic); esto quiere decir que se podrá pasear y a la vez leer las diez características del pensamiento del griego Aristóteles prestando atención a los tres primeros: 1. Silogismos, 2. Principio de no contradicción, 3. Las falacias, para con ello razonar sobre todo lo que nos sucede en estos tiempos modernos. Está bien eso ya que la filosofía que nos proponía el sabio griego quizás pueda ayudarnos a comprender muchas cosas… He ahí otro argumento que corrobora que el suprimir dicha asignatura de la enseñanza fue el gran error de la reforma educativa porque con la formación humanística se puede, entre otros aprendizajes, reconocer antes que existen argumentos que en apariencia son válidos pero no lo son en realidad y se denominan falacias. Por ejemplo: “Siempre que llueve, el suelo del patio está mojado. El suelo del patio está mojado, es decir que llueve.” Como se ve, este razonamiento puede parecer correcto y sin embargo no lo es, ya que existen muchas otras posibles causas para que el suelo esté mojado. Y es que el gen de las grandes historias reside en los clásicos.
Se espera que pronto se puedan leer libros como “La Ilíada” o “La Odisea” de las colecciones bibliográficas que deben poner en servicio en nuestra Casa de la Cultura quienes tienen la obligación de satisfacer las necesidades de los usuarios porque las bibliotecas son un bien necesario y deben ser santo y seña de cualquier lugar, cultura o sociedad.