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Hay un western crepuscular, tardío, un western actual con la marca USA que aborda otras temáticas distintitas a las cintas clásicas del Oeste, pero manteniendo el esquema básico del género.
A propósito de esta temática refiero tres títulos muy interesantes. En primer lugar, el estreno Eddington (2025), de A. Aster; Comancheria (2016), de D. Mackenzie; y El valle del fugitivo (1968), de A. Polonsky.
EDDINGTON (2025). Un western estadounidense moderno, es también la primera gran producción hollywoodiense dispuesta a ver la pandemia de COVID, de cómo cambio a cierto paradigma infernal, de cómo esa época fracturó el tejido social.
Ari Aster, interesado en hacer un tipo de cine crítico con tintes de western, no está dispuesto a que su última obra parezca una provocación barata. Lo cual no obvia su propia neurosis. En esta cinta Aster hace gala de un humor sombrío, una trama interesante con momentos brillantes, sobre lo maliciosos y quisquillosos que el personal se ha vuelto desde entonces.
En esta especie de western sobre la COVID, los protagonistas son víctimas en mayor o menor medida de sí mismos, en una trama cuyos personajes no pueden prescindir de internet en sus vidas personales y profesionales.

Eso incluye al sheriff Joe Cross (Joaquin Phoenix sublime y patético), quien se conecta a internet constantemente, desenfundando su teléfono a cada tanto. Joe es el representante de las fuerzas del orden en un pequeño pueblo de unos dos mil habitantes en Nuevo México, condado de Sevilla. Un conservador con ambición. Está tratando de hacer las paces con su esposa Louise (Emma Stone) que ve videos de numerología en YouTube y otras cosas raritas.
El alcalde de Eddington, Ted, es un apuesto empresario tecnológico (Pedro Pascal), que quiere montar en secreto un centro de datos de inteligencia artificial en las afueras del pueblo. Pero su carrera política depende de hacer cumplir sus mandatos-COVID, como la obligación de llevar mascarillas.
Pero eso no le sienta bien al asmático Joe, quien no considera el coronavirus un problema y que rechaza la idea de ponerse la mascarilla en supermercados y otros y a la vez, niega que Eddington sea un microcosmos de racismo estructural y de desigualdad de clases.

Pero hete aquí que la gente empieza a protestar tras la ejecución policial de un hombre en Minneapolis. En su jurisdicción, cada persona se informa de manera diferente, y la tensión se extiende a los pasillos del supermercado mientras la población lucha por encontrar una armonía en medio del ruido de rivalidades diversas.
Su suegra (Deirdre O'Connell), que vive con ellos, ha empezado a obligar a su mujer Louise a ver vídeos de un YouTuber de extrema derecha que lanza mensajes punzantes. Interpreta el papel Austin Butler, manejando muy bien su rol.
A todo esto, Joe decide presentarse como candidato a la alcaldía contra Ted, y esa decisión tendrá un enorme impacto en los habitantes del pueblo, desde los agentes que recluta para dirigir su disparatada campaña (Luke Grimes y Michael Ward, con ambiciones contrapuestas), hasta un adolescente blanco que se transforma en progresista para impresionar a su amor platónico.

Aster parece haber escrito esta cinta como especie de western con teléfonos móviles, ordenadores y pantallas. Una locura que es respuesta a la necesidad de una comunicación imparcial, pero que destruye cualquier esperanza de restaurar una realidad compartida entre sus personajes; ello con la banda sonora de "Firework" de Katy Perry.
La tensión aumenta enormemente y al final Aster añade un trepidante y salvaje tiroteo. Como tantos aspectos de esta obra, la forma en que se resuelve el tiroteo podría fácilmente confundirse con cinismo si no fuera por la insistencia cada vez más descabellada del guion en que sus personajes están a merced de un poder que escapa a su control.
La tecnología no siempre está al frente de esta historia, pero Aster es implacable con el papel que sigue desempeñando en nuestras vidas, y cuanto más se descarrila el Sheriff Joe, más se deleita el filme con el pueblo de "Eddington", lo cual que encarama aún más de voltaje la banda sonora de Bobby Krlic y Daniel Pemberton.
Para una película tan vertiginosa, el cuarto largometraje de Aster es menos efectivo y deviene acidez para un sistema cuya actualidad digital ha despojado a las personas de su capacidad para identificar y reconocer sus propias verdades.
COMANCHERÍA (2016). David Mackenzie consigue crear una gran película, una especie de policial-western actual, con tintes de cine negro y thriller. Todo en el filme está medido y nada se adelanta o se atrasa, todo ocurre cuando tiene que ocurrir.
La bala espera su destino mientras al espectador desasosegado le sube la tensión arterial y el ritmo cardíaco. El guion es de Taylor Sheridan, uno de los escritores de Hollywood a tener en cuenta, un libreto excelente; cuenta meramente y no es poco, cómo dos hermanos se dedican a saquear bancos en el lamentable estado de Texas. El guionista Sheridan se convierte en un cronista de su país partiendo de un preciso clasicismo narrativo.
La trama, sin cargar las tintas en el terreno reivindicativo explícito, habla muy clarito de lo que significa pasarlo mal, de poblados de mala muerte, de desahucios, de pobres camareras explotadas, de mal trato en la infancia, de la necesidad de colegios, medicina, etc. Como que hubiera llegado el momento de cierta subversión, de pendencia por todo lo alto. En tanto, en ese mismo desierto, el Ranger y su asistente se sientan a la espera de que asomen la cabeza los facinerosos para volársela a ambos.

En el reparto, Jeff Bridges y Gil Birmingham, los dos policías, están soberbios. Bridges es un sujeto montaraz, salido de ese tosco territorio que, empero, tiene su extraña forma de manifestarle afecto a su compañero, el enigmático indio-mejicano Birmingham.
Los salteadores Chris Pine y Ben Foster son el otro dúo actoral que han unido sus destinos en el robo (social), y poder pagar con su propia moneda al banco que ahoga la granja familiar. Y lo hacen muy bien y con gran credibilidad, cada cual en su estilo.
Este western tiene una evidente dimensión social. La película es el paradigma de ese batallar entre la ley y lo justo (no todo lo legal es justo y viceversa), una analogía entre la ley, el deseo y la necesidad, del anti heroísmo, y la sempiterna lucha entre el bandido y el establishment económico y de poder.

El filme ofrece una visión rebelde y profundamente ética de la política y la sociedad estadounidense de la era en la que Trump sorprendió con su trinfo a propios y ajenos. No hay verborrea política, no hay apología de un signo u otro, pero su mensaje social es inequívoco, para una cinta que habría merecido mejor fortuna.
En resolución, Mackenzie no es un director tibio, va a por todas. Tanto, que el espectador acaba poniéndose del lado de los perdedores, rompiendo así con las convenciones. Enorme crítica a una Ley hecha a medida de unos pocos, pero no para muchos. Una película que deviene eco de hombres al margen de la justicia, coronados por un aura romántica y trágica a la vez.
EL VALLE DEL FUGITIVO (1968). Estamos en 1909, en una en una América tardo far west, con un sheriff (Redford) que persigue a un indio que huye de la justicia, entre otras por matar en defensa propia y por escaparse con su novia de la reserva.
Western con una trama sencilla, que en su momento destacó por reflejar el punto de vista de los indios. Una película reflexiva e inteligente que casi compensa en estilo y convicción lo que le falta en sustancia dramática.
Esta fue la primera película de Abraham Polonsky como director en 21 años, víctima de la caza de brujas de McCarthy. Y es, comprensiblemente, un ataque mordaz a los valores de la derecha: la intolerancia y la persecución de las minorías en EE. UU.
Las únicas dos películas anteriores que dirigió fueron “La fuerza del destino” (1948) y “Romance de un ladrón de caballos” (1971). Escribió también el guion de “Cuerpo y alma” (1947) y “Madigan” (1968).

Esta es una película anti-western que cuenta la historia real de una cacería humana en Banning, California, en 1909. Western crepuscular y sobre todo para el momento, subversivo.
Robert Blake interpreta a Willie Boy, un fugitivo nativo americano renegado, que es localizado por el ayudante del sheriff Christopher Cooper (Robert Redford) después de que Willie Boy matara al padre de su prometida india, Lola (Katharine Ross), en defensa propia. Ambos se dan a la fuga, perseguidos por Cooper y su banda.
A pesar de toda su importancia y notables cualidades, la cinta es moralista, en exceso artística y con poco atractivo para el público del momento que gustaba del western típico de pistoleros, etc. Sin embargo, está construida con cuidado y realizada con cariño, con una atención experta a la música (Dave Grusin), la fotografía (Conrad L. Hall) y la actuación, todas de calidad.

En cuanto a la actuación, Redford deja una impresión muy fuerte, y Blake y Susan Clark, como la doctora liberal Elizabeth Arnold, ofrecen actuaciones magníficas.
El guion de Polonsky está basado en un libro de Harry Lawton de 1960, basado en hechos reales, de título: “Willie Boy: A Desert Manhunt”.
Contrariamente a lo ocurrido en Norteamérica (que no consiguió nada), en los Premios de Cine de la Academia Británica de 1971, Redford ganó el premio al Mejor Actor protagonista y Ross a la Mejor Actriz protagonista también.
Igualmente, en el reparto están Barry Sullivan, Charles McGraw, Charles Aidman, John Vernon, Shelly Novack, Robert Lipton y otros. Todos excelentes y corales. Una película injustamente olvidada y muy recomendable.











