
“Nuestra harina El Vaporcito siempre apoya la cultura, el deporte y el arte”.
Hay películas con una buena dirección y un contenido interesante, que sin embargo son difíciles de digerir, que no se entienden bien e incluso, no se les encuentra el hilo conductor. El guion peca de oscuro.
A propósito, me refiero hoy a: La tutoría (2024), de H. Ullman; y Limónov (2024), de K. Serebrennikov.
LA TUTORÍA (2024). Gira la historia en torno a un niño de seis años, Armand, quien es acusado de haber cruzado ciertos límites con su compañero Jon. A partir de este incidente, la película pretende explorar temas como la percepción de la verdad, la culpabilidad o la sexualidad infantil.
Renata Reinsve interpreta a Elisabeth, la madre de Armand. En la secuencia inicial corre a toda velocidad con su coche por un estrecho camino rural. Jarle (Røger), director del colegio la ha llamado, pero no será él quien le explique los hechos.
Jarle ha delegado esta tarea de recibir a los padres en una de sus profesoras más jóvenes, la comprensiva pero inexperta Sunna (Vaulen). Según cuenta la maestra, ha habido un incidente entre Armand y su mejor amigo Jon, cuyos padres, Sarah (Petersen) y Anders (Hellestveit), están esperando a Elisabeth para una reunión importante.
Jon le ha confesado a su madre que Armand lo había inmovilizado, le había manoseado y que le había amenazado con violarlo analmente, acusación que Elisabeth no puede asimilar («¿De dónde han sacado esa idea?»).
Sunna se ve desbordada y el director, Jarle, se ve obligado a unirse para abordar tan delicado asunto, junto con la enfermera del colegio, Asja (Veljovic). Elisabeth, airada, hace ver que sospecha que se está montando un tribunal para juzgarla a ella y a su hijo.
En esta película llama la atención que ningún momento están presentes los niños inculpados, ni se les pregunta a ellos por los sucesos; o sea, la derivada de la conversación son meras deducciones o inferencias de los mayores.
Pero hay conexiones entre los personajes y una historia detrás. El matrimonio de Elisabeth fue turbulento y tuvo un final trágico cuando su marido, que era hermano de Sarah, se suicidó. Sarah culpa a Elisabeth y se niega a ser compasiva con ella.
Una escena turbadora que descuella
En un momento del encuentro entre los padres del niño supuestamente agredido y Elisabeth, vemos cómo esta piensa que su hijo, un niño bien adaptado, no puede ser culpable de abuso.
En ese punto, lanza una mirada de escéptico desprecio a sus interrogadores. Y después de más preguntas en lo que le parecen micro transgresiones triviales, comienza a reír. De hecho, no puede parar de reír.
El ataque de risa dura unos cinco minutos y es un ejemplo de actuación magistral por parte de la Reinsve. Se ríe una y otra vez, la risa sale a borbotones y no la puede controlar. ¿Qué suscita esa risa?
La primera, que todo lo que está sucediendo es tan elevadamente estúpido, que lo que viene al cuento es reír y reír, como hace la mamá del nene.
Lo que vemos y escuchamos en pantalla es una risa amarga y casi virulenta, satírica, que tiene un trasfondo de incredulidad, que quiere señalar que se están burlando de ella. Porque no solo se ríe de la majadería de las preguntas que le han hecho. También se ríe de una sociedad que somete la conducta a ese grado de juicio y control.
Por esto, la risa de Elisabeth no cesa. Esta revelación interior del personaje, este horror ante un linchamiento trágico y grotesco a la vez es lo que impulsa su ataque de risa, que golpea a sus interlocutores y también al espectador: lo mejor de la película.
Estilo y dirección
La dirección y guion de Halfdan Ullman Tøndel, nieto Liv Ullman y de Ingman Bergman, a pesar de haber sido una cinta muy comentada en los festivales de cine recientes, es en gran medida, un bluf.
Tøndel quiere demostrar un sello de autor en su ópera prima. Su uso de encuadres cerrados, iluminación tenue y una narrativa fragmentada pueden dar una sensación de incertidumbre y tensión que atraviesa toda la historia, aunque no se sepa bien la razón ni el sentido.
Porque Tøndel lanza cosas en una trama construida como un rompecabezas irresoluble. Las conversaciones son concisas y elípticas, con unos puntos de unión tan inciertos que acaban por no concluir en nada.
Exceso de benevolencia
La película ha sido excesivamente elogiada. Pues el guion y la dirección de Tøndel son pretenciosos. Cierto que la atmósfera pudiera inquietar un tanto al principio, pero una vez pasado el ecuador del filme el relato se hace pesado.
Es un filme que resulta errático, con tiempos de intenso impacto visual y otros fatuos e incluso desconectados. Su estilo surrealista y su enfoque kafkiano puede suscitar opiniones divididas, pero el surrealismo es algo más que hacer cosas de difícil digestión.
Aspectos técnicos y reparto
Tiene una música intrigante de Ella van der Woude, la fotografía entre ocre y oscura de Pål Ulvik Rokseth, incluso con brillo siniestro que convierte los pasillos del colegio en un laberinto de miedo.
Cuenta con un reparto bueno con actores y actrices como Renate Reinsve, muy bien como Elisabeth, la madre, mujer frágil; Ellen Dorrit Petersen y Endre Hllestveit, los padres del niño encausado; Jon; Øystein Røger encarna con suficiencia a Jarle, el director del colegio; Thea Lambrechts Vaulen está bien como la pobre y novata maestra Sunna; acompañando Vera Veljovic-Jovanovic (la enfermera) o Loke Nikolaisen, entre otros.
Tøndel ha creado una película que chupa la atención, que no es lo mismo a que el espectador siga con detenimiento el argumento. No hay niños, aunque toda la película trata sobre niños.
Y al final, la obra nos deja perplejos, en suspenso, no sólo porque no hay un cierre ordenado o pregnante, sino porque plantea tantas preguntas que harían falta otras dos horas más para cerrar bien.
Bergman visionara esta película, aconsejaría a su nieto que la reescriba.
Revista Encadenados
LIMÓNOV (2024). Biopic de Eduard Limónov, radical ruso, poeta disidente emigrado, retornado, detenido, una auténtica pesadilla para más de uno, bestia negra y personaje que en 1993 no tuvo mejor idea que cofundar el ultranacionalista y violento Partido Nacional Bolchevique en la ex-URSS.
Película biográfica forzada, provocador y desafiante del poeta-punk-neofascista ruso Limónov (nacido Eduard Veniaminovich Savenko en 1948), calificado como «el más escandaloso de los escritores rusos vivientes y uno de los más importantes novelistas de la Rusia contemporánea»; maestro para muchos escritores jóvenes.
En esta adaptación de la biografía novelada de Emmanuel Carrère de 2015, a pesar de todos los cambios de identidad y actitudes que asumió a lo largo de su controvertida vida, al final vemos su imagen solipsista: sólo existe aquello de lo que es consciente el propio Yo, que concluye personaje irritantemente egocéntrico.
En vez de profundizar en las contradicciones del personaje, vemos más bien el auge de los movimientos políticos populistas y criptofascistas, y sus líderes autoproclamados inconformistas.
Dirección, reparto y otros aspectos técnicos
La dirección es de Kirill Serebrennikov y con un guion del propio Serebrennikov y otros (novela de Emmanuel Carrère). Serebrennikov, muy atraído por la postura rebelde de Limónov, confunde apariencia y sustancia, difundiendo una estética cool extravagante.
Serebrennikov hace tomas únicas largas, errantes y cámara en mano lo cual que resulta cinta tambaleante y, por lo tanto, mareante; también marea el impresentable protagonista con sus bizarras actitudes, conductas y pensamientos.
Esas tomas largas van acompañadas de una coreografía que muestra a Limónov junto con sus amigos moviéndose a través de los años como si fueran habitaciones de un edificio abarrotado; lugares llenos de objetos y escombros que evocan años pasados o hitos como la caída del Muro de Berlín. Musicalizadas con canciones de Lou Reed como "Walk on the Wild Side".
El montaje de Yuriy Karikh es dinámico, con una estructura cronológica que permite seguir la evolución del personaje. La fotografía de Roman Vasyanov utiliza una paleta de colores afín a los estados emocionales del poeta a lo largo de su vida. La banda sonora, a cargo de Massimo Pupillo, incluye una selección musical que refuerza la sensación de caos y rebeldía.
Ben Whishaw encarna con solvencia a un Limónov, hombre en ocasiones sonriente que proclama: «Soy un comunista independiente». Una actuación, la de Whishaw, gloriosa como un Limónov divertido, alocado y bipolar. Junto a él Sandrine Bonnaire, Viktoria Miroshnichenko o Tomas Arana, entre otros.
La biografía
La película recorre biografía de Limónov, saltándose los momentos de la infancia. Cuenta la historia de un Eddie como joven trabajador de fábrica y poeta frustrado en Járkov, Ucrania, en los años 60, o después de una etapa difícil de delincuencia, cuando sus padres lo enviaron a un hospital psiquiátrico.
Hay un prólogo que muestra a un Eddie de mediana edad que regresa a Moscú tras años en el exilio, explicando su nacionalismo ante periodistas. En esa rueda de prensa en Moscú, vemos a Eddie a su regreso del exilio en la era de la Glasnost.
Eddie trabaja por pura necesidad en Járkov y expresa con grandilocuencia que la grandeza es su destino y que todos a su alrededor son tontos. De modo que se marcha a Moscú, dejando a su novia Anna (Maria Mashkova) con un pene que le ha dibujado en su trasero ("Sé que soy malo", canta la narración).
Mas tampoco en Moscú consigue publicar. A cambio deambula malhumorado por las veladas literarias, donde conoce a Elena (Miroshnichenko), mujer que se convierte en su amante después de un intento de suicidio por su rechazo a la puerta de su casa.
Limónov emigra a los EE. UU. merced a conocidos de su padre, ex militante de la policía secreta soviética. Limónov es un marginal, en lo literario y un tipo sin escrúpulos, un buscavidas.
Tras muchas escenas de sexo de Eddie y Elena mientras ven a Aleksandr Solzhenitsyn en televisión poniéndolo como los trapos, la pareja marcha a Nueva York, calle 42, cuando era un centro de prostitución y cines porno.
Pero mientras la modelo Elena despega, Eddie pasa sus días vagando. Unas calles plan decorado hechas por el diseñador de producción Vlad Ogay, artista moscovita que crea objetos de arte a partir de objetos cotidianos.
Exilio duro pues Eddie no recibe el reconocimiento que cree merecer y se pone furibundo con todos los disidentes rusos que han sido acogidos por occidente: Solzhenitsyn, el poeta Joseph Brodsky, el físico Andrei Sakharov, etc.
En un punto Elena se fuga con un fotógrafo y Eddie intenta estrangularla. De ahí pasamos a unas escenas en las que nuestro protagonista copula con un hombre de color (Osei). Posteriormente será mayordomo de un millonario de la alta sociedad (Arana).
Concluyendo
Serebrennikov y colaboradores parecen contentos con este sórdido ambiente setentero y siguen al protagonista hasta que los hechos llevan a Eddie de vuelta a Francia primero y luego a Moscú, donde finalmente funda su partido político nacionalista con nostalgia soviética y termina en prisión.
Curiosamente, cuando cabía pensar que la segunda mitad sería la parte más interesante de la historia, cuando parece que la película va a mejorar, termina con explicaciones textuales de "qué pasó después", antes de los créditos finales, y nada más.
Revista ENCADENADOS