“Nuestra harina El Vaporcito siempre apoya la cultura, el deporte y el arte”.

El Festival de Jóvenes Realizadores de Granada se ocupa desde hace tres décadas en el descubrimiento de nuevos talentos y en la variedad del cine contemporáneo. Es un Festival que conozco de hace años y sé que tiene un especial interés en los cineastas emergentes de todas las nacionalidades. Está abierto a películas decididas a explorar formas audiovisuales originales, independientemente de su definición, género, formato o duración.

Hace unos días tuve ocasión de volver a este Festival de realizadores jóvenes, el número 3, invitado por un amigo de la organización, a dos pases de cortometrajes, diez metrajes breves en dos sesiones que pude degustar e incluso votar, aunque lo principal era catar la calidad de esta nueva cinematografía que tiene una calidad indiscutible.

Competición Internacional 1

Haré sendas entregas de dos tandas de la Competición Internacional para dar a conocer producciones interesantes. Estar en mi tierra de adopción, disfrutar de este Festival y poderlo compartir con amigos y aficionados, ha sido muy gratificante para mí. Comento en esta parte primera cinco cortos de gran calidad (Competición Internacional1). Me quedan otros cinco para una posterior entrega.

RADIANCE (2023). Documental que fue realizado durante el confinamiento del Covid, está dirigido por el japonés Shuhei Hatano que nos va llevando a través de una jornada íntima y contemplativa de su propia vida y la de su familia en ese período de clausura doméstica.

En esta filmación diaria de abril de 2020, Hatano captura, tanto los eventos cotidianos, como también los pequeños momentos de belleza y deliberación que a veces pasan por entre los vericuetos de la rutina doméstica.

Un aspecto para destacar es el montaje, pues quedan muy bien hilados, de manera fluida y dinámica, los fragmentos diarios, con las meditaciones profundas que hace el propio director.

Esta cinta de 18 minutos es una carta visual a sus amigos donde captura detalles sencillos como juguetes, insectos, flores, la preparación de la comida o el horizonte crepuscular; o sea, el tiempo que pasaba con su familia.

Paralelamente profundiza sobre asuntos universales como la vida, la finitud de la existencia, el amor y la memoria. Esta manera de narración personal y lírica invita al espectador a sumergirse en el mundo de Hatano y su familia, provocando un vínculo emocional sugestivo.

Destaca la capacidad del corto para indagar y finalmente descubrir lo extraordinario en lo común. Las escenas de la vida aparecen con una inusitada ternura y gran delicadeza, lo cual resuena interiormente y hace aflorar la belleza y el sentido de la vida.

La fotografía, a cargo del propio Hatano, usa la luz y la sombra en forma soberbia para generar una atmósfera cálida y acogedora, a la par que subraya espacios de introspección y sosiego. Las notas de la banda sonora acompañan y complementan las imágenes, lo cual añade una capa adicional de calado emotivo.

Así pues, se trata de un documental que no sólo aborda la temática de la pandemia, también deviene meditación sobre la fortaleza humana y la opción de tener esperanza en medio de la adversidad. Y, sobre todo, que celebra la la cotidianeidad a través de la lente de la experiencia personal.

CORAL (2023). Este corto, que ya recibió el primer Premio del XXIX Festival del Cine de Varsovia, está dirigido por Sonia Oleniak, una cineasta que creció entre tres culturas y países: Polonia, Francia y California (EE. UU.). 

Se trata de una obra visual que traspasa los límites del cine convencional, que deja en el espectador una fuerte impresión, merced a su evocadora atmósfera y a su narrativa intrigante y provocativa.

Oleniak nos conduce por una noche singular donde los visitantes, personajes diversos, se ven enfrentados a sus sueños y pesadillas bajo el influjo de una luna que se desvanece tragada por las ballenas. La desaparición de la luna y la presencia de las ballenas resulta algo maravilloso y misterioso.

La fotografía de Ben Elias es exquisita, utilizando contrastes de luces y claroscuros que embellecen la escena. Los actores, encabezados por una impresionante Iva Bittová junto a Leo James Davis, hacen actuaciones conmovedoras y auténticas.

El uso del sonido y la música son también importantes. La banda sonora es de la Bittová, que, combinada con los efectos de sonido, crea un clima onírico que envuelve al espectador, haciéndolo partícipe de las experiencias surrealistas que acontecen a los personajes.

Se trata de una vivencia sensorial nos hace meditar sobre la naturaleza de los deseos humanos y las sombras que acechan e incluso atenazan nuestra mente. Un viaje a los rincones más oscuros y fascinantes del psiquismo humano.

THE PAINTER’S ROOM (2024). Dirigido por María Colomer, es un cortometraje documental que ofrece un retrato franco de la vida en los centros de deportación en Dinamarca. La película se centra en el centro de Kærshovedgård, donde personas que han solicitado asilo político y han sido rechazadas, esperan su deportación, en un limbo burocrático.

La historia sigue a Artin, un joven culturista iraní, y a Jahan, un kurdo que ha descubierto su pasión por la pintura. A pesar de su desesperanzada situación, ambos buscan maneras de llenar sus vidas de ilusión. Destaca la resiliencia y la creatividad de estos personajes que se afanan por seguir adelante en medio de circunstancias adversas, utilizando su afición artística o deportiva.

La barcelonesa M. Colomer se inspiró para hacer este cortometraje después de unirse a un grupo de activistas que apoyan a los residentes del centro de deportación que vemos en pantalla. La directora capta la humanidad y la dignidad de los protagonistas, a pesar de los desafíos que enfrentan.

La cinematografía del cortometraje, obra de Núria Gascón, es sensacional, con un juego de luces que acierta a captar la tensión y la esperanza de los residentes. La banda sonora y el diseño de sonido juegan igualmente un papel crucial en la recreación de la cotidianeidad de los personajes.

Cinta que no solo es un documental sobre la vida en un centro de deportación, también es una lúcida exposición sobre la libertad, la esperanza y la capacidad humana para sobrevivir psicológicamente en medio del infortunio. Destaca por su narrativa íntima y por sus implicaciones políticas y sociales.

3MWH (2024). Dirigido por la directora checa afincada en Praga Magdalena Kochová, este cortometraje narra la historia del trabajador de una planta nuclear, obsesionado con medir y evaluar la energía eléctrica que consume diario. Ha decidido ponerse un límite de consumo antes de morir.

La trama gira en torno a este límite autoimpuesto y cómo el protagonista debe decidir cómo utilizar la energía que le queda en su vida. Explora la relación entre el cuerpo humano, la energía y la aceptación de que somos más que meramente nuestra fisicidad.

Jaroslav interpreta al protagonista con una intensidad introspectiva queriendo captar la obsesión y la transformación que va sufriendo el personaje. Hace un trabajo interpretativo amén de interesante, convincente y enternecedor.

La dirección de Marie Magdalena Kochová es meticulosa y lírica, logrando una combinación de elementos visuales que nos deja pensando. La Kochová filma en 35 mm para lograr una textura especial, realzando un ambiente de gran profundidad a cada escena. El uso de 35 mm añade una calidad táctil a las imágenes, haciendo que cada momento resulte visualmente envolvente.

La fotografía de Kristina Kulova es muy apropiada para crear una modulación fílmica enigmática, un tenor intimista e insinuante. Los encuadres son cuidadosamente compuestos y diseñados para alzaprimar la soledad del protagonista en un bello entorno natural.

Esta cinta aborda temas como la relación entre el cuerpo y la energía. Las ideas del protagonista sobre las decisiones en el uso de la energía, de cómo ellas reflejan su estilo de vida y define sus preferencias. La historia invita a pensar mejor la gestión que hacemos de nuestros recursos y la importancia de encontrar un equilibrio entre el consumo energético y la vida personal.

La película tiene de meritorio su enfoque innovador y su capacidad para transformar lo cotidiano en algo significativo. Kochová enlaza elementos poéticos y matemáticos, creando un relato atractivo en lo visual, en lo formal y en el plano afectivo.

La banda sonora de Hastal Hapka suena con tenues notas, música minimalista acompañando y complementando las imágenes que vemos en pantalla, y acompañando la historia que cuenta. Los sonidos del entorno de la central y los momentos de silencio tienen igualmente su efecto. Una música que invita a la meditación.

Este corto tiene un interés pues analiza temas complejos con una historia sencilla pero profunda. Una celebración de la vida y su unión con las ciencias físicas y matemáticas, una cinta que nos alumbra.

SPRING 23 (2024). Dirigido por Wang Zhiyi, la cinta nos sumerge en una historia conmovedora que trata sobre el duelo, las tradiciones y el intento de encontrar el consuelo y la sanación en medio de la pérdida.

El cortometraje sigue a un joven que, tras la trágica pérdida de sus padres, se encarga del funeral y se halla en un momento de transición, justo en el umbral del Festival de la Primavera en China.

El director chino Wang Zhiyi utiliza un enfoque visual meticuloso no exento de sarcasmo, para contar la historia. La fotografía está llena de simbolismo, utilizando los colores, la luz y la noche para reflejar el estado emocional del protagonista.

Las escenas del joven intentando comprar fuegos artificiales, una tradición esencial pero prohibida, para el festival de primavera, muestran su lucha por honrar las tradiciones familiares y enfrentar su nueva realidad de ser solitario.

Uno de los aspectos más destacados es cómo Zhiyi captura la colisión entre la vida pública y la vida privada en tiempos de duelo. Las festividades de la Primavera, con su alegría y bullicio, contrastan con el dolor silencioso del luto.

El cortometraje también aborda temas universales como la búsqueda de sentido y consuelo tras una pérdida sustancial. El protagonista, a través de su esfuerzo por conseguir fuegos artificiales, habla de conectar con sus raíces y rendir homenaje a sus padres. Esta búsqueda se convierte en una metáfora de su propio proceso de duelo y de cómo encuentra pequeños destellos de esperanza en medio de la oscuridad.

La actuación del joven, encarnado por Weifa Xie, es conmovedora y creíble. A través de sus ojos podemos sentir la profundidad de su dolor y su batallar por encontrar consuelo espiritual.

La banda sonora, compuesta por Rocky Irvano, acompaña las imágenes, añadiendo alegría y pena a la vez. Es una música que refleja los afectos cambiantes del protagonista. Cinta que es más que no es sólo una exploración del dolor; es también una celebración de la vida y la importancia de las tradiciones en medio de la desgracia.

A través de un relato delicado y visualmente impactante, Zhiyi nos recuerda la importancia de encontrar formas de honrar a aquellos que hemos perdido.

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