Tradicionalmente, el western fue considerado un género cinematográfico creado para relatar sucesos ocurridos en el lejano oeste americano. Además, los protagonistas principales eran mayoritariamente masculinos, destacando las figuras del pistolero, el vaquero audaz, el valiente sheriff, el juez severo que condena a los cuatreros a la horca e incluso valientes guerreros indios al galope tras alguna diligencia o carromato de colonos.
La mujer era relegada, mayormente, a papeles de granjeras afanadas, señoritas vistosas o bailarinas de Saloom para animar a fatigados vaqueros, jugadores beodos de póquer o forasteros venidos de la frontera con México.
Pero en el cine de hoy, encontramos ejemplos en los cuales este panorama ha cambiado mucho. Tanto que se están realizando películas del género western que, por empezar, han volado sobre los tejados del tiempo histórico de aquel siglo XIX, y algunas se desarrollan en este tiempo que nos toca. Pero además, estas nuevas versiones han incorporado a la mujer como protagonista. Mujeres aguerridas o vengadoras dispuestas a arremeter contra quien sea para hacer justicia o tomarse la venganza por su mano.
En esta línea de novedades de nuestro siglo XXI, en la entrega de hoy hablaré de tres western atípicos: los dos primeros se contextualizan en el tiempo de hoy y el papel protagónico lo llevan mujeres valientes en vanguardia dispuestas a lo que sea, incluso a tomar las armas, al modo de aquellos típicos Colt o Winchester de siempre. La tercera película es más clásica, pero también con mujer aguerrida enfrentándose a un ejército de indios para salvar a su hijo. Los títulos de estas interesantes películas son: Tres anuncios a las afueras (2018), La modista (The Dressmaker) (2015) y Desapariciones (2003).
TRES ANUNCIOS A LAS AFUERAS (2018). Película tipo western en la América de hoy día, temática muy de telediario donde tantas muchachas son violadas, asesinadas y nunca descubiertos a sus autores. Propiamente un síntoma perverso de un mundo enfermo que engendra monstruos capaces de abusar y despedazar posteriormente a sus víctimas.
Esta película es un golpe en plena frente para los responsables de investigar este tipo de casos, desde los políticos, pasando por la inoperante policía y continuando con la gente que calla y no ofrece pistas o indicios; y al final es una “vengadora” mujer quien se ha de poner al frente, cual valiente heroína de un western de hoy. Cada imagen, cada diálogo y casi cada escena es como una pedrada de la buena señora a los culpables violadores, a los asesinos y los que les encubren.
Martin McDonagh, dramaturgo de origen irlandés, acierta a hacer un excelente trabajo como director y va trazando líneas sustanciales y aclaratorias que hacen a una lectura sobre un mundo y una sociedad de una América profunda que parecerse derrumbarse en el tedio y la brutalidad. Pero aborda igualmente la condición femenina, tantas veces vilipendiada, y ahora convertida en la forma de madre-azote social, una “madre coraje” en toda regla.
El guion está salpicado de frases afiladas y certeras. La obra atrapa desde el comienzo, pero su desenlace final es igualmente asombroso. Se puede decir que cuando más tremebunda se espera una escena, más nos coge desprevenidos con una rotación y nueva escena más asombrosa que finalmente tiene su honda carga moral y de crítica.
Estupenda la música de Carter Burwell cuyo tema principal se construye sobre una breve frase musical, pura tristeza, que se aplica a los personajes centrales y que llega a sonar imperceptiblemente cerca de cuarenta veces; también se incluyen temas “country” muy bonitos y apropiados. Sensacional la fotografía de Ben Davis, junto a un trabajado y exitoso montaje, y buena puesta en escena.
El reparto es estelar. Frances McDormand hace uno de los papeles de su vida. Cada vez que ella aparece en pantalla, muestra su bravura de mujer rugosa y pétrea; un trabajo actoral técnicamente perfecto que mereció un Oscar. Especial mención merece también un gran Woody Harrelson que encarna al policía honesto que adivina su inminente muerte por grave enfermedad, con grande y contenido desgarro a todo nivel. Y está también como actor de reparto principal un Sam Rockwell desmedido que encarna la brutalidad y el encarnizamiento, lo que conjuga con la ternura y el buen corazón de policía menor pero que ayuda y mucho a la pobre y desesperada madre: otra gran actuación que mereció otro Oscar .
En los personajes y el tono de la obra resuena ineluctablemente Fargo (1996), ese invento noventero genial de los hermanos Coen que también propone en el páramo nevado de Minnesotta, un viaje feroz, divertido y cruento. Y aquella película, al igual que esta no esconde su faceta western en lo ancho y largo de la insólita historia que narra, un western moderno protagonizado por una mujer feroz y también tierna.
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LA MODISTA (2015). Glamurosa y vengativa modista de alta costura se pone al frente de una trama tan rocambolesca como interesante.
Película con el esquema western, cinta que produce asombro. Una vez acabado el metraje, da la extraña sensación de haber visionado una cinta a medias loca y la otra parte interesante. Una película muy original en su temática, en sus personajes e incluso en su planteamiento y desenlace final.
La directora australiana Jocelyn Moorhouse regresa tras casi veinte años de sequía, con un trabajo arrollador y sin freno con esta película, a la que sabe dotar de ritmo narrativo y un interés, fruto de su hibridación de géneros y de su sencilla trama cuyo objetivo último, preciso y puntual es la venganza.
El guion de la misma Moorhouse resulta de la adaptación de la novela con la que debutó la dramaturga Rosalie Ham en el terreno de la novela, The Dressmaker, 2000. El libreto está muy bien escrito, dibuja estupendamente a los personajes, tiene diálogos interesantes y posee un atractivo innegable que hace que te intereses por lo que sucede en la pantalla a los pocos minutos de comenzar la proyección.
Excelente música que hace recordar la sonoridad del western, de David Hirschfelder, con juegos de sonido. Magnífica y refulgente fotografía de Donald McAlpine, con grandes angulares que deforman los rostros, con digresiones, contrastes de colores y diseño gráfico.
Una glamurosa modista elegante y retadora, Tilly, regresa a su casa en el turbio y polvoriento pueblo de Dungatar, tras muchos años trabajando en exclusivas casas de moda de París, con el objetivo de cerrar heridas del pasado y vengarse de sus paisanos que la forzaron a marcharse años atrás. Un pueblo de gente rara, con tintes surrealistas, axcompañando una música singular, y otros detalles que hace que parezca uno de esos western almerienses. La película da constantes virajes y pasa por registros muy diferentes: el drama familiar, la sátira, el melodrama romántico, comedia sórdida con algo de “noir”, y toques delirantes.
El reparto está compuesto por un grupo de actores carismáticos escogidos entre lo más granado del cine australiano emigrado a Hollywood. Destacan una excelente Kate Winslet que despliega su fuerza y su saber interpretando a la modista Tilly Dunnage, que es el vértice principal y el soporte de este relato atrabiliario. La ya anciana Judy Davis hace un enorme papel como sufrida madre de la protagonista, una mujer infligida por la separación de su hija y por su entorno que la considera la “la loca del pueblo”. El tercer mejor entre los actores es para mí Hugo Weavingel, interpretación muy divertida y alocada del entrañable sargento Farrat, un policía que se traviste en secreto. Y Liam Hermsworth cumple y pone el físico y su rostro que atrae a la cámara, lo cual no es poco.
Uno de los atractivos es que no se adivina a donde pretende ir, cómo va a ser el arreglo de cuentas de la modista fiera con con los vecinos de supueblo para vengar el pasado, o por dónde saldrá la soterrada hipocresía con relación a un antiguo incidente infantil oculto por el pueblo en su conjunto. Lo que yo hice fue fue disponerme a disfrutar del film diciéndome: che sará, sará.
El amante al cine ha de estar abierto a nuevos productos, opciones no vistas antes, obras asombrosas y con aires nuevos, por más que rocen la la chifladura o el disparate.
Algunos se fijarán más en el glamour del film, otros en su encanto, en sus fallas, en su elegancia, en su maldad… ¡qué más da! Al ser una película tan peculiar, lo que aseguro es que no te dejará indiferente.
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DESAPARICIONES (2003). El director todo terreno Ron Howard hace una versión libre de la reconocida película “Centauros del desierto” (1956) de John Ford; pero las diferencias son notables y la calidad también. Mientras la película de Ford es todo un alarde de cine, esta es una obra entretenida y con una dirección de medianía. La película carece de una seña de identidad unívoca y, dejando aparte el cuadro de intérpretes, habría podido acabar media hora antes.
El guion de Ken Kaufman es adaptación de la novela de Thomas Eidson, “The last ride” (1995), retitulada como The missing. Sea como fuere, el libreto tiene algunas lagunas y apenas sustenta una historia plagada de anomalías, tanto en lo que es la historia en sí, como en cierta artificialidad a la hora de abordar asuntos de gran interés en lo que respecta a datos antropológicos y de costumbres propias de los indios de América del norte, de sobra conocidos por el cine y la literatura. Es correcta y poco más la música de James Horner y buena la fotografía de Salvatore Totino que tiñe de color el film.
Quizá es el reparto lo más sobresaliente, con una Cate Blanchett que realiza un excelente trabajo como mujer luchadora, aguerrida y bella que no duda en coger el rifle y luchar a polvo y fuego hasta donde haga falta. Tommy Lee Jones interpreta muy pulcramente su rol de blanco reconvertido indio, con miradas, gestos y maneras de expresión que sintonizan con el espectador.
Es un western bastardo, duro, con mucha acción, que puede resultar entretenido.
Yo diría que si bien es de agradecer a Ron Howard que siga haciendo western resistiéndose a las modas del cine adolescente actual, sin embargo, esta película se excede en el metraje y deviene western de segundo nivel próximo al telefilm.
Película para pasar un ratito pero sin entidad, sólo salvado por una magnífica Cate Blanchett y un siempre carismático y eficiente Tommy Lee Jones.
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