En días como hoy, cuando las nubes despejan el Sol, la orilla se convierte un solárium agradable y acogedor. En un día como hoy, los pies recibirían las caricias de las olas, y el rostro se alegraría mientras toma color. En un día como hoy, aun siendo nublado, el Sol volvería a nacer llamándonos.
Cada país es especial, cada Comunidad diferente, cada provincia, un misterio, y cada localidad especial. Sin alejarnos mucho de la nuestra, sin comparar con ninguna otra, sin ensalzar virtudes, o alabar bellezas… en un día como hoy, mis pies buscarían las caricias en la orilla, buscaría ese Sol que se esconde jugando con las nubes, y al final, al final lo encontraría.
En un día como hoy, cada uno tomaría su camino, hacia los pinos, hacia las playas, hacia su mar, yo, yo bajaría por la calle Luna, buscando el río, y a su vera, recorrería el camino hasta el espigón, aspirando el dulce aroma que bajando de la sierra busca su bahía.
Llegaría a la playa más portuense, la más coqueta, y ella, me perdería hasta llegar a la antigua batería. Los pinos me darían sombra hasta encontrar el Fortín, dejando atrás barcos mecidos por la marea.
En un día como hoy, no tendría prisas, no me faltaría el tiempo, y buscando los lindes de la base, seguiría caminando, horas, y horas.
En un día como hoy, cierro los ojos y aspiro el aroma de los pinos, mi olfato busca desesperadamente esas brisas, los aromas, los sentidos salados de una vida marcada por su ciudad, porque todos, absolutamente todos, estemos aquí, allá o sabe Dios donde habiendo nacido acunados por el murmullo de las olas, aspirando los aromas de su río, de sus bodegas, de sus campos y de su mar, estamos marcados para siempre.
Hoy, más que nuca, el confinamiento me demuestra que nada cambia, seguimos buscando lo que amamos, aunque a veces… se nos olvide.