EL PUERTO.- Algún lector sabrá que estas reflexiones sobre obras de teatro (que decir críticas sería decir mucho), las abro a veces con alguna referencia al Quijote, como ahora:
¿No recuerda el lector aquel vapuleo infame que Juan Haldudo el rico, el vecino de Quintanar, propinó a "aquel delicado infante", de nombre Andrés, que le servía de "guardar una manada de ovejas", [...] "porque - según decía - es tan descuidado, que cada día me falta una?"
Recordará cómo, resuelto ya don Quijote en favor de Andrés, condenando al rico Juan a que indemnizara al muchacho por los azotes y la demora de salario, así que vio que traspuso don Quijote "del bosque y que ya no parecía", " tomó a Andrés del brazo, y "le tornó a atar a la encina, donde le dio tantos azotes, que le dejó por muerto?” ¿Lo recuerda? Y si no, ya lo hemos recordado aquí.
Ahora bien, ¿qué demonios tendrá que ver este episodio quijotesco, con la comedia que paso a comentar, de nombre El insólito caso de Martín Piché, donde, con una inusual terapia, trata un psiquiatra, el doctor Bernard, a un enfermo de abulia?
Y ¿es que tiene algo que ver la abulia con el tema o argumento de esta imprevisible comedia, que no es otro que el del engaño?
La abulia, en efecto, es el pretexto que pone a prueba la paciencia del doctor Bernard, y como Martín Piché, que finge padecerla para escribir una obra basada en hechos reales, no tiene para nosotros el valor humano del doctor Bernard en cuanto a paciencia y preocupación por ayudar a su paciente, es por eso por lo que lo comparamos con el despreocupado y violento Juan Haldudo el rico por castigar a su criado. Y es que todavía hay quien, sin llegar acaso a estos límites físicos de crueldad, sigue creyendo que el modo más eficaz de castigar es superar, con creces, la transgresión cometida, lo que nos recuerda el paso del Buscón por Alcalá, con aquella profusa nevada en la capa, y sin que tuviera culpa alguna para merecerlo… Y de estas bromas proviene, de los tiempos de Cisneros, nuestra forma de educar, que más forman pícaros que santos.
Y si nuestra comparación no tiene sentido, tampoco lo tiene el tema de la abulia en la comedia. Y menos aún lo tiene si de forma inusitada, y en detrimento de esa paciencia y preocupación por ayudar a Piché, participa el doctor Bernard en los derechos de la obra de que ha sido engaño, cuando lo que se espera de él, por el contrario, es que cure de la abulia a Piché. De este modo, al entender la curación como una forma de enseñanza y de educar, la comparación con el brutal castigo de Juan Haldudo el rico, tendría sentido. Pero – repito - si dicho sentido falta en la comedia, y si se quiere dotar de sentido al sinsentido en ésta (cosa que parece estar de moda hoy), no ha de dejar de faltar ni uno ni otro a nuestra comparación quijotesca.
Juan Gea, que se ha mostrado muy cómodo en el papel de doctor, ha aportado generosidad y madurez al personaje. Dani Muriel, como Martín Piché, ha derrochado oficio y simpatía. La obra ha gustado mucho y se ha reclamado, con fervoroso aplauso, la reaparición de los actores en el escenario.