Joaquín García de Romeu (Tribuna libre).- A pocas horas de ver que ocurre, o que no ocurre en cierta Región Española, o no Española, no deja de sorprenderme la cantidad de asesores políticos que tiene este país.
Hace años, casi todos los problemas de España se solucionaban en la barra de los bares, nunca faltaba quien disponiendo de información privilegiada, sacada no sabemos de dónde, llegaba a conclusiones y soluciones políticas de sorprendente osadía, y no solo eso, demostraban entre copa y copa la ineptitud de quienes dirigiendo la nación, no eran capaces de ver obviedades como las que se veían en el fondo de las copas. Pocos eran los privilegiados que podían tener acceso a aquellas teorías y análisis políticos, pero hoy, hoy, la ciencia avanza una barbaridad, y si antes eran tres o cuatro los que llenaban los púlpitos espirituosos, ahora son miles, cientos de miles, los que se lanzan a las redes sociales dando soluciones a problemas tan graves.
No faltan los que asesoran demostrando la legalidad del acontecimiento; quienes hablando de que la legalidad no es justicia, defienden el libre albedrio, cuando conviene; quienes en un alarde de españolidad no dudan en ofrecer su sangre, su sangre internaútica; tampoco se quedan atrás los exaltados, los cachondos, los que presumen, los que aconsejan, los que reniegan, os que se ofenden, los que se alegra… Y sobre todo, los que animan y dan soluciones.
Supongo que el gobierno tendrá analistas políticos, que no publican en Facebook, devanándose los sesos, ya que el problema, aun sin serlo, es más serio en función de las respuestas.
A groso modo, me imagino que a otra escala es como un problema familiar, en el que a un hijo rebelde no se le puede aplicar toda la contundencia que de ser un extraño se emplearía. Por otro lado, se haga lo que se haga, nunca será lo correcto según el Sagrado Oráculo de Facebook, pero la pasividad tampoco es la solución, pues igual que no dejaríamos a un familiar correr hacia un precipicio sin pararle, el gobierno no puede volver la vista y dejar que millones de españoles que residen en Cataluña se despeñen por voluntad de unos pocos o muchos.
Como digo, difícil tarea tiene el gobierno, difícil misión las fuerzas y cuerpos de seguridad del estado, pero mucho pero tienen que tenerlo las conciencias de quienes piden sangre y contundencia contra miembros de su propia familia, pues los catalanes, como los andaluces, o murcianos, riojanos o vascos, estamos juntos en un barco políticamente correcto, creado para lograr un objetivo común, que es nuestro propio bienestar.
Lejos de razones históricas que den derechos o parabienes; con el absoluto olvido de los remensas o los Reyes Católicos, que creo recordar que murieron hace algunos años, en el siglo XXI, cuando ya hemos aprendido que la unión nos hace más fuertes, cuando diez consiguen más que uno, que razón hay para rememorar litigios y razones más propias del siglo XV.
Al final, prefiero retornar a la barra, y hacerle caso al Coco, para quien los mangantes hacen lo que sea para seguir mangando, y si además controlan todo, mejor que mejor. Una Cataluña independiente y sola, sin el amparo de un estado fuerte, es más fácil de saquear que un reino.