
“Nuestra harina El Vaporcito siempre apoya la cultura, el deporte y el arte”.
La Navidad es la fiesta del amor, de un niño en un pesebre con sus padres y animales de cobijo como el buey, que calienta con su aliento, o el humilde asno. Pues bien, la Psicología y otras ciencias han comprobado que para que una criatura crezca sana, se necesita el amor de unos padres. Si no hay ese afecto, el pequeño crecerá incompleto y mal.
Esto sirve igual para los animalitos. Por ejemplo, los polluelos recién nacidos tienen un período nada más nacer (“período crítico”), en el cual quedan fijados a su madre; este fenómeno hace que ese pollito quede apegado a esa figura a la cual seguirá sin separarse y que le servirá de protección y para la subsistencia. Si no hay madre, la subsistencia de los polluelos será improbable.
En el caso de los humanos, ese vínculo temprano se produce en un período denominado “sensible”, que se extiende a lo largo de tres años o más, para que el bebé establezca una relación de emocional sana con la madre.
Ese vínculo le permitirá socializarse, aprender miles de cosas y tener lenguaje. El lenguaje, por cierto, tiene también un período sensible y tras la pubertad, si por razones de aislamiento un niño no ha aprendido lenguaje, luego será prácticamente imposible que lo haga.

Por razones a veces desconocidas, han aparecido “niños lobo” criados en estado salvaje por una loba u otro cánido (hay casos referenciados en la India).
Está referenciado también el caso de Kaspar en Alemania, un muchacho 20 años recluido en una bodega (me refiero a este caso abajo); o el salvaje de Aveyron, Víctor, un niño salvaje muy documentado (ahora hablo de él también); o Genie, una niña con padres trastornados que fue recluida en un cuartucho oscuro sin prácticamente presencia humana durante trece años.
Esos niños no tuvieron la posibilidad de un vínculo humano dentro de su “período sensible”, tampoco aprendieron lenguaje en su edad; todos presentaban signos de retraso motor, dificultad para la sociabilidad y falta de lenguaje. Y lo que es peor, en los casos conocidos, estas graves deficiencias no se recuperaron, al menos en el nivel deseado.
Para entender la necesidad afectiva del ser humano, nada mejor que ilustrar su opuesto, casos de una crianza “deprivada”, sin aporte humano, afectivo ni intelectual, y ver sus consecuencias.
Traigo hoy dos interesantísimas películas. La primera: El pequeño salvaje (1970), una película de enorme interés humano, psicológico y pedagógico que narra el caso del niño salvaje Víctor, que fue tratado en Francia por el Dr. Jean Marc Gaspard Itard, con desigual fortuna.
La segunda obra es El enigma de Gaspar Hauser (1974), que cuenta el misterioso caso de un muchacho en Alemania, que pasó gran parte de su vida encerrado y aislado.
EL PEQUEÑO SALVAJE (1970). En 1800 fue encontrado en la región francesa de Aveyron un niño salvaje completamente desnudo, andando a cuatro patas y sin lenguaje. Sus comportamientos eran más propios de un animal que de un humano.
Con el tiempo, se hizo cargo de su educación un médico de nombre Jean Marc Itard, quien puso al joven el nombre de Víctor. Itard, en aquellos entonces consiguió del gobierno francés los medios para su labor de reeducativa, para conseguir rescatar al niño de su condición animalesca y retornarlo al mundo humano. Este fue un caso seriamente estudiado y muy bien documentado.
François Truffaut dirige con maestría esta película que bien parece un documental, con excelente guion del propio Tuffaut y Jean Gruault, basado en la documentación del Dr. Itard. Es una película donde se exponen las interrogantes morales, antropológicas y educativas de un púber cuyas cualidades y rasgos son frontera entre lo humano y lo animal.
Fotografía de lujo en blanco y negro nada menos que de Néstor Almendros y la música de Vivaldi cubriendo las imágenes.

El reparto es maravilloso, destacando el trabajo del mismo François Truffaut que sabe captar el espíritu de Itard en su concienzudo y paciente trabajo para educar a Víctor. Jean Pierre Cargol hace igualmente un trabajo muy meritorio en el papel del pequeño salvaje.
Es una película muy recomendable para quienes estudien ciencias sociales, sobre todo Educación, Psicología, Antropología, Sociología o incluso Psiquiatría. Quiero recordar aquí, que el equipo que trataba en Los Ángeles, en sentido equivalente, a la niña Genie, que había sido encontrada después de haber vivido más de doce años en permanente aislamiento, ese equipo compuesto de psiquiatras, psicólogos o lingüistas, fueron todos a ver el estreno de este filme, para aprender de cara a su trabajo reeducador con Genie.
Es una película para quitarse el sombrero, que plantea dilemas filosóficos que, a pesar de los mediocres resultados de Itard, vienen a concluir que no hay nada fuera de la civilización, fuera de la cultura, fuera de la familia y de la normal socialización.
EL ENIGMA DE GASPAR HAUSER (1974). Narra la historia real de Gaspar Hauser, un hombre al que un captor desconocido había mantenido aislado de todo contacto en una bodega los primeros veinte años de su vida.
Luego fue abandonado en 1828 en el centro de la plaza de la ciudad de Nuremberg desaliñado y asilvestrado. Le habían colocado un libro de oraciones en una mano y una carta dirigida al maestro de equitación del regimiento local en la otra. Sus orígenes nunca fueron descubiertos y la hostilidad hacia él nunca se explicó.
Esta película del gran Werner Herzog trata con respeto los misterios insondables de la vida y transpira cierta sospecha malévola del mundo "civilizado". La liberación de Gaspar de los confines de su prisión subterránea permitió a este ver por primera vez las bellezas del universo natural.

Adoptado por el pueblo y una pareja amigable, aprende a leer y a escribir, e incluso a tocar el piano. Gaspar habla como un hombre para quien todos los días es un misterio: "¿Para qué son buenas las mujeres?"; "Mi llegada a este mundo fue una caída terriblemente dura". Pero para Herzog, el intento de la sociedad por domesticarlo demuestra que es el hombre el problema, no la naturaleza.
La cosa es que Gaspar puede de alguna manera disfrutar y entender algunas cosas. Herzog cree que hay algo en Gaspar que no debe ser degradado por la civilización; menos aún clasificarlo; o usarlo como un monstruo de feria; o una mascota humana. Hubo varios intentos para matarlo y finalmente fue herido de muerte por una puñalada en el pecho cinco años después.
Es asombrosa la actuación de Bruno S., a la sazón hijo de una prostituta y que estuvo encerrado durante 23 años en instituciones mentales, a pesar de que se cree que nunca estuvo loco. Bruno S. es un sujeto extraño, torpe, con la simplicidad y la terquedad de un niño tal como lo podemos ver en el filme.
Bruno S. mira a cualquier lado, a veces incluso del lado de la cámara; la extraña sensación es que no mira a la audiencia, sino a través de nosotros. Es más que probable que B.S. no pueda desempeñar otro papel que no sea él mismo, pero es justamente para eso para lo que Herzog lo necesitaba.

De hecho, Herzog fue descalificado en Alemania por aprovecharse de un desdichado, pero si estudias a Bruno S. con simpatía, puedes ver que él también se está aprovechando de Herzog, el cual dijo de B.S. que era como "el soldado desconocido del cine"; pero que es también según el crítico Ebert: “un actor que encarna la esencia de un personaje”.
Las inquietudes de Herzog con esta obra son en realidad metafísicas, más que sociales, y en la cinta, la línea entre realidad y ficción es una dimensión cambiante. A nuestro director, más que la precisión le interesa el efecto, lo trascendente; no hace la narración de un héroe, ni siquiera del personaje Gaspar H., sino que va enlazando un mosaico de comportamientos e imágenes sorprendentes: una línea de penitentes por una ladera, una caravana dirigida por un ciego, una cigüeña capturando un gusano…
En realidad, estas imágenes no están relacionadas con Gaspar, excepto en la forma en que reflejan e iluminan su lucha interior. No le interesa a Herzog resolver el misterio del hombre solitario que es Gaspar H., sino que es el misterio en si lo que le atrae: la condición humana.











