
“Nuestra harina El Vaporcito siempre apoya la cultura, el deporte y el arte”.
Héctor Alterio, en la edad postrera, había conseguido por fin la estabilidad, pudiendo disfrutar también del éxito de sus dos hijos, completamente arraigados en España, la patria adoptiva. Conservó intacta su vigencia de actor aplaudido y reconocido por el público de los dos mundos geográficos y artísticos que mantuvo unidos hasta el momento de la definitiva despedida: Argentina y España.
Ha sido este pasado 13 de diciembre cuando ha fallecido Alterio a los 96 años. Uno de los actores de habla hispana más importantes del último medio siglo, reconocido y admirado en Argentina, su país natal, y también en España, su segunda patria. Allí se instaló víctima de un exilio forzado, por la terrible amenaza de la tenebrosa Triple A (organización terrorista parapolicial de la ultraderecha argentina entre 1973-1976), que lo había condenado a muerte.
Alterio llegó a España para acompañar la presentación de La tregua (1974) en el Festival de San Sebastián, nominada al Oscar. Ya tenía ganado un nombre en el cine argentino con apariciones en La piel del amor (1973), Quebracho (1974) y La Patagonia rebelde (1974).
La amenaza de la Triple A le hizo quedarse junto a su mujer y sus pequeños hijos en nuestro país e iniciar una incierta carrera. En un tiempo récord vendió su apartamento y sus escasas pertenencias en Buenos Aires, se despidió de sus amigos y tuvo que abandonar los paseos por las calles de la Chacarita, el barrio en el que se crio.

Comienzos
Había nacido el 21 de septiembre de 1929 como Héctor Benjamín Alterio Onorato, hijo de inmigrantes italianos de la región de Molise. Tenía 12 años cuando falleció su padre y ese hecho marcó su personalidad.
La timidez que empezó a aflorar desde ese momento era el reflejo visible de un dolor que no conseguía mitigar. Tuvo que salir a trabajar mientras trataba al mismo tiempo de llevar adelante su temprana vocación artística que descubrió en la escuela primaria.
Después de terminar sus estudios de arte dramático repartió su tiempo entre un empleo como corredor de alimentos Terrabusi y su participación en la compañía Nuevo Teatro, movimiento renovador creado por A. Boero y P. Asquini. “Eran años de cierta bohemia y el descubrimiento definitivo de mi vocación”, evocó una vez. Ahí adquirió su compromiso social y político.
Una vez en España, empezó a vivir en casa de unos amigos. Después llegó su familia, pero Alterio lloraba todo el día y su hijo le preguntaba: “¿Papá, en qué idioma hablan acá?”.
Alterio siempre recordó a Miguel Gila, Nuria Espert y el productor Elías Querejeta como las figuras españolas que compensaron con su solidaridad las penurias de aquellos primeros años sin trabajo y sin papeles, instalados en una pensión madrileña.
Querejeta le consiguió un pequeño papel en Cría cuervos (1976), de Carlos Saura. “El primer día tuve que hacer de muerto y de los nervios me temblaban los párpados”. Cuatro años después alguien le propuso filmar El crimen de Cuenca (1980), de Pilar Miró.

Un salto internacional
Desde entonces, las apariciones de Alterio en el cine, el teatro y la televisión, sobre todo en España, fueron innumerables. Uno de los primeros ejemplos fue Asignatura pendiente (1977), de José Luis Garci.
Mientras su carrera en el cine y la televisión no dejaba de crecer y se extendía hacia otros países europeos (Italia, sobre todo), el retorno de la democracia en 1983 le permitió volver a la Argentina.
Cada vuelta fue una nueva oportunidad para ejercitar su talento en algunas de las películas más importantes y ambiciosas de aquellos años, de Camila(1984) a Los chicos de la guerra (1984).
De esa etapa son sus apariciones en la filmografía de Marcelo Piñeyro (Cenizas del paraíso, 1997; Caballos salvajes, 1995; Plata quemada, 2000) y una cuenta saldada con los tiempos del exilio: La historia oficial (1985), de Luis Puenzo, que consiguió el Oscar a la mejor película extranjera.
El trabajo permanente y los múltiples reconocimientos aplacaron por fin el dolor del exilio de un hombre que había llegado a España para pasar una semana y se quedó más de cuatro décadas.
Tantos viajes de ida y vuelta lo convirtieron en una especie de abanderado del cine latino en España, con un Goya de Honor a su trayectoria en 2004. Le gustaba definirse como “un actor en permanente viaje entre la Argentina y España”, dos países en los que nunca dejó de alimentar su vocación entre el cine y el teatro.

Serán difíciles de olvidar entre nosotros sus apariciones en películas como Caballos salvajes (1995); Esperando al Mesías (2000); El hijo de la novia (2001); Kamchatka (2002) y Vientos de agua (2005), con un total de 153 películas en su haber.
De todos los directores argentinos con los que trabajó tenía una especial conexión con Juan José Campanella: “Tiene un talento único, muy argentino, y a la vez universal”, dijo de él en una de sus últimas entrevistas con el diario argentino LA NACION.
Sobre las tablas
El teatro, según declaró, le servía para definir cuál era la misión del actor. “Cuando salgo al escenario peleo con el público y con el texto, y eso me rejuvenece, me hace sacar lo mejor de mí mismo”, dijo en 2007, un año antes de triunfar en Buenos Aires junto a José Sacristán, con la obra Dos menos, de Samuel Benchetrit y dirigida por Oscar Martínez.
Su vocación teatral la conservó hasta edad avanzada con más de trescientas obras en su haber.
Comento ahora, si bien brevemente, algunas películas en las que participó. Kamikaze (2014), de A. Pina; Vientos de agua (Serie TV) (2005), varios; El hijo de la novia (2001), de J. Campanella; Asignatura pendiente (1977), de JL Garci; y La guerra de papá (1977), de A. Mercero.
KAMIKAZE (2014). Película de impecable factura, que incluye diversos géneros: terrorismo, drama, romance, comedia, costumbrismo, conflicto generacional, etc. Es un filme donde las cosas no se ven claras hasta el final, es decir, que resulta emocionante. Ello a pesar de ser el debut de Álex Pina, quien dirige muy bien la cinta sin dar margen al academicismo o a la rutina cinematográfica.
El hilo conductor es el de un terrorista suicida, Slatan (Alex García), oriundo de Karadjistan en Rusia, un personaje cargado de sufrimiento y odio hacia los sojuzgadores de su pueblo, los rusos, que ha decidido inmolarse con un chaleco-bomba dentro de un avión que viaja de Moscú a Madrid.
Pero el azar quiere que una tormenta retrase el vuelo, lo cual que los pasajeros son alojados por la compañía en un perdido y nevado hotel de montaña, a la espera de que amaine el temporal. Y este es el quid de la historia, pues el tal retraso obliga al terrorista a convivir con sus futuras víctimas durante tres días. Entre los pasajeros hay señores, mujeres, niños, parejas de novios, españoles, argentinos, etc., personas positivas y alegres.

En el plano actoral destacan el protagonista Alex García y su contraparte y compañero de habitación en el Hotel, el argentino Eduardo Blanco. García hace un papel sobrio como kamikaze, y Blanco hace creíble a su personaje de vendedor ambulante. A ellos se les unen una convincente Verónica Echegui, una sembrada Carmen Machi y un veterano y sólido Héctor Alterio.
Como decía, la dirección de Álex Pina es para tener en cuenta, al igual que un buen guion del propio Pina junto a Iván Escobar. Unido a una buena fotografía de Miguel Ángel Amoedo. Los diálogos y la trama se van resolviendo de manera cómica, dramática, romántica, etc., pero siempre las piezas bien ajustadas.
La película tiene el mensaje, importante, del cambio interior que se produce en el personaje kamikaze tras convivir con gentes de otras culturas y condición, y cómo eso hace ceder sus tendencias violentas y su sed de venganza irracional.
VIENTOS DE AGUA (TV) (2005). Un conjunto de renombrados directores argentinos con Juan José Campanella a la cabeza, acometieron una excelente serie televisiva de 13 episodios donde se contaba dos historias. La de un joven asturiano que emigra en 1934 a la Argentina por las dificultades de vida en España; y con los años, el camino inverso hecho por su hijo en el año 2001, año de la default, un arquitecto que viene a buscarse la vida a la madre patria.
Una obra de una intensidad, verismo y carga emocional muy importante. Cine puro, cine grande, historias con un óptimo ritmo narrativo, con guionistas como el propio Campanella y otros, muy interesantes. Fotografía de Félix Monti, Miguel Abal y una música maravillosa de Emilio Kauderer.

El reparto es de lujo y por mencionar sólo algunos van estos nombres: un sensacional Héctor Alterio, suhijo Ernesto Alterio, Silvia Abascal, Eduardo Blanco, hasta hay un hueco para el celebérrimo José Luis López Vázquez.
Esta coproducción entre televisiones de España y Argentina, abordaba la temática del desarraigo, las dificultades de los españoles que se fueron al país austral en años ’30 del pasado siglo, y la de los que retornaron en los principios del siglo XXI. Es un cine franco y crudo también.
Historia épica, biografías de verdad, de los que se fueron, hombres y mujeres que llegado un punto no eran de aquí ni de allá, entre dos aguas, con el “corazón partío”.
EL HIJO DE LA NOVIA (2001). Excelente melodrama del rico cine argentino dirigido por Juan José Campanella de manera sencilla pero magistral. El guion de Campanella y Fernando Castets consigue hilar, sobre una base de humor muy de agradecer, unos diálogos de gran perspicacia y dramatismo, que hablan de acontecimientos trágicos y dolorosos donde están los afectos.
Incluye temas como la búsqueda de trabajo para sobrevivir, la demencia de la protagonista, la búsqueda de soluciones a asuntos complejos, buena onda, narración fluida y excelente reparto: Ricardo Darín, Héctor Alterio o Norma Leandro, entre otros.

Un melodrama humano, conmovedor y con una carga de calamidades y realidades dolorosas de las que le pueden ocurrir a cualquiera.
ASIGNATURA PENDIENTE (1977). José y Elena habían sido novios años atrás. Ahora están casados y sus vidas hechas. Un buen día, transcurrido el tiempo, se encuentran casualmente en una calle del Madrid de 1975, recién fallecido Franco.
El director José Luis Garci dirige con excelente resultado esta película de añoranza en un escenario aún por definir de nuestra reciente Historia. El guion del propio Garci junto a José María González Sinde es nostálgico, es crítico con la época y está bien hilado.
Los actores son los de aquel tiempo. José Sacristán como José. Fiorella Faltoyano como la ex novia y amante, Elena. Y acompañan Antonio Gamero, Silvia Tortosa (muy bonita), Héctor Alterio sensacional, o Simón Andreu.

En su momento la cinta venía precedida de excelentes críticas y cierto revuelo por los desnudos de la Faltoyano, amén del tema en cuestión un poco tabú y otro poco con gran cargamento de añoranzas y oportunidades perdidas, de aquellos protagonistas que pasaron su juventud en los sesenta, años de muchas prohibiciones.
Lo mejor de la película es su encuadre histórico, que son los primeros tiempos de la andadura hacia la democracia. Un gris y revuelto Madrid se nos presenta ante nuestros ojos. Sin duda es un filme generacional del propio Garci, y una imagen congelada de aquellos que batallaron por las libertades sociales.
LA GUERRA DE PAPÁ (1977). Aborda el tema de la guerra en el personaje del padre de familia, don Pablo (Alterio), en plena transición. Es también obra sobre la psicología infantil, pues adapta la novela de Miguel Delibes: “El príncipe destronado”.
Cuenta la historia de una familia numerosa, centrándose en el papel de Quico, un niño de tres años que ha sido “destronado” por su hermanita de ocho meses. Tenemos a la doliente madre y esposa casada con uno de los vencedores de la guerra que siempre refiere el tema, por eso la peli adoptó ese nombre de “La guerra de papá” y no el título de la novela.

Tiene un guion de de Horacio Valcárcel y Antonio Mercero (que es quien dirige la película) y aunque la película ha perdido un poco con los años, sigue siendo aleccionadora y con humor analiza los entresijos de la vida psíquica de Quico, haciendo buen trabajo el niño Lolo García
En los los roles principales un soberbio Héctor Alterio, Teresa Gimpera y una sensacional Verónica Forqué en sus inicios, que borda su papel de criada.











