“Nuestra harina El Vaporcito siempre apoya la cultura, el deporte y el arte”.

Todos conocemos historias o cuentos de personas que se marchan de su pueblo o de su hogar. Ejemplo de ello es la parábola evangélica del hijo pródigo que le pide la herencia a su padre, se marcha a tierras extranjeras, se gasta el dinero irregularmente, vuelve arrepentido y es recibido por su padre con enorme amor y con festejo.

Otras desaparecen por razones de fuerza exterior. Me refiero hoy a este tipo de pérdida y búsqueda, concretamente de sobrinas. Para ello analizo dos películas. La más famosa es Centauros del desierto (1956), de J. Ford, una niña raptada por los indios es buscada con perseverancia por su tío Ethan, que perseguirá a los comanches que se la llevaron.

En Crossing (2024), una maestra viaja fuera de su país buscando a su sobrina Tekla, que fue repudiada por sus padres por ser “transgénero”.

CROSSING (2024). En Georgia, una maestra ya jubilada, la Sra. Lia (Arabuli), está decidida buscar a su sobrina Tekla (Tako Kurdovanidze), una chica transexual a quien le perdió el rastro tiempo atrás. Está comprometida en honrar el último deseo de su hermana de encontrar a esa hija pródiga, una promesa que se ha hecho también a sí misma.

En su viaje de búsqueda, irá acompañada de Achi (Lucas Kankava), pues habla idiomas. Con él llegará a Estambul. Allí va a conocer a Evrim (Dumanli), una abogada igualmente trans que lucha por los derechos de las transexuales. Tekla parece estar cerca.

Desde el inicio prácticamente, su director Levan Akin revela la vergüenza cultural con la que Lia está batallando, estableciendo una agenda secundaria a su misión: está decidida a localizar a Tekla, pero también está luchando por reconocer y aceptar la identidad trans de su sobrina.

El director de cine sueco y guionista L. Akin, construye una obra con la serpenteante historia de la maestra georgiana y el joven que la acompaña. A la vez, refleja la realidad de los transexuales en Estambul, pero sin sermones ni retórica alguna.

Buscando a la sobrina pródiga

Filme sobre un personaje en fase de búsqueda; también en proceso de descubrimiento y redención. Importantes igualmente el adolescente que le acompaña y la abogada transexual con la que acabará cruzándose.

Akin se acerca con atención y afecto a estos personajes. E igual hace con la ciudad de Estambul, algo más que un mero escenario.

La historia comienza con un viaje de Batumi a Estambul, aunque el viaje más significativo para Lia es su viaje interior. Interpretando a una mujer severa y orgullosa, la docente georgiana deberá replantearse ideas y valores, interiormente.

Los personajes

Para llegar a su destino, deben combinar autobuses y transbordadores. La directora de fotografía, Lisabi Fridell, filma sin trípode, explora uno de esos grandes barcos en un plano largo y continuo, invitando al público a considerar las vidas de tantas personas anónimas como viajan en el buque. Fumando en la cubierta superior, está Evrim, la mujer abogada y defensora de los derechos de las personas trans.

A la llegada, Evrim conoce a un joven estudiante (Ziya Sudanç?kmaz) que conduce un taxi pirata en sus horas libres. Mientras busca trabajo, también Achi se relaciona con una joven (Derya Günayd?n) en el albergue. Un compañero inmigrante llamado Ramaz (Levan Gabrichidze) escucha a Lia hablar georgiano y los invita a cenar. Gentes que se unen y luego, se separan.

La investigación como “pretexto”

El filme no concluye la búsqueda de Tekla como al público le gustaría, pero usa este argumento para llevar a los espectadores por las mismas calles donde las personas trans se reúnen en Estambul, internándose en sus burdeles en los que conforman una comunidad.

Podría decirse que a la postre el objetivo de la misión es un “pretexto” (macguffin), pues lo primordial son unos personajes perdidos en una historia que se busca a sí misma por el enredo de las calles estambulíes, un laberinto que nos adentra en el barrio los transgéneros.

Por concluir

Akin se esmera en la puesta en escena y está atento siempre a la mirada y el gesto de los actores. Lo cual concluye en un ejercicio de realismo cinematográfico emocionante, penetrante y crítico con un mundo a veces hostil.

Drama, a veces comedia costumbrista o insólita buddy movie envolvente y sensual, esta película de Levan Akin cobra realce sobre todo en el retrato realista de las calles y los barrios desfavorecidos de Estambul.

Muy acertado seguimiento y registro de personajes a la deriva, que acaban por sernos queribles. En el reparto están todos sensacionales, pero destaca Mzia Arabuli, que hace gala de un enorme magisterio como actriz en el rol de maestra, tiene presencia ante la cámara y no tarda en ganarse al espectador. Sensacional interpretación de Deniz Dumanli, como la abogada trans. Mujeres encantadoras y trágicas que pelean la vida como mejor saben y pueden.

Revista ENCADENADOS

 

CENTAUROS DEL DESIERTO (1956). Dirigida por John Ford, estamos ante un hito del western que ha dejado una huella imborrable en la historia del cine. La película sigue a Ethan Edwards (Wayne), un veterano de la Guerra Civil estadounidense que en 1868 regresa a su hogar e inicia una persecución de los comanches que han raptado a Debbie, una sobrina suya.

La búsqueda, implacable, dura varios años, convirtiéndose en su estilo de vida. Va acompañado de su sobrino adoptivo Martin Pawley (Hunter), un mestizo adoptado. Un viaje que no sólo es físico, sino también emocional y moral.

La película aborda temas profundos como el racismo, la venganza, el amor o la redención. Ethan es un personaje complicado, lleno de prejuicios y odio hacia los indios, lo que le plantea una íntima tensión en su misión de rescatar a Debbie.

A medida que avanza la búsqueda, Ford nos muestra cómo Ethan lucha con sus propios demonios internos, cuestionando si su intención es rescatar a su sobrina o simplemente buscar venganza. La película también explora el capítulo de la identidad, de lo que significa pertenecer a una comunidad o ser un extranjero en tu propia tierra.

La fotografía de Winton C. Hoch en esta obra hace un uso magistral del paisaje del Monument Valley para reflejar la vastedad y la dureza del desierto. Las imágenes son visualmente impresionantes, capturando tanto la belleza como la desolación del entorno.

La famosa escena de apertura y cierre, con la puerta que enmarca el horizonte, se ha convertido en una de las más icónicas de la historia del cine, simbolizando el aislamiento de Ethan y su eterna condición de forastero.

La banda sonora, compuesta por Max Steiner, complementa la épica narrativa de la película, utilizando temas musicales que acentúan tanto los momentos de tensión como los de introspección. La música ayuda a construir la atmósfera del oeste y la emoción a la historia.

John Wayne ofrece una de las mejores actuaciones de su carrera, encarnando a un Ethan Edwards complejo y atormentado. La química entre Wayne y Jeffrey Hunter también es crucial para la película, ya que refleja la dinámica tensa y a la vez familiar entre los personajes. Natalie Wood, aunque tiene un papel más breve, deja una impresión duradera como la joven sobrina Debbie.

Este filme ha sido ampliamente aclamado por la crítica y es considerado uno de los mejores de todos los tiempos. En su momento no recibió sorprendentemente ningún Oscar, pero con el tiempo ha sido universalmente reconocido, siendo elogiada la dirección de John Ford, la complejidad del guion y el elenco con Wayne a la cabeza.

La película ha influido en numerosas obras posteriores y es estudiada en academias de cine por su innovadora dirección y narración. Cineastas como Martin Scorsese, Steven Spielberg y George Lucas la han tenido como una influencia importante en sus trabajos.

Estamos ante un clásico imperecedero, un relato poderoso. Una película que no solo define el género western, sino que lo trasciende, ofreciendo una profunda reflexión sobre la naturaleza humana.

La obra maestra de John Ford sigue siendo una de las piedras angulares del cine estadounidense y un testimonio del poder del séptimo arte para explorar el alma humana.