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Euskadi Ta Askatasuna (ETA) fue hasta no hace mucho una organización-banda terrorista vasca que se autoproclamaba a favor del independentismo, en favor de una República Socialista y revolucionaria vasca, contra el Estado español.

Durante sus sesenta años de historia (1958 a 2018), ETA utilizó el asesinato, el secuestro y la extorsión económica para lograr este fin.

Supuestamente, sus objetivos eran la guardia civil, el cuerpo policial y militares, si bien, de los más de 850 asesinatos, el 41 % de sus víctimas fueron civiles, entre ellos: jueces, políticos, periodistas, empresarios o profesores, además de personas cuya muerte ha sido considerada por ETA como «accidental», tales como mujeres inocentes o niños.

De entre las muchas estrategias para acabar con tan criminales y dolorosas acciones de ETA, una de ellas fue infiltrar dentro de la propia organización a personas “topo” que desde dentro de la banda, iban dando información a los cuerpos de seguridad sobre sus siniestros planes. A propósito, hablo de dos excelentes películas: La infiltrada (2024), de A. Echevarrís; y El lobo (2004), de M. Courtois.

LA INFILTRADA (2024). Dirigida por Arantxa Echevarría, es una película basada en hechos reales que sigue la historia de Elena Tejada, una policía nacional que se infiltra en la banda terrorista ETA bajo la identidad falsa de Aranzazu Berradre Marín. Durante varios años, Elena/Aranxa, vive una vida de constante peligro, navegando por la delgada línea que separa la verdadera identidad de policía infiltrada en una de las organizaciones terroristas más peligrosas y su doble identidad etarra.

La historia se desarrolla en el contexto del conflicto vasco, un periodo turbulento en la historia de España con violencia y terrorismo. Elena (Yuste), se ve obligada a enfrentar numerosos desafíos y dilemas morales mientras intenta desmantelar las operaciones de ETA desde dentro, en el barrio viejo de San Sebastián, en las herriko tabernas.

Es una obra sobre la identidad, la lealtad, el sacrificio personal y la valentía. Explora el coste emocional y psicológico de vivir una doble vida y plantea preguntas sobre la ética de la infiltración policial y las consecuencias que tiene para quienes se arriesgan en estas peligrosas misiones.

La Echevarría utiliza un estilo visual tenso y evocador, con una fotografía de los hermanos Salmones, Javier y Daniel, que captura la oscuridad y el peligro de la vida de la infiltrada. Es una cinta que “engancha" al modo thriller y retrata con audacia y conocimiento de causa una época histórica reciente que hoy parece difícil de creer.

Hay escenas cargadas de suspenso, con un uso efectivo de la luz y las sombras, para reflejar el estado de constante vigilancia y paranoia en el que vive la protagonista. La dirección artística y el diseño de producción contribuyen a crear un clima envolvente que transporta al espectador al corazón del conflicto. La música de Fernando Velázquez complementa la tensión ayudando una sensación de densidad y peligro.

En el reparto destaca Carolina Yuste con un convincente trabajo como Elena Tejada, capturando la fuerza y, a la vez, la vulnerabilidad del personaje. Su interpretación auténtica y tensa, es el de una mujer que lucha por mantener su cordura y su humanidad en medio de la adversidad. Luis Tosar, como comisario de policía duro y correoso está muy bien y representa el triunfo sobre la banda.

Iñigo Gastesi es Kepa Echevarría, el asesino etarra con el que el Arantxa comparte apartamento durante años; una víctima del lavado de cerebro en un entorno fanático y enfermo. Diego Anido está que asusta como el “monstruo” Sergio Polo, un criminal de la peor especie, un tipo malvado que encuentra en ETA el lugar donde desarrollar sus peores instintos; un papel breve que, no obstante, destaca.

No es una película maniquea o simplista, la policía aparece con sus fallas y excesos, pero el fondo moral no cambia el asunto pues ETA asesinó a cerca de novecientas personas inútilmente, provocando mucho dolor, miedo y desestabilización. No cabe pues la equidistancia.

No oculta la obra torturas en el siniestro cuartel de Intxaurrondo y muestra también la descoordinación de la Policía Nacional y la Guardia Civil, que más que colaborar en la misma causa, competían entre ellos. Y luego están los políticos liando las cosas.

"La Infiltrada" ha sido bien recibida por la crítica y el público. Se elogia la dirección de A. Echevarría, la actuación de la Yuste y la habilidad de la cinta para mantener el suspenso y la tensión a lo largo de su narrativa. La película es meritoria igualmente por su enfoque realista y su capacidad para explorar temas complejos con sensibilidad y profundidad.

Desde su estreno, la película ha tenido un impacto importante en el panorama cinematográfico español. No sólo destaca por su calidad técnica, sino también por su valentía al abordar un asunto delicado y porfiado como es el terrorismo de ETA. La obra ha generado debates sobre la representación de la violencia y la ética de las tácticas de infiltración, y ha sido reconocida por su contribución a la comprensión del conflicto vasco.

 

EL LOBO (2004). Mikel Lejarza, nacido en el País Vasco y perteneciente a una familia vascohablante de tradición carlista (tradicionalista y antiliberal), fue reclutado en su juventud a principios de los años setenta por los servicios secretos españoles (SECED) con el fin de infiltrarlo en el núcleo dirigente de ETA.

Sus jefes le apodaron El Lobo porque su delicada tarea le condenaba a «la soledad esteparia», ese aislamiento íntimo de quien debe congeniar con sus adversarios y escapar, paradójicamente, de sus compañeros.

Una vez en ETA se ocupó de organizar la estructura de apoyo a los comandos operativos, utilizando como tapadera su profesión de decorador, con el miedo a hablar en sueños o a que algún desliz revelase sus verdaderas lealtades. Lejarza tuvo la osadía de infiltrarse en la organización ETA de 1973 a 1975, época especialmente difícil que coincidió con el atentado que acabó con la vida del presidente del gobierno Luís Carrero Blanco el 20 de Diciembre de 1973.

El lobo, como agente especial de los servicios secretos españoles, con su tarea de topo logró que más de doscientos activistas, colaboradores y miembros destacados de los comandos especiales y de la esfera regente de ETA, cayeran abatidos o fueran detenidos, entre ellos, los implicados en el asesinato de Carrero, Ezkerra y Wilson.

La "Operación Lobo" supuso un torpedo en plena línea de flotación de la organización terrorista vasca. Era una época con un Franco enfermo, pero aún firme, momentos difíciles en que ETA provocaba al sector militar con sangrientos atentados, para provocar a los sectores más reaccionarios del régimen y frenar el advenimiento de la democracia.

El Lobo, consiguió frustrar el primer plan de fuga masiva de presos etarras de la cárcel de Segovia, y también evitó en gran parte la sangrienta campaña de atentados indiscriminados, con los que ETA pretendía demostrar su fuerza y provocar al régimen.

La "Operación Lobo" constituyó un enorme éxito policial contra el terrorismo. ETA descubriría a El Lobo a finales del ´75 y sin paliativos lo condenó a muerte y puso precio a su cabeza. En aquellos entonces empapelaron las Vascongadas de carteles con su fotografía y abajo se leía el lema: "Se busca".

El Lobo tuvo que huir, cambiar de identidad y de rostro, y desaparecer sin dejar rastro. Luego salieron ocasionalmente declaraciones suyas de las que se desprende que fue la de un hombre utilizado y luego abandonado por los propios servicios secretos franquistas.

Pero logró salvar el pellejo con sus meros recursos y continuar con su misión. Dejó una huella tan profunda, que cuando aún la ETA estaba operativa, si algún comando iba a cometer un atentado, recibían una bala especial para matar a El Lobo.

Desde el año 1975 apenas se supo de Mikel Lejarza; pero sí ha habido entrevistas que luego fueron publicadas. Solía aparecer un hombre con el rostro oculto. Luego, cuando ETA abandona las armas, salió una novela sobre su vida escrita por Fernando Rueda: El regreso de El Lobo, donde se lee: «Todas las promesas y todo aquello con lo que soñaba se lo llevó el viento. Comencé a ser ese “Lobo” de verdad, el que molestaba a muchos y al que envían a misiones imposibles con la esperanza de librarse de mí limpiamente, sin mancharse las manos».

En 2010, a Lejarza se le impuso la Cruz del Mérito Militar con Distintivo Blanco. «Es su única condecoración, y es de segunda categoría. Parece que en España nos avergonzamos de la gente que se mueve por las alcantarillas», lamenta el escritor Rueda. Aunque Lejarza, cuando le preguntaron qué sintió cuando se le impuso la condecoración, respondió: «Lo voy a definir con muy pocas palabras: me hizo sentir que todo había merecido la pena».

Dirigida con profesionalidad por Miguel Courtois, con un guion bien confeccionado de Antonio Onetti, tiene una música interesante de Héctor Calvo y una buena fotografía de Francesc Gener. Gran puesta en escena, excelente el montaje y efectos especiales.

El reparto está muy bien, con actores de primera como Eduardo Noriega, José Coronado, Mélanie Doutev, Silvia Abascal, Santiago Ramos, Patrick Bruel o Jorge Sanz; todos cumplieron muy profesionalmente con sus respectivos trabajos y también coralmente.

Mi parecer que este personaje habría merecido mayor reconocimiento, pues evitó muertes y conflictos importantes la época previa a la transición. Pero el propio Lejarza, en una entrevista al diario El Mundo dijo de este filme: «es algo así como una recompensa que llega un poco tarde, y que no me han dado quienes en realidad me la deben».

El Lobo soportó la malquerencia de quienes le habían reclutado, viviendo años de soledad. Dice Legarza que cuando estás solo: «estás luchando a cada instante contra tu propio enemigo, tu propio yo interior y tus propios miedos». Legarza, desde aquellos entonces anda escondido y su vida cambió radicalmente, pues lo buscaban para matarlo. Lo dice así: «Mi vida ha cambiado totalmente. (…) He perdido mi rostro, mi identidad, mis amistades, mis estudios, la relación con mi familia, con mis padres, mis hermanas».

Fue una época muy delicada y sensible, y una ETA muy asesina que nos colocó a todos al borde del precipicio en aquel final del 1975, cuando falleció Franco y se auguraba la reconciliación y la democracia. Eso se ve muy bien en la película. Un capítulo muy olvidado por nuestros jóvenes; e incluso la historia de El lobo es olvidada en general por gran de los ciudadanos de a pie.

Esta película, amén de ser una obra comprometida, resulta amena y entretenida, con una excelente factura artística y técnica, es didáctica, huye de la autocomplacencia y funciona como un potente thriller.

En el libro de Rueda, El Lobo aborda el final del terrorismo con cierta acritud: «Nos olvidamos de todo lo pasado, las víctimas y sus familias. Ahora parece que molestan (…) Los terroristas estaban ya acorralados. Entonces, ¿por qué tenemos que ser tan permisivos? Ah, claro: la política. Se me olvidaba. Este pobre país mío... ¿dónde ha quedado nuestra gallardía?».