Por casualidad encontré una foto de aquella Calita, de aquel mítico bar que estaba abierto, como la película, hasta el amanecer. El último bastión, la última copa, el reducto de los amaneceres de sueños abotargados y dolores de maravillosos dolores de cabeza.

Recuerdo aquellos fines de fiesta con una música que seguía sonando, como melodía de fondo, una fiesta que nunca acababa, y que al final hacían coincidir quienes llegaba a la playa con los que nos sacudíamos la arena pare dormir un rato.

Eran tiempos, como ahora, en los que las locuras, el alcohol y la juerga serían mal vistas por quienes ya no participaban de ella, y que se olvidan de aquellas noches del Caballo Blanco y el Oasis.

La vida no cambia, cambian los sitios, los nombres y nosotros, que evolucionamos, pero que, por regla general, tendemos a olvidarnos de otros tiempos.



Yo no me olvido, no me olvido de la Huerta, de la rampita, de lo que molestábamos a los durmientes con el “radiocasete” a todo volumen escuchando a Loquillo, dejando las botellas en las aceras.

No me olvido del Reloj, y de cómo impedíamos el paso de los coches ocupando toda la calle. No me olvido de la angustia de quienes olvidaron, lamentándose de nuestra generación, una generación “perdida”.

Miro de nuevo la foto, y mi mente se pierde, embotada y sonriente, y echando la vista atrás, me monto en el vespino, sin casco, y hasta con dos de paquete. El frío de la madrugada, que ya ha pasado hace tiempo, termina de despejarme, y ya el calor molesta, me sacudo la arena para abandonar la última fortaleza, y por el camino  saludo a un amigo de mis padres que baja a la playa con su familia, y que, con mirada condescendiente, me perdona la vida mientras sus hijos corren hasta la orilla, los mismos que un día, harán algo parecido.

La foto me devuelve a un pasado, un pasado muy similar a este presente, aunque para mí, aquellos años fueron mucho mejores que los actuales, aunque no tanto como los que vivieron los que ahora me perdonan la vida.

Al fin y al cabo, todo es una ruleta que gira y gira, primero en bici, después en moto, y una vez abandonada esta, en coches sin cinturón. Una bonita ruleta en la que solo giramos una vez, aunque la misma sigue girando, pero con otros.