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La lucha libre profesional (wrestling en inglés) es un entretenimiento en forma de performance donde se conjugan ciertas disciplinas de combates y artes escénicas.

La cosa se basa en representar combates muy físicos y acrobáticos cuerpo a cuerpo, acompañados por lo común con historias y rivalidades que enfrentan a los heel (rudos) y a los face (técnicos). Los primeros representan al villano/a, y los segundos al héroe/heroína.

Aquellos que escriben las rivalidades y planean los combates son denominados bookers, y a pesar de ser los que desarrollan prácticamente todo el espectáculo, la coreografía de combate no es hecha por ellos, sino por los mismos luchadores. La lucha libre profesional es muy popular en Japón, México, Canadá, Estados Unidos y Reino Unido.

Desde que floreciera y se expandiera por estos países, la lucha libre ha evolucionado de forma diferente en cada lugar, con disciplinas distintas pero semejantes, como las llamadas puroresu en Japón, o lucha mexicana en el país azteca. Ambos países son considerados dos «potencias mundiales» en la disciplina.

Las figuras de alto nivel de la lucha libre profesional se convierten en celebridades, iconos populares. Aunque la lucha libre comenzó con pequeños actos en circos y ferias ambulantes, hoy en día es una industria que mueve mucho dinero. Ingresos provenientes de la venta de entradas, emisiones de televisión, merchandising (artículos de promoción comercial), etc. A lo que se une recientemente la difusión por TV, Internet y otros medios.

A propósito, trataré hoy dos películas que tienen su interés: El clan de hierro (2023), de S. Durkin; y, El luchador (2008), de D. Aronofsky.

EL CLAN DE HIERRO (2023). Esta película nos cuenta la vida los inseparables hermanos Von Erich, que hicieron historia en el mundo de la lucha libre profesional en los años 80 en los EE. UU. Hay éxitos, triunfos y también un soterrado drama al modo griego de unos jóvenes luchadores sometidos a su dominante padre y entrenador.

La narración deportiva en la gran pantalla y su tendencia a glorificar el esfuerzo y la voluntad se aleja, con esta cinta de Durkin, de los tópicos del cine sobre el género. Al adaptar la aciaga historia de los Von Erich, Durkin desbarata dos creencias muy americanas: el mito de la superación como manantial de felicidad y la defensa a ultranza de la familia.

Los Von Erich luchan en el cuadrilátero y fuera de él con todas sus fuerzas, pero ese encono se muestra insuficiente para escapar a su trágico destino, que parece guiado por una maldición. El único que consigue zafar, el hermano mayor, lo hace tras enfrentarse con la descomunal figura del padre.

El guionista y director Sean Durkin ha reunido un elenco de actores sensacionales y musculados para interpretar los papeles principales: Zac Efron, Jeremy Allen White, Harris Dickinson y Holt McCallany.

Sin embargo, los personajes no evolucionan, no progresan, todos prácticamente en la misma sintonía a lo largo de la historia. Ello a pesar de los reveses y fatalidades que la tal familia tuvo que soportar de mediados de los 80 hasta principios de los 90.

McCallany es una figura temible como el patriarca Fritz Von Erich, un exluchador profesional que lidera el grupo familiar plan sargento y que enfrenta a sus hijos entre sí, a los cuales va llevando al límite físico y mental en su búsqueda del triunfo que él no consiguió.

Un padre que no tolera ni el llanto en los momentos más trágicos como la muerte de alguno de sus hijos. La angustia pretende mitigarla yendo a la iglesia. Una malentendida virilidad en el seno de una sociedad que obliga a reprimir el dolor en los varones. 

En cuanto a los atléticos hijos, Efron, Kevin Von Erich, el mayor, es el líder siempre, un guía de buen corazón, pues lo que más anhela es pasar el rato con sus hermanos, que estén unidos. White, en el rol de Kerry Von Erich, tiene tendencia autodestructiva, en lucha contra el consumo de estupefacientes. Dickinson, es David Von Erich, el showman natural que se siente culposo por superar a Kevin. Y Mike Von Erich (Simons), el más joven, no quiere luchar, le gusta la música, pero que debe saltar al ring como manda el padre.

Familia real y de ficción.

Manda el padre con un poder omnímodo; nadie rechista, todos obedecen, todos como cortados por el mismo patrón. La madre es una mujer fría que no se aviene a brindar a sus hijos el mínimo afecto, abducida también por el esposo, reserva para él todo su tiempo y su afecto. Como matriarca, Maura Tierney crea una sensación de pérdida y de desapego.

Aunque la lucha libre profesional tenga más de teatro que de auténtico deporte, es sabido que quienes la practican suelen acabar padeciendo secuelas físicas y psicológicas, tal el caso de los Von Erich.

El director de fotografía Mátyás Eldérly acierta a crear una fuerte tensión enclaustrada, que puede estallar en cualquier momento. Colabora a ello la banda sonora de Richard Reed Parry.

Este tercer largometraje de Durkin es una especie de dedicatoria franca que observa el mundo de la lucha (wrestling) seriamente y sin condescendencia. Las secuencias de la lucha resultan vistosas y coreografiadas de manera virtuosa. Durkin logra trasladarnos el afecto y la estima que siente por sus personajes.

Para que entendamos la magnitud de la desgracia familiar en la realidad, la historia fue así: cinco de los hijos de la familia –Kevin, David, Kerry, Mike y Chris– se dedicaron a la lucha libre. Aunque la familia tuvo éxito en el ring, la tragedia ensombreció sus vidas. El primer hijo Jack, murió en un accidente a los 7 años, en 1959. Después, a los 30 años, David murió de gastroenteritis aguda, 1984.

Mike, Kerry y Chris se suicidaron en 1983, 1991 y 1993 respectivamente. Kevin Von Erich es el único superviviente de sus hermanos.

Drama que cuenta con la aprobación del propio Kevin Von Erich, el único superviviente de la saga, que incluso ha elogiado la interpretación de Zac Efron.

Más extenso en revista Encadenados.

 

EL LUCHADOR (2008). Película dirigida por Darren Aronofsky y guion de Robert D. Siegel, la trama sigue a Randy “The Ram” Robinson (Rourke), un profesional de lucha libre o “wrestling” que, después de haber sido una estrella en los años ochenta, intenta continuar su carrera en el circuito independiente.

Combate en cuadriláteros de tercera categoría y enfrentando las consecuencias físicas de los brutales golpes que ha recibido a lo largo de su vida. El filme explora, así, la decadencia de un ídolo y su búsqueda de redención.

En un momento dado decide poner orden en su vida: intenta acercarse a Stephanie, la hija que abandonó (Evan Rachel Wood) y trata de superar la soledad con su amor por Cassidy, una streaper (Marisa Tomei).

La película explora temas como la soledad, la identidad, la decadencia física y la búsqueda de liberación. Randy “The Ram” Robinson es un personaje complejo que lucha con su pasado y con su presente.

El uso de la lucha libre como metáfora para la vida de Randy es notable. El cuadrilátero representa su escape y su prisión al mismo tiempo. La sabia mano de Aronofsky reconstruye el rito de la pérdida hasta convertir la basura en oro. Lo cual, que Rourke engrandece su cuerpo torturado hasta transformarlo en pura ensoñación, para una conmovedora historia.

Buen reparto con un Mickey Rourke que ofrece una actuación conmovedora y auténtica como Randy. Su presencia física y emocional en pantalla es impresionante. Marisa Tomei interpreta a Cassidy, la stripper y soporte amoroso. Su relación con él también es crucial para la trama.

Darren Aronofsky utiliza una estética cruda y realista. La cámara sigue a Randy de cerca, capturando su dolor y vulnerabilidad. La música de Clint Mansell y la canción “The Wrestler” de Bruce Springsteen, añaden una capa adicional de melancolía. Magnífica la fotografía de Maryse Alberti.

El final de la película es abierto a la interpretación. ¿Randy encuentra redención al subir al ring una vez más o al alejarse de la lucha libre? Es una pregunta que queda en el aire. Pero el filme, al igual que su héroe, tiene una honestidad directa y consigue despachar sus pasos en falso con estilo y convicción.

Obra maestra que combina una narrativa poderosa con actuaciones excepcionales. Aronofsky logra transmitir la humanidad detrás del mundo del wrestling. "Una película espléndida, un penetrante retrato del fracaso, de ambientes sórdidos (...) Mickey Rourke impresiona, te está hablando del infierno terrenal" (Boyero).