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Amy Winehouse fue una de esas cantantes y compositoras únicas en la historia de la música rock y jazz. Pero como ocurriera con otros cantantes, recuerdo aquí a Brian Jones, Jim Morrison, Janis Joplin, Jimi Hendrix o Kurt Cobain, su vida se convirtió en drama y crónica de una muerte anunciada por sus excesos con el alcohol y las drogas, adicciones agravadas por su compulsión a ingerir alimentos, su bulimia.

Murió en julio del 2011 a los 27 años por parada cardíaca consecuencia de sus excesos. Para este capítulo traigo hoy dos películas: Back to black (2024), de S. Taylor-Johnson; y el documental Amy (La chica detrás del nombre) (2015), de A. Kapadia.

BACK TO BLACK (2024). Back to Black (Regreso al Duelo) es el título de una hermosa canción de Amy Winehouse que ella misma compuso junto a Mark Ronson en 2007. Es una canción profundamente triste que hizo por la ruptura con su marido y gran amor Blake Fielder-Civil (O’Connell). La letra habla de volver al luto, a la negritud del abandono, pues Amy quedó prácticamente destrozada.

Amy fue una auténtica genio y a la vez, un espíritu muy sensible y vulnerable, una mujer libre sin capacidad para sobrellevar la vida, una historia de éxito musical trufado de fracaso en lo existencial.

Pero es que, además, su voz, su maravillosa e impresionante voz jazzística parece venida directamente de la cultura africana, de una especie de duende que hubiera habitado a nuestra artista y la hubiera dotado de la excelencia musical y de un tono de voz único.

El filme habla de la vida personal y profesional de la cantante y compositora, una muchacha que ya cantaba en familia y que inició su trayectoria como intérprete de jazz, para convertirse en una superestrella mundial de la música y ganadora de varios premios Grammy.

Grabó solo dos discos, ya de culto: Frank (2003) y el ganador de cinco Grammy’s, Back to Black (2006), uno de los mejores álbumes de la música moderna. Con su característico cabello oscuro cardado en ese peinado difícil si no imposible, era una mujer legítima, con un estilo propio.

La película de Sam Taylor-Johnson comienza a principios del milenio en Candem Town, barrio hípster de Londres, con una Winehouse adolescente, muchacha inquieta a la que han expulsado del conservatorio de música por conducta irregular. Aunque su música no está de moda, sus canciones son tan buenas que no tarda en ficharla Simon Fuller, mánager de las Spice Girls, que consigue llevar su álbum Frank a lo más alto en Gran Bretaña.

Amy en ese entonces era rebelde y como profesional era errática y llegaba tarde a las grabaciones. De familia hebrea liberal, está muy vinculada a su abuela (excelente Manville) y tiene una singular relación con su padre (Marsan), un hombre dominante que mira por la pasta; su madre (Cowan) es una mujer depresiva que apenas tiene peso en ella.

La cosa se descalabra cando irrumpe el caótico Blake, un donnadie que se pasa el tiempo en los billares esnifando cocaína. Pero nuestra artista cae rendida a sus pies.

La directora británica Taylor-Johnson acomete esta obra con desigual fortuna, con luces y sombras y por momentos superficial. Un trabajo interesante que deviene dramatización urgente, cálida y sentida, escrita por Matt Greenhalgh (biografía sobre Amy Winehouse), para poner ante la gran pantalla la vida de la cantante de jazz-soul londinense.

Puede decirse que es una peli hecha desde la inocencia, la espontaneidad y la simplicidad de quien rinde el tributo de una fan a Amy. Esta misma ingenuidad resulta ser un hándicap para un relato veraz sobre la admirada y polémica cantante y compositora que tantas exclusivas dio a la prensa.

Hay una interpretación encantadora y dulce de Marisa Abela como Amy. Abela tuvo una preparación muy intensa, pues tenía que simular cada uno de los ademanes y expresiones de la artista, además de que entrenó su voz para interpretar ella misma las canciones de Amy.

Tenemos también a Jack O'Connell en un rol frío, con carisma y “labia” como Blake Fielder-Civil, novio primero y luego cónyuge, con una presencia guapetona de marido vago que alimentaba las adicciones de Amy. O'Connell hace un buen trabajo y muestra su capacidad frente a la cámara.

Esta cinta también simpatiza con el padre de Winehouse, Mitch (Marsan), el taxista separado de la madre de Amy que regresó a su vida para ayudarla a negociar su carrera y con el problema de los tóxicos. Eddie Marsan interpreta con encanto a un padre a quien gusta igualmente la música.

Acompañan en el reparto Lesley Manville (una abuela sensacional, la mejor del reparto), Sam Buchanan, Juliet Cowan (la melancólica madre) o Michael Siegel: todos más que bien.

La fotografía corre por cuenta Polly Morgan, con escenas que fueron filmadas en el Ronnie Scottt’s Jazz Club próximo al primer apartamento de Amy, en Camden Town; otras escenas se rodaron en Primrose Hill y en los Metropolis Studios en Chiswick; en la Plaza Fitzroy (centro londinense) y en el zoológico de Londres.

Me parece que estamos ante una obra amable, complaciente y buenista de la vida de Amy. Sin duda habría habido otras formas más duras y oscuras de llevar este biopic a la pantalla.

Existe, sí, la belleza genuina, Winehouse nos lo recuerda en la pantalla. Pero esta hermosura es arriesgada pues conecta con sus carencias y dificultades, con una esfera de fragilidad que la excelsa cantante no supo gestionar frente a la canalla social que la rodeó.

Más extenso en revista ENCADENADOS.

 

AMY (LA CHICA DETRÁS DEL NOMBRE) (2015). Documental sobre la famosa cantante británica Amy Winehouse dirigido por Asif Kapadia con un guion de su autoría basado en la biografía sobre la Winehouse.

Cuenta con una gran cantidad de imágenes inéditas de archivo y entrevistas con la malograda estrella. En esas imágenes podemos ver, amén de su música y su sensacional voz, las consecuencias de sus excesos con las drogas y el alcohol.

Amy Winehouse se vio desde muy joven afectada por el divorcio de sus padres. Era una mujer con un talento natural para el jazz y el soul. A pesar de que sólo lanzó dos discos, la fama, las malas artes de la prensa amarilla inglesa, los intereses de la industria y su turbulento amor con el que fue su pareja, Fielder-Civil, la condujeron a su trágico destino en su apartamento de Camden, Londres.

La película también muestra el rostro de Winehouse: una presencia sensual y alegre, siempre tan móvil y, sin embargo, poseedora de una extraña especie de enigma anti-Mona-Lisa. Hay una escena fantástica en la que Kapadia muestra el rostro de Winehouse casi retorciéndose y estallando con aburrido desdén mientras un entrevistador estúpido insiste en preguntarle sobre su romance.

Película que es un viaje sensible, crudo, emotivo, desgarrador y acompañado de espléndida música, a través del infierno que vivió la cantante británica.

Una historia abrumadora y, a pesar de que todos conocen el final, es tan apasionante como un thriller: Kapadia ha diseñado y moldeado la cinta con un estilo magistral, haciendo un fino trabajo de ilustración de la breve vida de la cantante.